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Para los mártires que quieren estudiar una "carrera sin salidas"

  • Siempre he sido partidaria de escuchar al corazón y de elegir un camino vocacional

  • ¿Qué esperar de un sistema que más que educación parece que promueve desmotivación?

MIRIAM MARTÍN
5 min.

Hace poco recibí un WhatsApp a la una de la mañana que me descolocó. Era mi primo pequeño de veinte años, que lleva dos de demora (o al menos eso le hace pensar el sistema) en el proceso "normal" formativo por haber repetido Bachillerato, haberse quedado sin plaza en un centro de estudios superiores público y por haber acabado en una carrera que parece tener de todo menos salidas laborales: Periodismo. Me escribía para pedirme consejo, diciéndome que quiere dejarlo, y sinceramente, no me extraña. Dice que siente que pierde el tiempo y el dinero; que la frustración y el agobio de no estar aprendiendo lo que debería le pesa demasiado; que algunos de sus profesores no le motivan, al revés, que le recuerdan continuamente que Periodismo es una de las profesiones con menos expectativas laborales; que no ha tocado una cámara en dos años y que sospecha no tener mucha más práctica que esa en el resto de la carrera; que siente que, más que formarse, está caminando como pollo sin cabeza para acabar en el fracaso. Todo mal.

Me quedé helada y con la sensación de que iba a echarle un jarro de agua fría por encima a la una de la mañana (hora a la que todos sabemos que la peor idea de todas es ponerse a reflexionar). Sobre todo porque mi respuesta iba a ser una especie de "sí y no" a la vez. Le imaginaba preocupado en su cama con el móvil poniendo en Google "carreras con salidas", leyendo el primer resultado que se llama "estudia ADE pero nunca Periodismo". No sabía muy bien cómo decírselo: sí, primo, sí. La carrera en cuanto a formación de cara a un futuro profesional se queda muy coja, lo de las expectativas laborales es totalmente cierto, algunos profesores -por suerte, no todos- no son conscientes del daño que hacen con sus palabras a veces y a los cuatro años de Universidad les sobra teoría y les falta práctica. Pero también hay una cosa que nadie te cuenta: que a veces, aunque sea una de cada mil, merece la pena estudiar esa temida "carrera sin salidas" y tener fe en lo que uno cree.

No me extraña nada esta incertidumbre suya y además Mario no es un caso aislado. ¿Qué esperar de un sistema que más que educación parece que promueve desmotivación? ¿Cómo explicar a esos chavales que sus notas no les definen realmente y que el fin del mundo no empieza en el 4'5? ¿Cómo hacer que entiendan que errar es humano? ¿Cómo demostrarles que los ingenieros y los médicos también luchan contra la inestabilidad y las dificultades? Aquí nadie tiene el camino fácil y lo normal es que no caigan las oportunidades del cielo. Creo que todos nos hemos peleado con el sistema educativo alguna vez. Luego te das cuenta que es una batalla perdida y que todo se reduce a dos opciones: escoger algo que no te hace feliz pero que puede llevarte a conseguir un sueldo o arriesgarte en perseguir tu meta, con toda la frustración que eso conlleva.

Porque no se me ocurren peores sensaciones que la de estar perdiendo el tiempo, por eso empaticé tanto con Mario aquella noche. Me vi a mí misma reflejada con 18 años luchando contra mis demonios y mis propios profesores, que algunos me decían "¿no prefieres estudiar Marketing?". Qué gracia, como si la precariedad laboral solo existiese en el mundo de los medios de comunicación. "¿Merecerá la pena estudiar lo que quiero estudiar?" me preguntaba yo a mí misma. Ahora, seis años después, me puedo contestar que sí, pero quizá mañana sea un no. Cualquier éxito es efímero. Ojalá Mario sepa elegir también su camino, que no se trata de dar con el correcto o el incorrecto, sino con el que más convenga a uno mismo, con todo lo bueno y malo que traiga la aventura. Y ojalá tuviera en mi mano la verdad absoluta para ayudarle, pero no soy el oráculo, y para mi desdicha, no tengo nada más que mi vivencia para ofrecerle, la cual le dará una de cal y otra de arena.

Finalmente le dije que fabricar un futuro es más una cuestión de balanza que comienza con valorar el coste de oportunidad de la vía tomada. Yo, en mi caso particular, siempre fui partidaria de escuchar al corazón y de elegir un camino vocacional. Pero comprendo que, sin apoyo ni franqueza -sana- por parte de los superiores, los jóvenes nos veamos como mártires jugando a una especie de ruleta rusa con nuestro futuro en la Universidad y demás centros de formación. Quizá esta sea otra de las carencias del sistema educativo; porque no se trata de dar charlas motivacionales ni tampoco de ocultar realidades, sino de ser franco y honesto. Y se puede serlo sin hacer daño, cuidando la responsabilidad afectiva, pues la palabra como arma puede ser letal. Y luego cada cual que escoja su camino y se atenga a sus propias consecuencias.

Aún recuerdo los días previos a la Selectividad, cuando una de mis amigas del instituto nos contó que iba a estudiar el Doble Grado de Ciencias Políticas y Derecho. "Chicas, yo voy a meterme en eso, me da igual lo que me digan. Y si después no ejerzo ni de politóloga ni de abogada, pues monto un puesto de croquetas, que me encantan". De momento, ambas hemos descartado la opción de las croquetas, pero quién sabe cuánto durará el viaje, si será un sueño breve o, por el contrario, un limbo del que no despertaremos jamás.

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