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Cinco años de la pandemia del coronavirus, un punto de inflexión en la desinformación

Blanca Bayo Pérez / VerificaRTVE
9 min.

La pandemia del coronavirus, de la que ahora se cumplen cinco años, supuso un punto de inflexión en la percepción de la desinformación que tenían las autoridades, los medios de comunicación y la ciudadanía. Lo sucedido en el año 2020 desembocó en hitos como la aparición del término infodemia o la consolidación de los equipos de verificación. Con motivo de esta efeméride, en VerificaRTVE analizamos con dos expertos las causas de las narrativas desinformativas que circularon y las consecuencias aún palpables que este fenómeno tuvo en la sociedad. 

¿Por qué se difundieron tantos bulos durante la pandemia de la COVID-19? 

Los expertos consultados por VerificaRTVE coinciden en que el principal motivo fue el vacío informativo que se produjo en el inicio de esta crisis sanitaria. Para el epidemiólogo, experto en Salud Pública y exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Daniel López Acuña, esta situación de "desconcierto" y de "lagunas de conocimiento" fue "el caldo de cultivo perfecto" para los desinformadores. Se trataba de "un agente infeccioso nuevo que era desconocido, para el que no había vacunas, en donde no se conocía el modo de transmisión", detalla.  

En la misma línea se manifiesta Raquel Miguel, investigadora de EU DisinfoLab: "La ciudadanía necesitaba saber qué estaba pasando, qué era ese virus, cómo se contagiaba, si se podía curar y cómo, cuántas víctimas estaba dejando y qué medidas podían tomar para protegerse". Esta experta reconoce que "la realidad era que, al tratarse de un fenómeno nuevo, esa información en un principio no existía, nadie tenía las respuestas y se necesitaba tiempo para investigar y ofrecer esas respuestas desde la ciencia, desde los datos, desde los hechos". "Es ese lapso de tiempo en el que los creadores y difusores de bulos aprovechan para dar" sus propias respuestas "a menudo inventadas conforme a sus intereses y, otras veces difundidas quizá sin mala intención, pero sin base científica", argumenta la investigadora. 

Para López Acuña, otro motivo es que no se puso "el suficiente énfasis en las políticas de comunicación ligadas a problemas críticos de salud por parte de autoridades políticas y autoridades sanitarias". La investigadora Raquel Miguel dice que, en situaciones como esta, "las autoridades puede que den respuestas que respondan más a sus intereses que a la realidad". Pone como ejemplo el caso de España donde, a su juicio, se "cometieron errores como recomendar la limpieza de superficies, cuando no se sabía aún que el contagio se producía principalmente por el aire". Añade que las autoridades "respondieron conforme a sus intereses al señalar que las mascarillas no protegían o que ciertas mascarillas sí lo hacían, en momentos en que el aprovisionamiento de mascarillas para toda la población no era posible". 

¿Qué narrativas desinformativas circularon durante la pandemia? 

No fue solo desinformación sanitaria. Consultados por las narrativas más peligrosas, los expertos coinciden en señalar que fueron las que negaban la importancia, el impacto y la naturaleza letal del virus. Raquel Miguel afirma que eran falsedades que "pasaban por negar la existencia del virus o rebajar su peligrosidad, negar la efectividad de las medidas preventivas como el uso de la mascarilla y promover otras falsas, y por supuesto, negar la efectividad de la vacuna o exagerar sus peligros para la salud". Daniel López Acuña pone como ejemplo el bulo de que "con una solución de cloro íbamos a eliminar el virus" que se difundía sin sustento científico. La investigadora de EU DisinfoLab también se refiere a la "información contradictoria sobre cómo prevenir el contagio o curarse con medidas que podían costar la vida", como las que "promovían la ingesta de lejía o sustancias peligrosas para el organismo para curar o prevenir el contagio". 

Más allá de la desinformación sanitaria, el epidemiólogo insiste en "el negacionismo con respecto a las medidas que había que tomar para evitar el contagio, especialmente ligadas al confinamiento", que engloba dentro de "la narrativa que establece que cualquier medida colectiva de salud pública es un atentado contra la libertad individual". Por último, los expertos destacan las narrativas desinformativas que atribuyen efectos negativos sobre la salud a las vacunas. El experto en salud pública Daniel López Acuña expone que la pandemia recuperó "un movimiento de años que ha ido tratando de convencer que las vacunas producen autismo o que las vacunas esterilizan".  

¿Con qué objetivo se difundieron estos bulos? 

"Tenían objetivos claramente políticos", afirma con rotundidad Raquel Miguel. La investigadora de EU DisinfoLab explica que "pretendían desprestigiar a partidos". "En otros casos detrás de los bulos había grupos defensores de la medicina alternativa o con una visión no científica", añade esta experta antes de subrayar que "en la mayoría de los casos, los intereses en último término tenían un efecto polarizador y de descrédito institucional". 

Para Daniel López Acuña la desinformación se difundió con el objetivo de trasladar "de una manera muy superficial y muy distorsionada la noción de que confinarse o protegerse con una mascarilla es un atentado a la libertad y así empieza toda una campaña de bulos" que buscan "minar los argumentos de la salud pública". Defiende la misma postura Raque Miguel al observar que detrás de muchos bulos había "gente que anteponía la libertad individual al sacrificio social y promovía narrativas que respondían a sus intereses".  

¿Cuáles fueron las principales consecuencias de esos bulos?  

Los expertos destacan el descenso en la vacunación y la desconfianza en las instituciones, unas consecuencias que seguimos arrastrando en la actualidad. El epidemiólogo Daniel López Acuña sostiene que "los bulos y la desinformación han supuesto una normalización de las acciones de resistencia a las medidas que están basadas en elementos de evidencia científica". López Acuña toma como indicador "el descenso que ha habido en las coberturas de vacunación contra la gripe estacional y contra la COVID". Este experto en Salud Pública también destaca "cómo muchas veces la negación de la evidencia científica y de las medidas recomendadas por los organismos internacionales de salud llevó a procesos de judicialización que revirtieron las medidas de salud pública" tomadas por España. Según López Acuña, esto refleja "la forma en que la desinformación no solo penetra en la mente del ciudadano, sino además en las instituciones que no están especializadas y no tienen la capacidad de juicio para valorar lo que es una falta de evidencia". 

Por su parte, la investigadora de EU DisinfoLab subraya cómo la desinformación difundida durante la pandemia del coronavirus "lastró la confianza en las instituciones y también agudizó la polarización y la fractura social". Esta experta concluye que "algunas familias quedaron divididas entre vacunados y no vacunados y también las sociedades sufrieron una fractura entre quienes seguían las normas y quienes no lo hacían". 

¿Cuál fue la respuesta de instituciones, autoridades y medios? 

"La pandemia fue la señal de alarma que despertó a las autoridades, los medios y la ciudadanía a un nivel más global", quienes "veían cómo los bulos tenían un impacto real en las medidas que se esforzaban por aplicar para contener o combatir la pandemia, como los confinamientos o las vacunas", asegura Raquel Miguel de EU DisinfoLab. La investigadora recuerda que, a raíz de la pandemia, "la infodemia decretada por la propia OMS fue un reconocimiento global de la amenaza de la desinformación y de su impacto en la salud de los ciudadanos".  Daniel López Acuña define el término como "una epidemia de desinformación que es orquestada, concertada y que prolifera en múltiples espacios".  

López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Situaciones de Crisis de la OMS, nos explica que "hubo esfuerzos de la organización para tratar de desenmascarar esto y ponerlo a la luz pública", pero reconoce que "muchas veces las falsedades han sido mucho más poderosas en alcance y en penetración, especialmente a través de las redes sociales". Para el experto en Salud Pública estas plataformas han sido "el vehículo ideal para expandir en gran medida esta desinformación" y lamenta que "organismos públicos nacionales o multilaterales como la OMS no han tenido toda la fuerza y todo el músculo necesario para poder contrarrestarlo, a pesar de que claramente se organizaron actividades, cursos, mecanismos de diseminación para combatir los bulos y la desinformación". En este sentido, Raquel Miguel defiende que "en aquel momento, las plataformas buscaron la ayuda de expertos y también coaliciones con los verificadores para identificar esa desinformación en sus plataformas" e "introdujeron en sus términos de uso la prohibición de contenido que pusiera en riesgo la salud".  

La investigadora añade que "la Ley de Servicios Digitales (DSA), hoy en vigor, fue propuesta en diciembre de 2020, el año de la pandemia", un momento de "concienciación global del peligro de la desinformación". Tal y como apunta Raquel Miguel, se trata de una norma que "dispone de mecanismos que pueden utilizarse para reducir la circulación/distribución de contenido dañino en plataformas de redes sociales, que fue un verdadero problema en pandemia". 

¿Qué aprendimos de la pandemia?

"La pandemia nos hizo aprender mucho y concienciarnos sobre desinformación sanitaria", asegura Raquel Miguel. A su juicio, "aprendimos sobre los actores desinformadores, sobre sus tácticas de asociación y amplificación de la desinformación en redes sociales y también sobre sus narrativas". La investigadora de EU DisinfoLab sostiene que los ciudadanos "también aprendimos a responder a esa desinformación, reportándola a las plataformas" y cree que, para la población, "el mayor aprendizaje fue el de pensárselo dos veces antes de compartir un contenido recibido por redes sociales". 

Para Daniel López Acuña todavía hay trabajo por delante. Este epidemiólogo considera que "las autoridades sanitarias, los profesionales sanitarios y los medios" deben hacer "mucha más pedagogía sociosanitaria" y explicar "mucho mejor y con más claridad la situación". En cuanto a los medios de comunicación, este experto aboga por que "tengan mucho criterio" para "no fomentar las voces de la desinformación" y propone que se centren en "contrastar y verificar la información". Por último, para López Acuña "hay que hacer un esfuerzo titánico, mucho mayor del que se hace desde las políticas públicas y desde los medios de comunicación para educar mejor a la ciudadanía sobre los riesgos sanitarios y sobre las medidas que funcionan para eliminarlos". 

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