"Siempre le dedico los premios a mi madre pero en esta ocasión se lo dedico a mi padre, porque lo amo, y en esta colección hay dos piezas que son suyas", dice emocionado Juan Vidal tras recoger el premio L´Oreal a la mejor colección, el cuarto para este alicantino de 39 años. "Estoy muy contento y muy agradecido, porque ha sido muy difícil hacer esta colección, con tejidos de varios países que no llegaban a tiempo. Hemos echado muchas horas y días y por eso lo agradezco tanto", dice. "Y he querido dedicársela a mi padre, que ya está mayor, y le debo mucho".
Vidal se llevó en noviembre de 2019 La Aguja Brillante que concede Gremio Artesano de Sastres y Modistas de la Comunitat Valenciana y el Premio de Moda de Comunidad de Madrid, el Premio Nacional de Moda que concede el Ministerio de Industria en 2015 y dos años antes ganó el concurso Who´s On Next de la revista Vogue. Galardones que reconocen el talento y la proyección de este modisto de 39 años.
La propuesta con la que impone en la 71ª edición de MBFW Madrid se llama 'Barbara', porque su musa es, ahora, Bárbara Cartland. Pero que nadie se eche las manos a la cabeza porque el modisto tiene talento llevarse ese universo rosa y hacer sublime la cursilería, que tanto éxito tuvo, de la icónica escritora. “Era todo dulzura y sensibilidad pero montó un imperio con sus libros. ¡Ella tenía poder y dejó claro que puedes ir vestida de rosa y ser una mujer de armas tomar!
Ver el desfile de Vidal es como leer un libro de la escritora inglesa porque el modisto habla de amor, deseo carnal “e incluso de la necesidad de tener un final feliz”, dice, y en este caso es una novia de blanco, “es un guiño al vestido tarta de Lady Di, y otra vestida de negro, “¡que es el novio!”. Pero no nos saltemos páginas. Tras el prólogo de introducción, llegan las propuestas de verdad. Lazos, corazones y ositos, como el que tenía la Cartland, decoran las prendas.
Los lazos se atan y desatan sobre los vestidos de patrón amable y tejidos sensuales. “Hay lazos que acarician la prenda, lazos que se violentan y la envuelven, la abrazan e incluso se convierten en patrón”, dice. Y no será por lazos, los vemos sobredimensionados e incluso en un estampado que enseña cómo atarlos. Con la ayuda de Cupido lanza flechas con la punta de corazón en sus vestidos, cintas sin atar que caen rozando el tejido, tan suave como una segunda piel.
Destacan las dos chaquetas (en tonos cálidos una y en tonos fríos, la otra) por lo bien hechas que están y por lo que cuentan. “Las ha patronado mi padre y las he hecho con retales de tejidos antiguos, que es algo muy sostenible. Solo hay 15 piezas de cada uno de los modelos porque cada retal del patchwork es único”, desvela, y sin querer habla de otro amor, el que se esconde en las costuras de estas chaquetas, amor al padre, al maestro que hoy, orgulloso, dice que “Juan lleva la moda en el corazón”.
La paleta de color pasa de los suaves, de tocador, a los marrones fuertes, un color que Cartland detestaba. Lo vemos en vestidos camiseros, y en piezas de napa, muy potentes. Como el mono en el mismo tejido pero en rojo intenso. “Salto de lo ñoño a lo agresivo, de lo romántico a lo más fuerte”.
Fabulosas son las prendan en punto canalé con lúrex que se decoran con plumas y divinos los vestidos lenceros, en rosa maquillaje y en rojo, con seis bolsillos lazo, dos en la espalda. Piezas cargadas de sensualidad, de esas que invitan a dejarse llevar, de esas que te invitan a pasar al dormitorio.
Vidal hace otro guiño al momento más carnal, a la parte de la historia que se desarrolla en la cama, con vestidos negligé decorados con encaje y rayas colchón, incluso para estolas acolchadas. Las prendas de abrigo, de plumas, son contundentes “pero muy ligeras y de alta calidad”, dice. Y llaman poderosamente la atención los vestidos y faldas de volúmenes picantes, logrados con nostálgicos miriñaques. Los zapatos y botas de la casa española Magrit y los originales tocado de Conchitta decoran la colección, y también los ositos que se venden para ayudar a una ong que trabaja con niños. Una colección que lanza muchas flechas y todas te llegan al corazón.
Duarte ha cerrado la jornada en Ifema con una propuesta para hombre y mujer. Kiko Font, su director creativo, se esfuerza en modernizar los armarios pero sin estridencias, a golpe de aguja y con tesón. La sastrería, marca de la casa, va cediendo protagonismo a otras prendas, como las de abrigo o el punto. Y todo con una elegancia moderna que se aleja de lo local para abrirse paso fuera de nuestras fronteras. Le gustan los coches, dice, y ahora se inspira en un modelo antiguo de Alfa Romeo de los años 50 para hacer el único estampado que lleva la colección y tomar prestado los colores de la carrocería. Azul cerúleo, tono icónico gracias a la película El diablo se viste de Prada, es uno de los que usa, junto al azul pitufo, los marrones, verdes, amarillos y blancos.
Sus clásicos renovados, como llama a sus prendas, tienden a la verticalidad, con patrones que estiizan la figura. Las formas del automóvil se trasladan a las prendas, y se aprecian sobre todo en la parte trasera, un lugar que atrapa todas las miradas. El desfile ha tenido un enorme poder de convocatoria y había lleno absoluto. En las primeras filan hemos visto a Félix Gómez, Brisa Fenoy, Ángel Schlesser, José Lamuño y Jaime Costos, exembajador de EE.UU. en España.