El Museo Cristóbal Balenciaga abre el tercer y último capítulo de la serie Moda y Patrimonio que inició en 2008. Con estas tres exposiciones pone en valor el legado material e inmaterial del modista de Getaria pero también traslada en el tiempo su obra, que pasa de ser moda temporal a objeto atemporal de museo. La primera parte de este tríptico apasionante se centraba en las investigaciones y los resultados que arrojaron sobre su figura. La segunda desviaba la atención hacia los contextos, desde el ambiente en el taller a la venta, a la clienta final.
La actual es una emotiva biografía, una exposición que solo pretende arrojar luz sobre la persona, sobre Cristóbal cuando no era Balenciaga.
“Lo hemos hecho utilizando una luz tenue, muy sobria, una luz pequeña que era la que precisa alguien que siempre estuvo alejado de los focos, observando detrás de la cortina”. Habla Igor Uria, comisario de las tres exposiciones que ha hecho el museo. "Empezamos en 2018 con un aniversario, cuando se cumplían 50 años de su retiro, cuando cerró sus salones, de ese ‘Fin de una época’ del que habló la prensa. Y terminamos con el 125 aniversario de su nacimiento. ¡Este ya es el fin!”.
Si en la dos anteriores el foco de atención estaba en todo lo que rodeó o produjo el modista, ahora todo gira en torno a él. Se pasa así de la invisibilidad a la visibilidad. Por eso, juntos a sus vestidos y abrigos destacan sus objetos personales y retratos. Una camisa blanca con sus iniciales, un esmoquin que se hizo en París en 1939, sus tijeras, fotografías que él se dejó hacer. “Hemos querido ser muy respetuosos con lo expuesto, como lo era él con todo el mundo. No somos sus herederos pero hemos querido reflejar lo que era él”, contesta. “Queremos que sea él quien hable a través de esta exposición. Te queremos, te cuidamos y queremos que te vean como una persona, que vean tu humanidad”, agrega.
Hay vitrinas que contienen una fotografía del maestro y al lado la prenda que llevaba puesta, en este caso un polo azul, manifactura de la casa. Pero Uria insiste en que no hay adoración ni veneración. Al menos esa no es su intención. “El polo azul está plegado porque no buscamos la corporeidad de Cristóbal Balenciaga, solo nos interesa el hombre. Las vitrinas no son capillitas, son espacios que solo quieren humanizar al personaje, destacando su religiosidad pero también su generosidad”.
El esmoquin que se exhibe ahora se lo regaló al hijo de la marquesa de Llanzol para que fuera a un evento a París. Y en una mesa acristalada vemos dos chaquetas que hizo con tejidos de su taller. Una para un marinero de Getaria y otra para un labrador de Igueldo. Dos regalos que son otros dos trazos de este interesante boceto que hace ahora el museo para retratar al hombre. Aunque, en este caso, es imposible desligarlo del profesional. ¿Pero cuándo se fundieron en la misma persona?
La segunda exposición terminaba con la entrevista del maestro –solo concedió dos en toda su vida y las dos una vez retirado- en Paris Match. Ahí contaba cuándo supo cuál era su camino y con ese punto de inflexión arranca el recorrido por la muestra de ahora. “Se dice que heredó de su madre el oficio, ya que ella era costurera, pero no es cierto. Él contó que fue cuando, con 15 años, vio salir de la iglesia a la Marquesa de Casa Torres y queda fascinado con ella. ¡Su madre hacía ropa y esa señora vestía moda!”
Por eso la primera vitrina hay una reproducción del óculo del pórtico de la iglesia de Getaria y debajo un vestido de novia en un delicado crêpe de satén, drapeado en la cadera y cola con cenefas de lentejuelas. Una pieza soberbia que se ha restaurado por completo debido a su mal estado. El conjunto es arrebatador, y revelador. Con él se inicia el recorrido que navega por los años 20, del siglo XX, con vestidos de línea recta pero hechos con encaje y detalles preciosistas. Al lado facturas de la marquesa de Casa Torres: Abrigo gris, 425 pesetas. Vestido de noche, 725 pesetas.
Los fondos del museo dialogan con los préstamos temporales en espacios que mantienen el 50% de humedad y una temperatura de 18º. Espacios en los que el tiempo queda atrapado y en los que las prendas se exhiben sin interferencias estéticas. Sí hay guiños, pero muy sutiles, a las cortinas del salón de moda, a las molduras, a las fuentes de inspiración. Hay piezas e instalaciones que se repiten porque encajan en otro contexto narrativo o tienen varias lecturas.
Según se avanza nos adentramos en los años 30 y llama poderosamente la atención un vestido en muselina blanca con bordados florales ribeteados con hilo azul marino. Los años 40 son, en contra de lo que suponemos –carestía y sobriedad-, fueron especialmente llamativos en la obra de Balenciaga. Vemos un traje de chaqueta de 1947 en raso bordado con flores blancas que ya avanza el New Look de Dior. Y dos boleros, o toreras, conectan su obra con la españolidad que tanto marcó su trabajo. Un bolero de otomán rojo con pasamanería y azabache rivaliza en poderío con otro en terciopelo negro bordado en azabache y flecos.
Y llegamos a los 50. La época cumbre de Balenciaga.Hay un vestido con escote palabra de honor y una especie de delantal de terciopelo, todo en negro, que resulta asombrosamente moderno. Vemos vestidos globo, variaciones de las túnicas que, curiosamente, siguen llegando al museo, vestidos saco, vestidos de coctel en tafetán ikat, los versátiles vestidos-capa y un deshabillé en raso naranja con brocado de seda y lúrex. “Para mí su estado de gracia es la década de 1947 a 1957. En los 30 se ha consolidado, el hombre decide que quiere ser costurero. Después hay revolución, sí. Hay minimalismo, sí. Hay volúmenes importantes, sí. Pero todo estaba ya antes, es entonces cuando la modernidad viene dada por los tejidos”, revela.
La quinta sala, previa al fin, es casi una secuencia cinematográfica del trabajo en el atelier. Vemos un vestido en tafetán tornasolado fucsia con efecto muaré y dos volantes en el bajo que se mira de frente con una toile, el previo al vestido, y además está el boceto de la casa, el boceto comercial y la fotografía del vestido, que es de 1963.
“Ha sido un trabajo muy fructífero y se ha hecho persiguiendo una serie de valores que queríamos trasmitir. Nosotros somos el Museo Balenciaga, no podemos plantear otros temas, nuestro discurso tiene que ser permanente, acorde con el discurso del museo”. Lo dice respondiendo a la pregunta de si se está exprimiendo en demasía a Balenciaga, ya que en 2019 hubo al menos tres exposiciones. No todas con el mismo resultado. "Sí", dice rotundamente. Y lo explica con elegancia. “Claro que todavía se pueden contar cosas de Balenciaga pero lo importante es que se haga con los mismos valores que el tenía".
Entre ellos el silencio."Es lo que hemos hecho, marcar, remarcar ese silencio que para él era tan importante. Su taller era casi un espacio monacal cuando se trabajaba, las trabajadoras hablaban, claro, sobre todo cuando no estaba él. Pero lo que hemos querido es trasladar ese momento de silencio al espacio expositivo. ¿Cómo lo hemos hecho? Pues vaciando las vitrinas y las salas, construyendo espacios aparentemente vacíos”.
Vacíos y silencios que muestran y hablan del maestro. Y también lo hacen los retratos, algunos tan atractivos la serie que le hizo Cecil Beaton en 1957. Y el retrato lo completa el catálogo, con textos de cuatro personas que lo conocieron. Natalia Figueroa: "Era un ejemplo de elegancia y espiritualidad"; Rosa Medina Balenciaga: "La falta de educación le molestaba soberanamente"; Fernando Martínez: "Daba una imagen muy seria pero era capaz de reir hasta que le saltaban las lágrimas"; Miguel Cardona: "Yo siempre había tenido el sueño de ser chófer de un personaje grande, y mi sueño se cumplió".
Este es sin duda un año excepcional para el museo Cristóbal Balenciaga y para la firma, afincada en París. Desde Getaria se han programado varias acciones en este año que celebra el 125 aniversario del nacimiento del modisto, entre ellas una exposición en julio de 2020 que hará dialogar el legado del modista español con el de Azzedine Alaïa. La firma, Balenciaga, vuelve a la alta costura 52 años después de la retirada de su fundador.
Todo un acontecimiento que es, además, un gran salto profesional para Demna Gvasalia, su director creativo. “Ha llegado a absorber algo de Cristóbal Balenciaga, lo noto incluso en las espaldas agrandadas de sus chaquetas que también veo en piezas del museo. Balenciaga no apoyaba la hombrera en el hombro, la generaba, y eso lo veo, o lo quiero ver en Gvasalia. Ha conseguido mucho en poco tiempo y ahora quiere más. Y lo siguiente es la exclusividad, reducir el número de clientas. Y eso es la alta costura. ¡Demna va a hacer que Balenciaga vuelva a la alta costura!".