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El regalo de Cousteau

JOSÉ CERVERA
7 min.

Curiosamente, Jacques-Yves  Cousteau no inventó el regulador ni tenía vocación de marino, sino de  aviador. El joven Jacques quería ser piloto de la aviación naval,  pero tuvo que  redirigir sus ambiciones hacia el mundo submarino por culpa de un accidente de  automóvil.

Para quienes hemos aprendido a amar nuestras breves visitas al mundo  submarino como aficionados, fue un accidente afortunado. Porque gracias a que  esquivó las gracias del aire, Jacques Cousteau quiso gozar y divulgar las  profundidades el mar. Para lo cual se vio obligado a inventar el submarinismo  moderno, lo cual hizo desde una localidad situada en las cumbres de los Alpes y  bajo la ocupación alemana de su país.

En realidad el entonces Subteniente Cousteau inició sus experimentos en  submarinismo cuando estaba destinado en el destructor Condorcet como  oficial de artillería. Sus esfuerzos pioneros los hizo en apnea, usando un  modelo primitivo de gafas de buceo que le había prestado su colega, amigo y  pionero del submarinismo Phillipe Tailliez.

Pero el desarrollo del regulador moderno de buceo, es decir, de la llamada  Escafandra Autónoma, y con ello de la exploración actual del fondo marino se  inició a partir de 1940, cuando Cousteau se retiró con su familia a un pueblo de  los Alpes llamado Megève. El orgulloso ejército francés había sido arrollado por  los alemanes y la patria había sido ocupada. Hasta 1943 Cousteau se dedicó a  perfeccionar sus ideas, y a realizar sus primeras grandes filmaciones  submarinas.

Para que un ser humano pueda bajar al mundo submarino hay que resolver dos  problemas diferentes. Uno es el obvio suministro de oxígeno, sin el cual  morimos; el gas (solo o mezclado) puede llevarse en un depósito, o bien  proporcionarse mediante una manguera desde la superficie.

En las primeras décadas del s. XX se utilizaban las escafandras

Éste segundo método  era el más utilizado en las primeras décadas del siglo XX, cuando eran comunes  las escafandras: pesados cascos  (normalmente de bronce) conectados por una manguera a la superficie, desde donde  una bomba suministraba aire con la presión suficiente para alcanzar al buzo.

El  sistema funcionaba bien, aunque tenía muchas limitaciones: el buzo estaba  físicamente ligado a la superficie por una larga manguera que podía romperse o  enredarse, lo que limitaba la movilidad e imponía estar sobre el suelo marino u  otra plataforma. Además, hacía falta infraestructura, y conocimientos: una  malfunción del aparato podía dar lugar a grotescos accidentes. Era un sistema  adecuado para buzos profesionales encargados de reparaciones, recolección y  rescates, pero no para aficionados. Además la imposibilidad de nadar impedía su  uso para estudiar la fauna marina.

Se conocían ya sistemas portátiles, que llevaban aire (u otras mezclas de  gases) a presión en depósitos de acero. De hecho se usaban en ámbitos  restringidos, como los bomberos y los mineros, que necesitaban en ocasiones  acceder a lugares carentes de oxígeno. Pero adaptar este tipo de sistemas al  mundo submarino no era baladí. Porque el problema del suministro de aire estaba  relacionado con el otro problema de la profundidad para la fisiología humana: la  presión.

Al descender en la columna de agua la presión aumenta constante y  drásticamente, en una atmósfera por cada 10 metros de profundidad. Eso supone  que a 10 metros hay 2 atmósferas, a 20 metros 3, a 30 metros 4... lo cual  dificulta disponer de un almacén de aire a presión constante: si la presión  externa es mayor que la de la botella, el aire no saldrá. La variación constante  con la profundidad obliga a adaptar la presión a la que el buzo recibe el aire a  la profundidad exacta a la que está.

El invento de Cousteau permite respirar como en la superficie

Ésta es la misión del regulador de Cousteau, bautizado por él como Aqua-lung  (del griego aqua y el inglés lung, pulmón), trasformador luego en la reputada  marca de material de buceo Aqualung. El buzo se coloca a la espalda una botella  (o varias) con aire a muy elevada presión; 200 atmósferas es lo habitual hoy.  Entre esta descomunal presión y los pulmones del buzo un aparato mecánico  relativamente sencillo se encarga de reducir esta presión a la presión exacta de  la profundidad a la que se halla el buzo.

De este modo el humano recibe la misma  presión dentro que encuentra fuera. El efecto es que respirar resulta tan  sencillo como en superficie. Y sin que haya atadura ninguna que reduzca la  movilidad del buceador. Esta es la sencilla idea de la Escafandra Autónoma.

Pero para llevarla a cabo hacía falta construir un regulador robusto, fiable  y funcional. Existían antecedentes  incluso del siglo XIX temprano, pero no eran lo bastante seguros como para  arriesgarse a emplearlos bajo el agua. Por eso la primera película submarina de  Cousteau, Par dix-huit mètres de fond (18 metros de profundidad), que  ganó en 1943 un premio de cine documental, la llevó a cabo a pulmón libre. Ese  año, en cambio, rodó por primera vez bajo el agua con su nuevo 'aqualung' la película  Épaves (naufragios). Para entonces su  regulador ya era utilizable, y había nacido el submarinismo moderno.

El regulador de Cousteau era una bestia temperamental. Creado por Cousteau y  el ingeniero franco-canadiense Émile Gagnan a partir de  una pieza industrial usada en los coches de gasógeno, era del tipo bitráquea, es decir,  con una manguera a cada lado de la cabeza. Una de ellas llevaba el aire a la  boca y la otra servía para la expulsión de las burbujas, que se realizaba por la  parte de atrás.

Esto alejaba las ruidosas y molestas burbujas de la cara, por lo  que un modelo reciente ha resucitado el esquema, aunque la mayoría de os  reguladores modernos sólo tienen una tráquea y expulsan las burbujas por una  bigotera lateral.

El Aqua-lung, y los modelos bitráquea posteriores que se  utilizaron hasta entrados los años 80 tenían que estar bien cuidados, y para  funcionar bien exigían una correcta postura de las botellas y la pieza bucal.  Pero funcionaban.

El invento que le permitió divulgar los secretos marinos

Esto permitió a Cousteau dedicarse a la exploración y a la divulgación  fílmica de las maravillas del mar. Tras poner en marcha varios centros de  investigación y actividades subacuáticas para la marina, en 1948 se embarcó en  el balandro Élie Monnier con algunos de sus asociados, precursores e  impulsores del buceo autónomo.

En este viaje llevaron a cabo actividades de  arqueología submarina con escafandra autónoma por primera vez en un pecio en  Túnez, y las filmaron para la película Carnet de Plongeé (cuaderno de  buceo), presentada  en el Festival de Cannes de 1951. A partir de su retiro de la Marina  francesa en 1949 Cousteau se dedicó plenamente a la cinematografía submarina.  Desde el primer momento sus experimentos con métodos de buceo autónomo se habían  visto impulsados por su voluntad de rodar bajo el agua; a partir de 1950 iba a  ser su dedicación prioritaria.

Ese año fue cuando fundó su organización de estudios oceanográficos, y cuando  consiguió que un millonario irlandés adquiriese un antiguo dragaminas inglés  construido en los EE UU y se lo alquilara por un franco al año.

El barco fue  equipado con laboratorios de filmación y estudio del mar, un helipuerto y una  cúpula de observación en la proa, y conservó el nombre Calypso de cuando  ejercía como ferry en Malta.

Fue el inicio de más de 45 años de expediciones,  experimentación y filmación que extendieron el conocimiento de las maravillas  del mar a millones de personas, y establecieron el submarinismo deportivo como  una técnica habitual. 

Viajes submarinos del capitán Cousteau

Hoy en día su herencia directa es clara: un gran centro de  investigación oceanográfica, numerosas películas y libros divulgativos, las  series de televisión que le convirtieron en leyenda, una empresa de equipo de  buceo creada con las patentes del aqua-lung original y la transformación del  submarinismo en una vibrante disciplina deportiva que permite a miles de  personas explorar y disfruta del mundo subacuático.

Y, por supuesto, cada vez que un ser humano respira bajo el agua, lo hace a  través del descendiente del aparato que inventó Jaques Cousteau.

No sólo nos  proporcionó las inolvidables imágenes que nos descubrieron parajes increíbles  hoy famosos como Bunaken, en el norte de Indonesia, Manado, junto a Borneo, los  cenotes de la costa caribeña, los arrecifes de las islas del Pacífico o las  Maldivas. Es que además su invento nos permite ir a esos lugares y ver, con  nuestros propios ojos, los animales y las increíbles estampas que allí se  esconden, bajo el mar. Puede que hoy sea su cumpleaños, pero el regalo nos lo  hizo él.

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