Los números son algo más que cifras o símbolos que enumeran cosas o resuelven operaciones matemáticas. Constituyen, básicamente, una herramienta que determina nuestras vidas. Todo, absolutamente todo lo que nos rodea lleva implícito un número. Desde los grados que marca el termómetro a las velas que soplamos cada cumpleaños. Los números han acompañado al ser humano desde tiempos primitivos y son la base de nuestro progreso.
Una larga historia
¿Cuándo empezamos los seres humanos a contar? O, mejor… ¿Cuándo empezamos a usar los números? Lo cierto es que una cosa llevó a la otra. Desde la Prehistoria, los primeros humanos comenzaron a contabilizar cosas con marcas o señales hechas en las paredes de las cuevas o, incluso, en los huesos de los animales. “Desde siempre, para el ser humano ha sido una necesidad vital expresar cantidades con palabras o símbolos”, explica la matemática Ana María López en el capítulo de ‘Curioseando’ dedicado a los números célebres.

Huesos con marcas que representan las primeras formas de contabilizar de los humanos.
Es imposible conocer con exactitud el momento preciso en que a alguien se le ocurrió utilizar un símbolo para contabilizar o agrupar numéricamente algo, pero sí sabemos que las primeras representaciones numéricas datan del año 7000 a.C., con la civilización egipcia. En aquel momento, el jeroglífico era la manera más viable de recrear un número o, incluso, una idea. Los egipcios podían llegar a cuantificar valores comprendidos entre el 1 hasta los millones. Esta civilización llegó a dominar con soltura sus jeroglíficos, algo que sería impensable en nuestros días. ¿Imaginas, por ejemplo, cuantificar con una flor de loto el número 1.000? ¿O dibujar una rana para representar la cifra 100.000? Los egipcios lo hacían, y no les iba nada mal. Pero, quizás, este sistema no era el más funcional de todos…
Hindúes y árabes, una revolución numérica
A los primeros intentos de los egipcios para crear un lenguaje numérico se unieron los del pueblo sumerio y el babilónico. El Imperio romano marcó otro precedente histórico con un sistema de numeración que sigue utilizándose siglos después de la caída de Roma.
¿Qué ocurrió cuando los cálculos comenzaron a hacerse cada vez más complejos y requerían de un sistema numérico más preciso? Por suerte, el sistema de numeración hindú, del siglo V, llegó para cambiarlo todo. Era mucho más práctico que los anteriores porque, entre otras cosas, introdujo una cifra que, aunque no nos lo parezca, es mucho más importante de lo que, a priori, pensamos: el 0. Además, incluía unidades, decenas y centenas, algo insólito hasta ese momento. Casi 500 años después, en el siglo X, los árabes instalados en Córdoba se encargaron de introducir en Europa el primigenio sistema hindú y le confirieron, además, su sello de identidad.
Poco a poco, el sistema arábigo incorporó mejoras y perfeccionó aún más todo lo anterior. Es, en definitiva, el alfabeto universal del lenguaje de las matemáticas que ha perdurado hasta nuestros días. “El sistema de numeración arábigo es mucho más eficiente, más versátil, permite muchas más cosas que todos los anteriores”, explica López, y aclara: “Lo realmente innovador de nuestro sistema de numeración actual es que solo con diez números –del 0 al 9– somos capaces de construir cifras tan grandes como queramos”.
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