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Mariposas en el estómago, taquicardia, pensamientos obsesivos... ¿Cómo se manifiesta el enamoramiento?

  • Aunque se ubique en el corazón, nos enamoramos con el cerebro, y es clave el papel de la dopamina

  • Serotonina y oxitocina se combinan también, despertando sensaciones de euforia y alejamiento de la realidad

RTVE.es
4 min.

Aunque se ubique en el corazón, el enamoramiento es un proceso que se lleva a cabo en el cerebro, y en el que hay un elemento que tiene un papel protagonista: la dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer y la recompensa. Habitualmente se ha comparado el efecto del amor con el de las drogas, y se debe precisamente a esta hormona, cuya liberación provoca una sensación de euforia y placer. A la vez, se desactivan temporalmente algunas zonas en la corteza prefrontal del cerebro, lo que lleva a percibir la realidad de manera distorsionada.

¿Qué ocurre cuando nos enamoramos? Experimentamos una intensa necesidad de estar cerca de la otra persona, por la que comenzamos a sentir una potente atracción sexual. Los primeros síntomas son siempre muy similares: aumenta el nivel de estrés y se experimentan nervios en el estómago, conocidos generalmente como "mariposas". Además, la mayor parte de los pensamientos están relacionados con esa persona, con la que se fantasea constantemente.

“La dopamina es la molécula estrella de lo que se ha llamado el circuito del placer y la recompensa. Hay una región en nuestro cerebro que se llama núcleo accumbens, que se activa no solo cuando sentimos placer -como al enamorarse- también cuando consumimos cualquier sustancia de abuso o de recreo, que nos produce placer”, explica el neurocientífico Xurxo Mariño en el podcast Órbita Laika.

¿Qué ocurre cuando nos enamoramos?

Pero no solo se trata de dopamina, ya que el enamoramiento es un proceso emocional extremadamente complejo en el que intervienen otros muchos neurotransmisores y hormonas. En la atracción inicial, el enamorado se guía por las feromonas que percibe en el aire y que, junto a las hormonas sexuales, los estrógenos y la testosterona, son las encargadas de generar el deseo hacia la otra persona. 

Por otro lado está la adrenalina, otro neurotransmisor que hace que las primeras fases del enamoramiento se caractericen por la inseguridad y el temor, ya que provoca aceleración del pulso, boca seca, gestos -muchas veces torpes- que buscan captar la atención de la otra persona...

En esta etapa inicial, a medida que la relación se profundiza, la dopamina provoca euforia, excitación y aumento de la energía. Más tarde, aparece la feniletilamina, una anfetamina segregada de manera natural cuyos efectos duran entre tres y cuatro años en el cerebro, en una nueva fase de apasionamiento que va perdiendo intensidad de manera progresiva. Asimismo, la norepinefrina contribuye a esa sensación de euforia, aceleración del corazón, nerviosismo y sudoración. 

Después, durante la consolidación emocional, en la etapa de estabilidad e intimidad, la oxitocina desempeña un papel importante en la creación y el refuerzo de vínculos emocionales. Además interviene la serotonina, un neurotransmisor muy relacionado con el control de las emociones, también conocido como "hormona de la felicidad", que normaliza esa pasión inicial y contribuye a un estado de ánimo más equilibrado. Esta hormona suprime sentimientos negativos como la ira o la desesperación.

¿Cuánto dura el enamoramiento?

Pero, ¿cuánto dura el enamoramiento? ¿Se trata de un proceso con fecha de caducidad? Aquí la ciencia también aporta algo de luz. Aunque cada persona lo experimenta de manera diferente, esta fase inicial caracterizada por una pasión extrema suele durar entre uno y dos años. Pero que el enamoramiento finalice no significa que lo haga también el amor, ya que en realidad lo que se hace es pasar a una etapa de mayor madurez, caracterizada por el refuerzo emocional.

Una última cuestión es que por qué nos enamoramos de unas personas y no de otras; algo que no es fácil de contestar. "Es una pregunta que llevan estudiando los que se dedican a la psicología más de 100 años", explica el neurocientífico Xurxo Mariño, quien ofrece una posible respuesta: "Se trata de una combinación de factores genéticos. Por alguna razón, que no sabemos cuál es, podemos tener tendencia a que nos guste más un tipo de cara, de perfil determinado... Pero al mismo tiempo, junto con la genética está la historia de vida de cada uno, y las razones culturales y la sociedad en la que vive, y eso se mete también en la ecuación".

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