Todo empezó con unas fotos cuadradas que se parecían a las viejas Polaroid. La aplicación para el móvil era simpática y cosechó muchos seguidores entre los usuarios del iPhone: aficionados a la fotografía, gente que quería contar historias de forma diferente, curiosos que prueban todo lo que suena a "moderno".
Su nombre, Instagram, definía la nueva forma social en que se comparten las fotografías hoy en día: instantáneas publicadas en Internet. 551 días después, más de 30 millones de usuarios con la aplicación en sus móviles son legión.
Con la llegada de la versión para Android -que sumó más de un millón de usuarios el primer día- ha despuntado de forma casi impredecible como un fenómeno aparentemente imparable.
Entonces, sorprendiendo a propios extraños, Mark Zuckerberg de Facebook anunció ayer mismo que Facebook compraba Instagram por 1.000 millones de dólares.
Como se decía en Twitter, ni The New York Times al completo, con 116 años de vida, conseguido esa valoración a estas alturas. Instagram lo ha hecho en 18 meses. ¿Es una adquisición loca, un signo de una nueva burbuja de Internet o una operación empresarial perfectamente planificada y con sentido económico?
Los analistas están divididos, pero casi todos coinciden en una cosa: la operación es difícil de analizar: Instagram no cotiza en bolsa, no publica sus cuentas, no tiene fuentes de ingresos conocidas... ¿Cómo se justifica pagar mil millones de dólares por algo así?
Lo cierto es que no se puede. Es ahí donde entran los matices del análisis. Vistas desde fuera, las explicaciones de Zuckerberg no son gran cosa sino vagas generalidades: la aplicación seguirá siendo independiente, Facebook será propietaria de gran servicio de fotos desde dispositivos móviles, se podrán aprovechar algunas de las funciones de Instagram a las fotos de Facebook, etcétera.
“Expertos apuntan a que se trata de una compra estratégica relacionada con la salida a bolsa de Facebook“
En la nota de Instagram, más de lo mismo: casi se diría que estuvieran todavía shockeados. Pero lo importante no está ahí: qué justifica una inversión así. Muchos expertos apuntan a que se trata simplemente de una compra estratégica relacionada con la próxima salida a bolsa de Facebook, prevista para dentro de unos meses.
Si la compañía quiere superar los 100.000 millones de dólares de valoración bursátil no puede tener a nadie que le haga sombra. Si da la sensación de que en alguno de los terrenos que domina puede tener competencia imprevista y perder su liderazgo -y aunque en el campo de la fotografía y los móviles tenga ya unos 400 millones de usuarios registrados, casi la mitad de su total global- esto podría afectar muy negativamente a dicha valoración.
El fin de una amenaza
El caso es que casi todo el mundo coincide en que Instagram podría ser considerado una amenaza, entendida como una aplicación que gusta a la gente, que proporciona una buena experiencia con las fotografías desde el móvil y con cierto reconocimiento de marca.
Y estratégicamente es normal realizar lo que se conoce como adquisiciones defensivas, cuyo único fin es desactivar a la competencia. Una vez eliminada la amenaza, si se puede aprovechar algo más, estupendo: los millones de usuarios que tenga el servicio, quizá alguna que otra patente, el equipo humano si puede adaptarse al nuevo entorno. Y si no, da igual: la amenaza hará tiempo que ya no está allí.
Teniendo en cuenta que cada 1% de la futura capitalización bursátil de Facebook valdrá aproximadamente 1.000 millones de dólares, y que el valor de las acciones puede oscilar en función de cómo el mercado entienda que está operando la compañía, eliminar los mayores icebergs posibles del camino a golpe de talonario antes de embarcarse en el viaje no parece mala idea.
Si además la operación puede hacerse mediante intercambio de acciones y no únicamente de efectivo -como en este caso, que ha sido una combinación de ambas- mejor que mejor.
Normalmente las valoraciones de las compañías de Internet se realizan en función de la información disponible sobre sus activos y su plan de negocio. Lo más preferible: beneficios netos, brutos, ingresos, número de usuarios activos, registrados, audiencia... por este orden.
Se pueden añadir otros conceptos más etéreos como el posible valor de las patentes que atesore la empresa, la marca, e incluso el equipo humano. Se pueden calcular múltiplos del EBITDA (resultados brutos) y hacer mil operaciones más.
Pero en el caso de Instagram, poco se puede valorar desde fuera, porque esos datos o no existen o no se conocen. Sin embargo, una cosa es cierta: como suelen decir economistas y empresarios, "no es lo mismo valor que precio".
El precio de Instagram de por sí, con su equipo, tecnología, servicio y usuarios puede calcularse de diversas formas y usando muchos parámetros. Pero el valor es algo subjetivo y negociable, como bien sabe quien haya tenido que negociar una compra o venta urgente de un bien escaso. De hecho el precio se conoce: 1.000 millones de dólares.
“Facebook ha pagado lo que pedía Instagram e Instagram ha aceptado lo que ofrecía Facebook“
Facebook ha pagado lo que pedía Instagram e Instagram ha aceptado lo que ofrecía Facebook, eso es todo. A partir de ahí se puede considerar que cada usuario de Facebook "vale" 33 dólares, o que -como bromeaban en Twitter- cada "foto descolorida de un plato de comida" subida a Instagram vale casi un dólar... pero sería un error.
No obstante, estas operaciones no suelen hacerse sin una justificación económica razonable, y aquí excepto los factores de eliminación de la competencia y de adquisición de una marca y un posicionamiento de mercado hay poco más que rascar: no hay propiedad intelectual, el equipo no llega ni a los 15 empleados, los ingresos son inexistentes hasta donde se sabe y, a las malas, el producto se podría replicar con algo de habilidad en unos pocos meses.
Los inversores que han financiado a Instagram durante sus 18 meses de existencia llegaron en la última ronda de ampliación de capital a pagar 50 millones de dólares por un 10% de la compañía, valorándola en 500 millones. Esto fue hace un mes más o menos. Facebook ha pagado el doble de esa valoración tan solo 30 días después.
Pero como los expertos saben, que se haya pagado un precio dado por una pequeña parte de algo no quiere decir que el resto de ese algo se pueda comprar o vender al mismo precio. Ni, por supuesto, que "valga" es precio.
Poco antes de salir a bolsa
Los inversores de Facebook, tanto actuales como futuros, estarán por otro lado encantados: de un plumazo, y a cambio de papelitos (acciones y algo de efectivo) han hecho suyo el más temible atisbo de competencia en el mercado de los dispositivos móviles y la fotografía. Otra pregunta que podría plantearse es: ¿Cómo es posible que se haya realizado una operación de esta magnitud si Facebook estaba desde hace más de un mes en el periodo de silencio previo a su salida a bolsa?
Los últimos meses previos a una Oferta Pública de Valores se consideran casi como un "día de reflexión" antes de unas elecciones: la información que las empresas pueden comunicar está regulada y controlada, buscando que no afecte a los inversores y a la valoración que pueden hacer de la compañía. Naturalmente, invertir un 1% de tu empresa en comprar a un posible competidor poco antes de saltar al parqué necesitaría una buena justificación ante los accionistas.
Pero Facebook todavía no está en bolsa. Y tal y como explican los analistas norteamericanos, las reglas de la comisión de valores permiten informar sobre las operaciones de la empresa siempre que se haga sobre "hechos relacionados con la información de negocio" o incluso sobre "previsiones a futuro", aunque no está permitido "darse bombo" con el objetivo de inflar la valoración.
Facebook parece cumplir todos estos matices en la nota sobre la adquisición de Instagram; de otra forma habría puesto en riesgo su propia oferta pública de valores.
Al igual que ha pasado con otras adquisiciones, dentro de unos años será más fácil fácil analizar si la operación ha sido una gran compra estratégica, la adquisición de algo verdaderamente valioso o una sencilla forma de apagar fuegos a golpe de talonario.
“Hace unos años se cuestionaba la adquisición de YouTube por parte de Google por 1.600 millones“
Recordemos cómo se cuestionó la adquisición de YouTube por parte de Google por 1.600 millones de dólares hace seis años, que ajustados serían más o menos el doble de lo que se ha ofrecido ahora por Instagram.
¿Es Instagram tan valioso como la mitad del YouTube de la época? ¿Hubiéramos pagado lo mismo por la compañía viendo cuál ha sido su progreso desde entonces? ¿Qué habría sido de YouTube sin el respaldo de Google, o si hubiera caído en manos de un competidor? Son todas preguntas con trampa, que confunden valor con precio o hacen hipótesis sobre historias alternativas como las de la ciencia ficción.
En el mundo real lo que cuenta es tomar la mejor decisión posible con la información disponible en cada momento. Y a día de hoy, Zuckerberg ya ha tomado la suya.