Zandaya se ha quedado inexplicablemente fuera de los Globos de Oro, pero el estreno de Malcolm y Marie este fin de semana la ha vuelto a poner bajo los focos que le pertenecen por derecho. El último trabajo de este icono de la generación Z demuestra que Zendaya ya está lista para 'graduarse': en 2020 se convirtía en la mujer más joven de la historia en ganar el premio Emmy a mejor actriz por su papel en Euphoria y ahora ha sacado adelante un proyecto propio con el que amplía sus miras como artista y, por el camino, salva al equipo de la serie de los estragos laborales del coronavirus.
El resultado es una película que depende por completo de su interpretación y de su capacidad para atraer a un público masivo: dirigida por Sam Levinson (Euphoria), esta incursión en el cine independiente narra la tensa discusión de una pareja 'rota por el cine'; una joven recuperada de su adicción a las drogas y el director que ha convertido su historia en ficción.
Aunque Malcolm y Marie ha recibido críticas por su temática y por la diferencia de edad entre sus dos protagonistas —Zendaya tiene 24 años y John David Washington, famoso por su papel en Tenet, tiene 36—, la película es un fabuloso escaparate para su talento, su ambición y su sentido de la responsabilidad: la actriz la produjo y la co-financió porque tenía ganas de volcarse en algo complejo y suyo, y también para emplear a los técnicos que se habían quedado sin trabajo durante el confinamiento.
Y la experiencia ha supuesto para ella un antes y un después. Así lo expresaba Zendaya entre nervios: "Esta es mi primera vez siendo la actriz protagonista, pero también la primera vez que estoy tan involucrada creativamente en algo, produciendo ese algo, co-financiándolo, siendo su propietaria y compartiéndolo con todo mi equipo".
"Normalmente soy muy autocrítica y eso me lleva a tener demasiado miedo de hacer cosas o a confiar en mí misma lo suficiente como para intentarlo. Esta es la primera vez que he pensado que tal vez podría conseguirlo", dice.
Intimidad delante y detrás de las cámaras
Zendaya Maree Stoermer Coleman utilizó su segundo nombre (que, a diferencia del de su personaje, se escribe con doble 'e') para firmar la presentación informal de la película que llevó a cabo en su cuenta de Instagram, donde suma 86 millones de seguidores: "Hicimos esto en familia, lo rodamos en 14 días con un equipo de 22 personas al que estoy eternamente agradecida. Por su talento, su tiempo, su trabajo duro y su voluntad de creer en esta película. Si hay algo que aprender de este año, y espero que también de nuestra pequeña película, es la gratitud por cada momento y cada persona a la que tenemos la suerte de querer".
Su discurso también echa luz sobre varios aspectos cruciales de la cinta: aunque orbita alrededor de un conflicto y una larga discusión, la conversación de Malcolm y Marie está llena de rodeos y matices que mantienen un tenso equilibrio entre el drama psicológico y una perversa comedia. Ellos se aman, se odian, se admiran, se desprecian y son tan dulces como crueles, y el único deseo de la actriz era que la audiencia disfrutase de estos vaivenes: "En nombre de este pequeño equipo de 22 personas espero que se os riáis (por favor, ¡reíd!) y que lloréis y que disfrutéis de esta cosa tan pequeña que hemos hecho con tanto cariño".
Es este inmenso rango expresivo el que ha escrito el nombre de Zendaya en la quiniela de los Oscar, que marcaría un punto en el camino difícilmente anticipado por la joven que empezó como chica Disney en series como Shake It Up o K.C. Agente Especial, se asomó a la gran pantalla de la mano del musical El gran showman y las películas de Marvel Spider-Man: Homecoming y Spider-Man: Lejos de casa y recibió su gran oportunidad de mano de la producción a la que ha querido devolverle un poco de su cariño y cuidado: Euphoria.
Por eso, cuando quiso llevar a cabo su 'proyecto pasional' durante el confinamiento, recurrió al director con el que había trabajado en la serie, Sam Levinson, y trabajó mano a mano con él en el desarrollo de una historia que tenía que ser sencilla por sus limitados recursos pero que debía, además, satisfacer su deseo de retarse y crear algo bello.
"Él pudo ver en mí a una mujer adulta, en la que me estoy convirtiendo", cuenta en exclusiva a la revista Fotogramas, donde describe una relación de absoluta confianza con su compañero, John David Washington, y con un director que ha sabido canalizarlos a ambos: "No es fácil encontrar personajes con tantas capas, tan complejos y a veces oscuros como los que crea Sam; no siempre me identifico con ellos ni los entiendo, pero me obligan a descubrir aspectos de mí misma que desconocía y a convencerme de que soy capaz de darles vida."
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