Enérgico, imaginativo y talentoso, así define Cayetana Guillén Cuervo a nuestro anfitrión. Es el invitado más joven hasta la fecha de “Cena con mamá” y ha vivido toda su adolescencia dentro de la pequeña pantalla en la famosa serie de “Aída”. Ahora, además de ser actor, también es realizador y director de cine y de momento parece no tener techo. Nos citamos esta vez con Eduardo Casanova para rendirle una cena homenaje a su madre.
Mi madre me aguanta muchísimo, me acompaña en todos los procesos de mi vida, en los creativos, en los personales, en todos, y yo reconozco que no soy una persona fácil”, por este motivo Casanova quiere prepararle esta sorpresa tan especial, para agradecerle su paciencia y su apoyo en todo momento desde que supo que se iba a dedicar al mundo del entretenimiento.
Y es que Eduardo Casanova empezó desde bien pequeñito a salir en televisión con su rol de “Fidel” en “Aída”, pasó diez años de su vida en la famosa serie, prácticamente toda su adolescencia, y ahí empezó a fijarse en el mundo de la producción y de la realización: “Lo que más valoro de lo que me ha dado la serie es que ahora mismo yo puedo dirigir”. Desde sus inicios, recuerda descubrir el cine con Pedro Almodóvar: “Para mí es un referente absoluto” y asegura que el cine que más le gusta es el de terror.
Repasando su pasado, nos cuenta como era estudiar y trabajar a la vez: “Dejé el colegio muy pronto, seguí estudiando a distancia” y la habla de la relación especial que desde siempre ha mantenido con su madre: “Tenemos una relación muy estrecha llevada al extremo”.
Al hablar de su madre, a Eduardo se le ponen los ojos como platos: “Sólo siento una absoluta comprensión, en lo más interno de mí, en ella”. Confiesa que son prácticamente “una misma persona” y que su padre es como el “elemento que les neutraliza”. La estrecha relación que tienen les hace ser una familia moderna y unida aunque a veces pasen algunos días sin hablar a causa del trabajo.
Como siempre, Carlos Maldonado, ganador de MasterChef 3, se hace dueño de la cocina para ayudar a Casanova y a Cayetana a preparar ese menú tan especial y tan madrileño. De entrante, un increíble snack de jamón con trufa y caviar, que sigue con un cocido madrileño en forma de takoyaki, y de postre, en honor a todas las comidas familiares, unas torrijas con rocas de yuzu y frutas. Los tres artistas se lo pasan en grande entre fogones, contando anécdotas, viajes y futuros proyectos.
Una vez le dan la sorpresa a Teresa, su madre, charlan durante la cena de su experiencia como actriz, trabajando para “Carmina y amén” de Paco León y cuenta como era su hijo de pequeño: “Una joya” dice, aunque “muy mal comedor, horroroso”. Asegura que durante la adolescencia “lo más difícil del proceso de mi hijo era gestionar la fama“.
Además, al estar tan unidos, ambos viven situaciones parecidas durante el proceso creativo de Eduardo. Según cuenta, lo mismo pueden pasar dos días sin que de señales de vida o igual no para de llamar a su madre para pedirle consejos y opiniones. Y la relación es tan cercana que incluso mucho de lo que aparece en los guiones del joven director, lleva el sello de su madre en la que confía ciegamente. Madre e hijo nos cuentan de manera divertida como viven el proceso creativo de Casanova.
Para acabar, con Teresa totalmente impresionada por la cena que le han preparado, Eduardo no le ha escrito una carta, pero sí le dedica unas preciosas palabras en las que le agradece su apoyo incondicional, su comprensión y ternura y su amor infinito por él: “Se merece una cena, una comida, un paseo… se lo merece todo”.