Como dice el villancico: "Ya vienen los Reyes con el aguinaldo". El 6 de enero es una fecha señalada para muchos niños y niñas que se han portado bien durante todo el año para poder pedirles a los Reyes Magos que les traigan sus juguetes más deseados en la última noche de Navidad cargada de magia y regalos.
Para celebrar la llegada de Sus Majestades, todos los años comemos en el Día de los Reyes Magos un postre ya tradicional entre nuestras mesas: el Roscón de Reyes. Este dulce típico navideño es un bollo circular con un agujero en medio que se elabora con una masa dulce y se adorna con fruta confinada. A veces está relleno de crema, nata o chocolate, aunque también se toma sin ningún tipo de relleno.
El origen del Roscón de Reyes: un dulce pagano
Existen muchas tradiciones paganas que con el tiempo se han ido incorporando a las celebraciones religiosas cristianas y el Roscón de Reyes es uno de estos casos. Para conocer su origen debemos remontarnos al siglo II a.C., donde las festividades de mediados de diciembre celebraban la buena cosecha de la agricultura antes bajo el nombre de 'Saturnales' (en honor al dios romano Saturno, venerado por las cosechas) con el fin de celebrar la recogida de alimentos. Por tanto, eran fiesas de alegría y celebración donde se descansaba, los esclavos no tenían que trabajar y se realizaban comidas ostentosas para recibir el nuevo año.
Una de estas comidas es el típico postre del Día de Reyes, un roscón que entonces era una torta a base de miel en la que se introducían frutos secos, dátiles e higos y que ha ido evolucionando hasta el roscón con fruta confinada que conocemos en la actualidad. La preparación de esta torta se volvió una tradición anual hasta convertirse en uno de los postres más populares entre mayores y pequeños el 6 de enero.
El haba y la figura del Roscón de Reyes se añadieron años más tarde
Alrededor del siglo III d.C. se introdujo el haba como símbolo de fortuna y fertilidad dentro del roscón, asegurando que aquel que tocara la porción que llevara el haba tendría prosperidad durante todo el próximo año. Por ese entonces se empezaron a eliminar todas las fiestas consideradas paganas a raíz de la promulgación del Edicto de Tesalónica por el emperador Teodosio, donde se establecía que el cristianismo pasaba a ser la religión oficial del imperio romano. Sin embargo, la tradición de la torta de miel perduró hasta convertirse en una representación de la visita de los Reyes Magos (Melchor, Gaspar y Baltasar) al niño Jesús en el Belén.
¿Cuándo se añadió entonces la figura de la suerte? Pues no fue hasta el siglo XVIII, cuando un cocinero al servicio del Rey introdujo una moneda de oro en el postre como sorpresa para el monarca Luis XV. Desde entonces la moneda de oro se convirtió en un imprescindible del postre, pasando a ser la sorpresa deseada de todos y dejando de lado al haba, que no la quería ya nadie y pasó a ser un símbolo negativo de mal augurio.
Años más tarde Felipe V sustituiría la modalidad de la moneda de oro por la actual figurita de porcelana, que sigue siendo más esperada que el haba. Y ahora lo que toca es comprar uno de esos riquísimos postres y disfrutarlo, aunque sin pasarse para no cometer otro exceso más de comida navideña para el cuerpo. ¡Feliz Día de Reyes!