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Carta al fan incomprendido y al ídolo que no sabe serlo

MARÍA GARCÍA
8 min.

Hace unos días me encontraba completamente desconectada de mi realidad porque lo confieso, estaba en ese momento donde las redes sociales llegaban a entretenerme igual que el mejor programa de televisión de la historia. En este caso estaba en Twitter y mi TL se llenaba de un único tema -porque ya sabemos que cuando algo nos indigna, nos encargamos de que el mundo lo sepa-. Se trataba de la selección española de fútbol y el "feo" gesto que, según los usuarios, había tenido frente a las decenas de personas que se agolpaban a la salida de su hotel antes de terminar empatando frente a Polonia. El equipo fue aclamado por multitud de seguidores que no perdieron la oportunidad de acercarse a sus ídolos. Porque eso es lo que son, ¿no? Figuras que consiguen que las personas viajen por ellos, sean capaces de invertir dinero para verlos más de cerca y que incluso les ofrezcan su apoyo en sus peores momentos.

Viendo estas imágenes, ¿quién no se ha sentido identificado con la afición? Recuerdo que durante el Mundial de Sudáfrica, mi "yo" adolescente acudía muchas tardes al complejo de Las Rozas donde el equipo se entrenaba cada vez que tiene un partido oficial. Sea amistoso o no, allí se daban citas los mejores jugadores del momento y, ¿cómo no ir hasta allí teniendo la oportunidad de hacerlo? El hecho de trasladarme hacia su terreno de juego -nunca mejor dicho- me hacía tener la "falsa" sensación de cercanía. Entrecomillo lo de falsa porque, aunque no siempre, tanto a mí como al resto de chavales que nos agolpábamos a la salida de sus entrenamientos nos bastaba con un simple autógrafo para sentirnos... ¿bien? Y a veces lo conseguíamos, como si del logro más importante de nuestras vidas se tratase. Otras no, y la sensación de derrota era una realidad.

Feedback, ¿eres tú?

Como podrás imaginar, vengo a hacer una reivindicación del fenómeno fan. Porque todos, en mayor o menor medida, lo hemos sido o lo seremos en algún momento. A distintos niveles, es lógico. Pero que no se nos olvide que desde el momento en el que gastamos nuestro dinero en comprarnos el merchandising de turno, por ejemplo, ya estamos sucumbiendo a este fenómeno. Es cierto que hay quienes siguen defendiendo que lo único que debe hacer un artista -de cualquier ámbito- es dedicarse a su profesión sin tener en cuenta nada más. En el caso de la selección y tal y como defendió el comentarista Alfredo Duro a capa y espada, el objetivo no era otro que ganar. Y tienen que luchar por ello, claro que sí, pero no solo es cuestión de obtener una victoria al final de tu jornada.

Una de las cosas que más se ha criticado siempre a estas “deidades” de cada generación -porque seamos sinceros, esto no es una moda y seguirá existiendo toda la vida- es la desgana con la que a veces llegan a tratar a sus seguidores. Seguidores que, por si se nos olvida, son en gran parte los responsables de que un artista tenga los éxitos que tiene, obtenga los números de venta que posee o sea conocido en medio mundo y reclamado por marcas de cualquier punto del planeta. Según la RAE, el término ídolo está definido como “persona o cosa amada o admirada con exaltación”, así que no hablamos solo de deporte, sino de cualquier individuo que sea consciente de lo que supone a todos los niveles para las personas que tiene a su alrededor.

Lo cierto es que no debemos olvidar la otra cara de la moneda. Es decir, la de todos aquellos que salen en defensa de sus estrellas para justificar su comportamiento. Hay quienes compran esa versión, otros no tanto, pero el quid de la cuestión aquí está bastante claro: ¿debemos esperar un mínimo feedback de todos aquellos ídolos a los que apoyamos? Y con mínimo hablo de eso, de un ínfimo porcentaje de su tiempo o cariño para que una ingente cantidad de individuos siga teniendo la certeza de que admira a la persona correcta. Y ojo, que no hablo de abordar a estas figuras mientras están haciendo su vida como cualquier otro ciudadano de a pie. Hace poco, Aron Piper me saltaba como una de las tendencias de Twitter porque una mujer le había exigido una fotografía. Exigido una fotografía, como estás leyendo. Y no, tampoco hablamos de eso. No es cuestión de obligación, pero por ninguna de las dos partes. Lleguemos a tener clara esa ligera e importante diferencia.

La realidad que no siempre gusta y que tampoco podemos exigir

Uno de los argumentos lanzados a favor de la selección fue precisamente el malestar anímico en el que se encontraba el equipo después de ver cómo su pase a octavos de final se tambaleaba. Los últimos resultados no eran buenos, y quizás por eso más de uno decidió invertir su tiempo en acudir a su vera y demostrarles que el cariño seguía ahí, intacto y a los mismos niveles que cuando nos dieron la victoria en la Eurocopa de 2012.

Fútbol aparte, todos somos conscientes de que no es algo que ocurre solo en el terreno deportivo. ¿En cuántas ocasiones hemos visto hoteles plagados de gente esperando al artista de turno? ¿O a la salida del programa de televisión en el que va a ser entrevistado? ¿O simplemente en la puerta trasera de cualquier establecimiento para verlo salir subido a un furgón? Si tienes suerte, es posible que ese coche baje lentamente sus ventanas y te encuentres con la sonrisa de tu ídolo. Pero eso, aunque quizás sería lo mínimo que podrían hacer por todos nosotros, no siempre es la realidad -ni podemos exigirla-.

El otro día, una compañera de profesión entrevistaba a Nicki Nicole. La argentina tiene solo 20 años, pero tiene a sus espaldas cerca de 10 millones de seguidores en redes sociales. Al curiosear por su perfil, vi uno de sus stories y no pude más que sorprenderme: se trataba de una fotografía junto a una de sus fans donde la propia Nicki le agradecía el apoyo. “¿Y ya está?”, me dirás. Sí, no era más que eso, una imagen donde una artista conocida en medio mundo dedicaba un segundo de su tiempo para hacer feliz a una persona que invierte su tiempo en escucharla y apoyarla de forma absoluta.

Porque esto es como lo de ser jefe o líder. Cualquiera puede llegar a un puesto de mando, pero quizás no todos sean capaces de liderar un equipo. Lo mismo ocurre con los ídolos; hay quien sabe serlo y otros que, simplemente, trasladan a un segundo o tercer plano a los cientos, miles o millones de personas que son una parte fundamental -que no única- de su triunfo. Porque no nos olvidemos de que la figura archiconocida de influencer no solo ejerce como tal a nivel material, sino que muchas figuras son consideradas como auténticos ejemplos de conducta por jóvenes y por quienes dejaron de serlo hace años.

Que tire la primera piedra quien no haya pensado en algún momento que la balanza fan/ídolo está completamente descompensada a favor de la estrella. Porque siempre ha sido fácil burlarse del fan que lo deja todo por seguir a su ídolo y cuya felicidad llega a verse altamente influenciada por su cariño. Sin caer en una relación de dependencia, tengamos claro que el hecho de idolatrar a una persona trae consigo multitud de altibajos emocionales que nacen de la "necesidad" de ser correspondido. El propio Nick Jonas, miembro de Jonas Brothers, compartió en su perfil de Twitter un vídeo donde llamaba la atención de una viandante que sacaba a su perro ataviada con una prenda del grupo. "Bonita camiseta", le decía tras bajar la ventanilla de su vehículo. Y no hubo más, solo una seguidora que vio como su día daba un giro radical al comprobar que la persona a la que presumiblemente admiraba, dedicaba un segundo de su vida a hacerle feliz. Y sí, me he sentido identificada con ella. No me escondo.

Independientemente de la profesión que desempeñen, parece lógico pensar que si tienes cientos de miles de seguidores a tus espaldas también tengas la responsabilidad intrínseca de dar ejemplo sin tener por qué caer en la pérdida de privacidad o cualquier situación que afecte a tu trabajo. Asumamos que ídolos tendremos toda la vida, pero no siempre podremos defender sus actitudes ante cinco continentes que buscan permanentemente el fallo, el error a nivel personal o cualquier indicio de duda que pueda ser criticado o aplaudido a partes iguales. Pero a ti, querido/a fan, vengo a decirte que cualquier emoción -normal y controlada- que te genere el hecho de ser ignorado por parte de tu ídolo/a del momento, es completamente natural y humana. Así que no puedo más que aconsejarte que sigas disfrutando de ese momento, pero también hago un llamamiento a que valoremos, observemos objetivamente a quienes tenemos delante y seamos capaces de admirar convencidos de todo lo que esta acción conlleva. No es tan complicado, ¿no?

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