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La tregua en Gaza, el último parche del conflicto

  • Los problemas de fondo del conflicto árabe-israelí siguen sin resolverse

  • Sobre el alto el fuego planean muchas amenazas, entre ellas el bloqueo israelí

ÓSCAR MIJALLO
5 min.

Sami Abu Zuhri, ese tipo con gafas y barba recortada es ahora la voz de Hamás en Gaza, pero yo le recuerdo cuando era un portavoz de segunda fila de la organización integrista y le entrevisté por primera vez en la Universidad Islámica, en 2003. Desde entonces ha ganado mucho peso en el Movimiento de Resistencia Islámico.

Al terminar la entrevista me puso un ejemplo que mi intérprete, bastante malo por cierto, me tradujo con dificultad: “El conflicto entre israelíes y palestinos –me dijo– es como un bidón de gasolina viejo y oxidado metido en una habitación llena de cerillas encendidas. Cuando a ese bidón le sale una grieta, la gente que hay en el cuarto le pone un parche para que la gasolina no se derrame y se incendie, pero, el verdadero problema es que no arreglan el bidón, que se volverá a romper y al final estallará”.

La reciente tregua en Gaza es el último parche mal puesto a un conflicto interminable porque los problemas de fondo entre Israel y Hamás siguen sin arreglarse. La ocupación israelí continúa –fue la más larga del siglo XX y se mantiene en el XXI– y el Movimiento de Resistencia Islámico justifica cualquier método para acabar con ella, desde la resistencia armada, a los lanzamientos de cohetes, pasando por los atentados terroristas contra civiles.

En Gaza miles de personas han tomado las calles para celebrar el acuerdo de alto el fuego entre israelíes y palestinos. Después de ocho días esta noche ha sido la primera sin bombardeos sobre la franja.

Las sombras de la tregua

Esta vez la tregua ha llegado relativamente rápido –no como en anteriores ocasiones –, entre otras razones, porque en la habitación –Oriente Próximo –, hay más barriles de gasolina y más cerillas encendidas. En Siria hay una guerra civil que amenaza con extenderse al Líbano, donde la poderosa milicia chií de Hizbuláh, el Partido de Dios, aun no ha mostrado sus cartas. Conflictos que amenazan arrastrar a toda la región y que han empujado a la diplomacia internacional a moverse con mayor rapidez, determinación y contundencia.

Pero sobre el alto el fuego planean muchas amenazas. Primero, el dudoso cumplimiento de lo acordado (la apertura de los pasos fronterizos con Gaza, y el fin del lanzamiento de cohetes palestinos y ataques israelíes).

Los últimos enfrentamientos evidencian que Hamás es cada vez más poderosa. Así lo demuestra el gran número de proyectiles lanzados en unos días, muchos de los cuales han atravesado la Cúpula de Hierro, el sofisticado y carísimo sistema de defensa israelí.

El Gobierno hebreo ve con preocupación el rearme de los integristas y está dispuesto a evitarlo a cualquier precio –aunque ello incluya la muerte de civiles palestinos–, cuando considere que está en peligro la seguridad de sus nacionales. Eso lo ha hecho siempre y lo seguirá haciendo, con o sin alto el fuego.

Netanyahu se complica las elecciones

Por otra parte, Hamás ha presentado la tregua como una victoria, al igual que el jeque Hassan Nashrallah, líder de Hizbuláh, y el presidente del parlamento iraní, Ali Larijani, los tres diablos del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. Eso, a dos meses de las elecciones en Israel, no es una buena noticia para Bibi. Una guerra, si se gana rápido, puede darle la victoria pero si la victoria no es contundente también puede despojarle del gobierno. En Israel los errores militares se pagan y bien lo sabe el ex primer ministro Ehud Olmert, al que la comisión Winograd, sobre la guerra del Líbano, le ha dado muchos dolores de cabeza.

Definitivamente a Netanyahu se le ha complicado la carrera electoral.  Tiene a Hizbuláh en el norte, a Hamás en el sur, a los palestinos en la ONU, que amenazan con reclamar la condición de estado observador y a Irán, con su programa nuclear –y el posible ataque al mismo–, como telón de fondo de la campaña.

El otro gran elemento del acuerdo de alto el fuego es la apertura de los pasos fronterizos.  La franja de Gaza está sometida a un férreo bloqueo desde que en 2007 Hamás tomó el poder. Israel no permite la entrada de productos de doble uso, es decir, civil y militar y eso incluye materiales tan comunes como el cemento.

El Ejecutivo de Netanyahu se ha comprometido a abrir los pasos pero en realidad ya había dos de los seis cruces fronterizos abiertos, aunque de forma parcial. Solo en contadas ocasiones las personas –en especial palestinos y las mercancías destinadas a Gaza – pueden atravesarlos y con muchos controles y restricciones.

Habrá que ver cuales son las nuevas condiciones que se establecen para la apertura de las fronteras porque parece difícil que, en plena campaña electoral, Netanyahu quiera pasar a la historia como el primer ministro que levantó el bloqueo de Gaza para que Hamás pueda rearmarse.

En cualquier caso, toda mejora, por pequeña que sea, será bien recibida  por los más de un millón y medio de palestinos que viven encerrados en lo que ellos mismos llaman la cárcel más grande del mundo.

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