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Mo Yan: un Premio Nobel crítico con China

  • Suárez-Galbán, catedrático y escritor, pasó dos semanas con él en España

  • El autor cree indiscutible la crítica al régimen comunista en la obra del Nobel

  • El experto analiza las influencias literarias en la obra de Mo Yan

  • Mo Yan y el resto de galardonados recogen hoy los Premios Nobel 2012

EUGENIO SUÁREZ-GALBÁN
9 min.

Sin exageración alguna, la historia editorial de Mo Yan en España podría reducirse a un antes y un después de que la Editorial Kailas de Madrid, apostara por este autor desconocido entre nosotros hasta el reciente fallo del Premio Nobel de Literatura. Salvo por una edición de Mario Muchnik en 1992 de su novela Sorgo rojo, sin duda aprovechando el éxito de la película homónima con la que debutó brillantemente el cineasta chino Zhang Yimou (Oso de Oro, Festival de Berlín, 1987), no será hasta a partir de 2007 que comenzarán a circular en nuestro país otras obras de Mo Yan.

En ese año, Kailas publica Grandes pechos, amplias caderas, seguida de cinco obras más hasta la fecha, lo que debe explicar nuestro uso arriba del término apostar, pues no de otra manera puede describirse la decisión por parte de Ángel Fernández Fermoselle y Marta Alonso, respectivamente editor y coordinadora de Kailas, de invertir fe y esperanza en un autor prácticamente desconocido, y en un mundo y momento editorial por otro lado de sobras conocido por sus dificultades. Apuesta, por supuesto, que sigue en pie con futuras traducciones que irán sucediéndose de ahora en adelante.

La visita de Mo Yan a España

Un año después, en 2008, visitó España Mo Yan. ¿Quién no se ha sentido alguna vez defraudado al conocer personalmente a un autor admirado y confirmar que la belleza de su obra no se corresponde a la de su conducta? No es el caso de Mo Yan, conforme pudimos comprobar a lo largo de unos días intensos en los que se presentó su obra en Madrid y en Barcelona.

La coincidencia positiva entre autor y obra fue realmente remarcable, más aún al tener en cuenta que ni los que le acompañábamos hablamos chino, ni él español o la otra lengua que manejamos, el inglés. Con lo cual los diferentes traductores tuvieron que sudar la gota gorda, por decirlo en términos populares muy del gusto de Mo Yan, siendo su fino sentido de humor que chispea frecuentemente en juegos de palabra y equívocos otra de sus constantes estilísticas.

Curiosa e irónica - por paradójica- confirmación de la elección de su nombre, que es en realidad un seudónimo que en chino significa "No hables". Pues como cuenta en el Prefacio a Shifu, harías cualquier cosa por divertirte, la soledad que sintió de niño cuidando ganado por los campos, lo llevó a hablar a los animales, pero sintiéndose ignorado por sus interlocutores, decidió un buen día comenzar a hablar solo, costumbre que exasperaba a su madre y que a él le causó tal remordimiento que optó por ese seudónimo.

Fue todo en vano, sin embargo: siguió y sigue hablando, aunque no compulsivamente sin más, sino con el gusto de ese arte del buen tertuliano y conversador que cada día lamentablemente se va perdiendo más. Lo comprobamos una y otra vez durante su estancia en España, a veces sin palabras, con gestos que bastaban para proyectar una sutil ironía, entre las risas contagiosas que a veces detenían la traducción hasta que pasara la hilaridad del traductor.

Y, ¿qué duda cabe que ese arte del buen conversador se traduce en la literatura de Mo Yan en una proliferación barroca de novelas que abundan y rebosan de tramas y sub-tramas que terminan enlazándose en obras que abarcan múltiples temas y personajes con una extensión a veces pantagruélica? Esto mismo vuelve a señalar el alto talante de escritor de Mo Yan, capaz de saltar de tema en tema sin abrumar al lector, no solo por un contenido rico que mueve a risa, reflexión o cualquier otro reto o reacción estimulante, sino además por saber activar a ese lector suyo a participar en la recreación de su mundo literario ensamblando esos temas y esas tramas.

Las fuentes literarias del Nobel

La búsqueda de influencias literarias, tema ya de por sí polémico, no lo es menos, sino acaso más al tratarse de un autor chino que maneja un bagaje literario vastísimo, y tanto de Oriente como de Occidente.

No parece casual que cuando se le hizo la inevitable pregunta respecto a sus fuentes literarias, la respuesta inmediata se cifró en los nombres de Faulkner y Hemingway, precisamente los mismos que menciona en la segunda frase del Prefacio de Shifu. Y aunque ahí nombra a esos dos autores norteamericanos justamente para diferenciarse de ellos, lo hace con el propósito de subrayar la mayor importancia de sus experiencias infantiles (que vienen a ser 'the demons', o los demonios de que hablaba Faulkner, por cierto y sin ir más lejos).

Es decir, de los dos elementos que nutren toda escritura, en la suya pesa más la vida que la lectura según el propio Mo Yan, y a pesar de su copiosa actividad lectora. Podríamos volver a anotar aquí los múltiples nombres que se han barajado - siempre desde una perspectiva abrumadoramente euro-céntrica- como intertextualidad registrable en su obra, pero sería una tarea simplemente reiterativa y hasta gratuita.

Hace falta aún un estudio exhaustivo que incluya huellas literarias orientales desconocidas por gran parte de la crítica occidental, que es la que conocemos, y probablemente a la inversa, pues desconocemos semejante estudio por parte de algún crítico oriental. Mientras, atribuir a García Márquez o Kafka o cualquier otro, una influencia de cualquier tipo – estilística, estructural, temática- como se ha hecho, sería de una arbitrariedad irremediable.

Historia y leyendas populares chinas, cuentos de hadas, sátira social y política, animales que hablan y personajes que miden centímetros (¿quién no recuerda ahora la posible huella de ese otro gran satírico, el autor de Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift?, el cual, curiosamente, no suele aparecer en la lista de esas posibles influencias, pese a compartir con Mo Yan no solo ese mundo fantástico, sino también también el tema del control de hijos permitidos por pareja, y hasta el tristemente brutal tema de niños destinados a convertirse en víctimas de canibalismo que Swift trata en su Una modesta propuesta y Mo Yan en La república del vino).

Y otro tanto puede decirse de los múltiples adjetivos que se han atribuido al peculiar realismo de Mo Yan: mágico, social, alucinante, etc.: la lista se hace interminable. Basta la lectura (recomendable, de hecho, para los que se inicien en la obra de Mo Yan) de un libro de cuentos como el mismo Shifu para apreciar la variedad de temas y estilos que caracterizan su obra, desde el lirismo y fantasía de "Volando", a la violencia macabra de "La cura", al humor, ironía y sátira del primer relato que comparte título con la colección.

La innovación en la obra de Mo Yan

En vista de esa enorme variedad de fuentes, tampoco nos parece resuelto el tema de innovación literaria en Mo Yan que algunos se limitan a negar sin más en su obra, aun cuando reconozcan otros valores indudables.

Difícil sería en principio que un autor de lectura tan variada no haya sentido la tentación de experimentar, máxime que para él, como ha dicho en varias entrevistas, influencia, más allá de mera imitación o incorporación de técnicas y temas, significa un diálogo entre autores que permita comparar y así ampliar su visiones y perspectivas. Eso mismo es lo que nos parece ocurre, para mencionar solo un caso, con el tratamiento de la meta-literatura en La república del vino, donde el lector se ve inmerso en un humor del cual él mismo forma parte activa como receptor cómplice a ratos.

Algo semejante ocurre, tanto en esta novela como en otras, con el elemento de sorpresa que el narrador maneja e introduce con un riesgo que comparte el humor negro, pero no necesariamente la interpretación psicológica occidental de la vanguardia y, más concretamente, del surrealismo francés o, en ese caso, a lo Buñuel. En fin, que todavía queda mucho lienzo que preparar antes de poder empezar a dibujar un retrato más verdadero del escritor Mo Yan.

Crítico con el régimen chino

No obstante, lo que sí nos parece indiscutible es justamente lo que ha dado pie a una incomprensible polémica, más política y mediática que estética. Porque desde el punto de vista literario, ¿qué duda puede caber respecto a la crítica que encierra la obra de Mo Yan contra el régimen político chino?, del cual se le ha acusado de ser, si no partidario, al menos sumiso.

¿Es que Baladas del ajo puede interpretarse de otra manera que no sea una denuncia de la política agraria impuesta a un campesinado sometido sin voz, voto ni remedio a la voluntad del régimen? O Grandes pechos, amplias caderas, ¿puede concebirse como algo que no sea una profunda crítica respecto al tratamiento de la mujer?

Ni tampoco faltan ataques directos al Partido Comunista, y tan directos a veces que ni siquiera la ironía tan sutil o la carcajada tan espontánea ocasionadas por ese maestro del humor que es Mo Yan pueden distraer o despistar de esa feroz crítica. Es más, en su caso ni siquiera tampoco nos parece que puede hablarse de la táctica posibilista de Buero Vallejo en los tiempos que nos tocaron de censura en España, cuando el dramaturgo para publicar y representar tenía que acceder a aceptar las objeciones de la censura franquista enmendando las partes eliminadas (y aún así, Buero lograba colar su crítica).

¿Qué por qué, entonces, el régimen chino no ha objetado a su Premio Nobel como con otros en anteriores ocasiones? Nuestra propia experiencia no hace tanto tiempo podría empezar a contestar esa pregunta que tiene que ver con los entresijos y caprichos de algo tan políticamente enredado como es la censura. ¿No permitió la nuestra la publicación de una novela tan crítica como Cinco horas con Mario, sin duda para aparentar mayor liberalismo ante el mundo, pero para después volver a cerrar la mano censoria? Muchas y complejas son las preguntas y sus respuestas, demasiadas para abarcar aquí. Pero tampoco hace falta, pues ahí está la obra de Mo Yan para desmentir por si sola y con su sola lectura cualquier actitud complaciente, o siquiera pasiva ante el régimen.

En fin, y entre tantas asignaturas pendientes que plantea la obra del último Premio Nobel de Literatura, esa de su clamor por la libertad del ser humano, que en el caso del escritor y del artista es la de expresión y el derecho a denunciar las injusticias de la sociedad, no complaciendo a la censura ni a la política reinante en sus falsos intentos de aparentar una apertura igual de falaz, sino señalando sus violaciones a los derechos humanos, nos resulta tan clara como la fuerza y maestría estéticas de su pluma.

Eugenio Suárez-Galbán Guerra es catedrático de Literatura, Universidad de Nueva York, Madrid, y pasó dos semanas con Mo Yan en su visita a España.

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