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Por qué queremos a Superman (y a la película de 1978)

Días de Cine Clásico
  • Divertida, romántica y con un punto maníaco, la película coloca al superhéroe en una comedia de los años 30

  • Más allá de la fuerza y la visión láser, Superman es una apuesta por la bondad en tiempos de crisis

NOAH BENALAL
6 min.

Cuando el primer superhéroe llegó a la pantalla y entró en las casas de la gente, las familias repetían aterrorizadas a los niños: "En la vida real, las personas no pueden volar". O eso dice siempre mi madre, que se quedaba embobada viéndome recitar los diálogos de Superman (1978) de Richard Donner frente a la televisión del salón cuando no levantaba dos palmos del suelo. Eran los años 90, casi dos décadas después del estreno de la película, y entre los efectos especiales analógicos y la música de John Williams, todavía se mantenía intacto el sentido de maravilla que esta era capaz de despertar. Un superhéroe atravesaba el cielo de Nueva York agarrando a una chica y mi madre sentía la necesidad de recordarme que el cine no es más que un truco de magia: tenía miedo de que, de tanto admirar a Superman, me diera por imitarlo y saltase por la ventana.

Christopher Reeve y Margot Kidder en el rodaje de 'Superman' (1978)

Al enfrentarse al cine de la infancia, es fácil mezclar la realidad con las historias, y el afecto con la admiración sincera de las formas. Pero las imágenes de Superman (1978)en una iconosfera saturada de trucos de magia semejantes. El vuelo de Lois y Clark, cogidos de la mano, mientras su voz en off describe el despertar de su amor romántico, tiene todavía una cualidad poética y emocionante. Iba a ser, al principio, una escena musical al estilo de Aladdin o Peter Pan, pero Margot Kidder no sabía cantar y la idea se quedó en esta ensoñación recitada, que a algunos les horroriza y a otros nos encanta.

Margot Kidder y Christopher Reeve en 'Superman' (1978)

Como la destrucción de Krypton, en ese prólogo que ocupa casi cuarenta minutos de metraje, llena de ocurrencias visuales (con sus edificios de goma espuma, sus pedazos de cristal, sus trajes de papel de aluminio y sus cárceles bidimensionales), o el desafío desvergonzado a las leyes de la física cuando Superman da vueltas alrededor de la tierra para echar el tiempo hacia atrás. La primera película de superhéroes busca soluciones originales y caminos sin explorar para convocar otros mundos y nuevas maneras de ver el nuestro.

El planeta Krypton en 'Superman' (1978)

En sus aciertos y sus fracasos, Superman (1978) nos obliga a adoptar una mirada tierna. Por eso es tan agradable volver a ella. Sin parapetarse bajo varias capas de ironía ni renunciar al sentido del humor y el del ridículo, la aproximación a los superhéroes de Richard Donner sigue destacando de un modo especial: no sólo por la nostalgia, sino por el equilibrio entre lo mítico y lo prosaico que controla la mayor parte de la cinta. En el corazón de la película de 1978 no está el romanticismo, ni el relato mítico, ni la ciencia ficción: tonalmente, Superman es una divertida comedia que emula las formas de los años 30.

Margot Kidder y Christopher Reeve en 'Superman' (1978)

Una screweball comedy de superhéroes

El referente claro es Luna Nueva (Howard Hawks, 1940), con Cary Grant y Rosalind Russell, aunque el estilo actoral se inspiró en La fiera de mi niña (Howard Hawks, 1938): Christopher Reeve y Margot Kidder encajan de forma perfecta en esa dinámica de pareja de screwball comedy en la que todos los rasgos están exagerados, el humor es físico y visual y los diálogos se arrojan antes de que haya dado tiempo a procesar su significado. Aunque en este caso el dúo cómico es más bien un falso trío, que da vueltas alrededor de sí mismo como un perro tratando de morder su propia cola: el tímido Clark Kent que persigue a Lois Lane, hipercafeinada, moviéndose a toda prisa en el mundo del periodismo intrépido, persiguiendo a su vez a Superman y manteniendo la película en un constante movimiento basado en el absurdo.

Margot Kidder y Christopher Reeve en 'Superman' (1978)

Es una película de su época y las dinámicas de género están lejos de ser perfectas. Lois destaca por su entusiasmo pero no sabe deletrear y necesita ayuda para escribir los titulares más viciosos y amarillistas de la prensa de sucesos, que siempre están llenos de erratas. Aunque en el maníaco desastre del personaje reside su encanto: fuma, conduce temerariamente, le explica a Clark Kent que la vida tranquila es para quien la quiera, no para ella, y no teme ninguna clase de situación. La señorita Teschmacher, la acompañante de Lex Luthor intepretada por Valerie Perrine, recae con más fuerza en los estereotipos reservados a los personajes secundarios femeninos de los años 70. Sexualizada, sometida y recluída en la mansión del villano con trajes de Barbarella, merece ser reivindicada tras este maltrato: es la única que le lleva la contraria a Lex Luthor, criticando sus planes y evidenciando que es un hombre diminuto en busca de poder.

Marlon Brando es Jor-El en 'Superman' (1978)

Un amigo de otro planeta

La película de 1978 es una fábula colorida sin grandes pretensiones en la que, de alguna manera, Estados Unidos también se deja en evidencia: podemos leer sus deseos y necesidades como si nosotros también tuviésemos mirada láser. Luthor, villano de opereta, es interesante por la absoluta falta de sutileza con la que el presente se introduce en la película: situada tras la recesión económica de 1970, en una época de enorme inflación y en plena Guerra Fría, el villano es un especulador inmobiliario con acceso a misiles nucleares y una guarida subterránea en el centro de la Gran Manzana.

Salvado in extremis de la destrucción de su propio planeta, Superman es enviado por su padre a la tierra para salvarnos a nosotros, un trasunto mesiánico puramente norteamericano que llega, entre Encuentros en la tercera fase (Steven Spielberg, 1977) y E.T., el extraterrestre (Steven Spielberg, 1982), en el momento en el que Hollywood estaba más fascinado con el espacio y la carrera espacial engendraba un nuevo tipo de utopía.

Marlon Brando, Susannah York son los padres de 'Superman' (1978)

Superman es "un amigo de otro planeta", como él se presenta, y es "demasiado bueno para ser cierto: no bebe, no fuma y dice la verdad", como suspira la señorita Teschmacher. Si dejamos a un lado el nacionalismo de folletín y miramos en el ámbito de lo humano, es muy difícil no apostar por este héroe: sobrevivió una hecatombe climática, tiene un trabajo a media jornada, frena la especulación inmobiliaria y evita los accidentes de tráfico en vez de causarlos, como los superhéroes de ahora. Limpio de cinismo, reacción traumática o narcisismo vigilante, Superman es un modelo de bondad en tiempos de crisis.

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