Moda, famosos y tendencias
50 años de su muerte

¡El rey ha muerto! Así fue el emotivo entierro de Cristóbal Balenciaga en Guetaria

RAFAEL MUÑOZ(@MUNOZ_RAFA)
5 min.

"¡Balenciaga ha muerto y la moda nunca volverá a ser la misma!". Con estas palabras anunció Sam White en el Evening Standard de Londres la muerte de Cristóbal Balenciaga. Fue el 23 de marzo de 1972. Tenía 77 años. Desde su retirada viajaba mucho por España, sobre todo a la costa de Levante, donde quería comprar una casa. Allí hizo su último viaje, aunque es más preciso decir que fue su penúltimo viaje. Estaba en el Parador de Jávea con su inseparable Ramón Esparza cuando sufrió un infarto. Se llamó al doctor Rafael Peiró y este pidió que se le trasladara de urgencia al Sanatorio de la Sagrada Familia de Valencia. Le ingresaron en la UCI y allí (como recuerda Enrique Lafuente en un post) tuvo un segundo infarto que terminó con su vida la madrugada del 24 de marzo. Sus restos mortales se trasladaron en coche a Guetaria, su tierra natal, y reposan en el cementerio de la localidad guipuzcoana bajo un sobrio bloque de granito negro. No está solo

Fotografía del entierro de Cristóbal Balenciaga publicada en la revista Miss Archivo de Fernando Lemoniez

El dolor de sus paisanos

El entierro del maestro fue el 25 de marzo y fue recogido por todos los diarios de la época. Así fue la crónica que hizo El Diario Vasco, que guarda en sus archivos el modista Fernando Lemoniez.

"A las seis de la tarde en punto entraba en Guetaria nuestro tan querido Cristóbal Balenciaga, seguido de muchísimos amigos que vinieron acompañándole desde Valencia, de donde habían salido a las cinco de la mañana.

"El templo parroquial se hallaba abarrotado. El pueblo de Guetaria no quería faltar de asistir a la ceremonia religiosa de uno de sus hijos más preclaros. Estaban presentes muchas personalidades venidas de Madrid, Barcelona, París, Suiza, etc… Vimos, entre otros, a Hubert de Givenchy, uno de los grandes modistas actualmente; no podía faltar a acompañar a su amigo y maestro. Estaban los señores de Bricard (Hubert), que estaban con Balenciaga en Jávea. El suizo Zumstegg, que fletó un ‘jet’ para venir y trajo a Givenchy. También uno de los más famosos anticuarios del mundo, Bizet, y otros muchos amigos venidos de Francia. De España, vino de Barcelona Pedro Rodríguez, que representaba a la costura española. Nuestro gran escultor Chillida. Su amiga la marquesa de Llanzol vino con sus dos hijos y nuera, y se fue de Madrid a Valencia para acompañarle desde allí. Sus amigos de San Sebastián no faltaban: la familia Calparsoro (Rafael) con sus hijos, señores de Orueta, Ganuza, Bergareche, Pradera, Lemonier, Azpilicueta, Subijana y otros tantos que no citamos pues sería interminable la relación.

"Presidieron el duelo sus dos sobrinas y varios sobrinos nietos con su entrañable Ramón Esparza. La ceremonia religiosa fue emotiva, sencilla, honda, como son en los pueblos guipuzcoanos. A continuación, en una larga comitiva, todos a pie, se le llevó al cementerio, sobrio, humilde, en pleno monte, desde donde se domina Guetaria y el Mar Cantábrico. Una larga fila de asistentes de cerca de un kilómetro de larga siguió con emoción, respeto y amor al que fue el indiscutible, el primero de los primeros, el gran artista, lleno, llenísimo de sensibilidad de todo lo que era bonito, hermoso, elegante, sobrio, distinguido, en resumen, el artista de los artistas. Quiso le enterraran con su amada madre y su queridísima hermana Agustina. Bonito lugar, sencillo, para poder reposar.

"El hijo de Guetaria, el que amó a San Sebastián, a Guipúzcoa, a España, fue un hombre que perteneció al mundo. ¿Qué país no conoció el nombre de Balenciaga? Todos te queríamos y admirábamos. Que tu ejemplo, tu vida, sirva para que otros te imiten, te sigan y dejen el nombre de Guetaria, San Sebastián, de Guipúzcoa, a la altura que lo dejaste.

"¡Cristóbal Balenciaga, todos te lloramos. ¡Descansa en paz!".

La crónica del entierro de Cristóbal Balenciaga en El Diario Vasco Fernando Lemoniez

Otro de los asistentes al entierro fue Emanuel Ungaro, y años más tarde recordaba así aquel día. "Se ofició una ceremonia religiosa en un cementerio al lado del mar y la iglesia era un derroche de flores, como si aquel pueblecito de pescadores estuviera esperando su llegada, la de su paisano. Por eso dije: '¡Triunfó en la vida, pero también ha triunfado en la muerte, lo cual no es fácil!". La noticia tuvo alcance internacional y todas las cabeceras, tanto periódicos como revistas, publicaron obituarios. En el Women´s Wear Daily escribió el suyo Pauline de Rothschild. "Yo conocía a otros diseñadores, les tenía mucho aprecio, y los entendía, pero los misterios eran de Balenciaga". Estas palabras las recoge Hamish Bowles en el libro 'Balenciaga y la pintura española', publicado con la exposición que comisarió Eloy Martínez de la Pera en Madrid. Y tras ellas se puede leer la sensación que Pauline de Rothschild tuvo al visitar la tumba del modista frente a un mar que era "el muestrario de telas de una colección de Balenciaga: azules lavados por la lluvia, grises con un matiz verdoso, los efectos de la intemperie que ha rebajado el marrón oscuro de la madera a un café claro o blanco, o bien ha dejado un duro azul metálico".

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