El populismo es una visión ideológica de la política que pone un fuerte énfasis en las necesidades y preferencias de la sociedad común. "Tendencia política que pretende prestar atención especial a los problemas de las clases populares", define el diccionario de la Real Academia Española (RAE).
Frecuentemente, los líderes populistas se muestran en desacuerdo con las instituciones establecidas en su país y contra la clase dominante. Apelan directamente a la gente común y ofrecen soluciones simples a sus problemas con el objetivo de ganar su apoyo. En América Latina, una región en la que los ciudadanos de muchas naciones sufren serias desigualdades, pobreza e inestabilidad política, esta estrategia se ha aplicado con frecuencia.
Los acontecimientos políticos en Argentina, Brasil y Perú y las tendencias en México y El Salvador son un aviso de lo que ocurre cuando los sistemas de partidos entran en crisis y líderes populistas asumen el poder prometiendo acabar con la corrupción de la clase política.
Cada uno de los casos es muy distinto, pero todos ofrecen ejemplos de la cosecha electoral que la región está recogiendo como resultado de la propagación del populismo en las últimas décadas.
"La democracia en América Latina no ha sabido o no ha podido resolver ciertos problemas, ciertas expectativas que tenían los ciudadanos. No han sido satisfechas al estilo de empleo de calidad, educación de calidad, control de la inflación o inseguridad física", explica a RTVE.es el profesor del departamento de Sociología de la Universidad de Salamanca y exprofesor de la Universidad Pontificia Comillas, Pablo Biderbost. "Frente a una situación que ciertos colectivos perciben como desordenada, aparecen estas voces en la extrema derecha y en la extrema izquierda que proponen soluciones sencillas a problemas complejos", añade.
Para el investigador principal del Real Instituto Elcano, Carlos Malamud, los populismos en América Latina están sostenidos por "la angustia de la gente". "Sin ello, no habría populismo. Emerge con fuerza ahí donde no hay respuestas para los problemas cotidianos, donde los políticos han sido incapaces de responder a sus propias preguntas, donde los políticos de cualquier signo han fracasado", señala en el XXIX Foro Eurolatinoamericano de Comunicación celebrado en Madrid. "Si no hay esa angustia, esa frustración, esa falta de compromiso de los políticos, no se sostiene", recalca.
¿Populismo o fracaso de la democracia?
La crisis de los sistemas de partidos hace que aparezcan actores que aceleran el desgaste de la democracia bajo la excusa de salvarla de su decadencia. Los líderes populistas en América Latina, al igual que en el resto del mundo, sienten desprecio por las instituciones públicas, a las que consideran cómplices de una corrupción a la que solo ellos pueden enfrentarse.
"Aceptamos que se diga populismo como todo aquello que no sigue la institucionalidad democrática en el sentido electoral, la separación de poderes, ciertas formas de funcionamiento de la prensa y la comunicación, pero el populismo sería descrito simplemente como el título que le damos al fracaso de las democracias en muchos de nuestros países", opina el escritor argentino Martín Caparrós.
"Echamos la culpa a una serie de personajes que hacen cosas que no deberían y se saltan los medios habituales y sistemas consagrados, cuando el problema central es que millones de personas eligen a esos señores porque no encuentran nada que elegir en eso que la democracia les ofrece", afirma en el XXIX Foro Eurolatinoamericano de Comunicación organizado por la Asociación de Periodistas Europeos.
Por su parte, la profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Susanne Gratius, define el populismo como "un correctivo de la democracia" y asegura que "América Latina siempre ha sido un laboratorio de populismos de distintos tipos".
"Hay muchas causas que explican el populismo en América Latina: el presidencialismo, las democracias delegativas y la debilidad de las instituciones, las democracias que no suministran ni bienestar ni seguridad, ni mucho menos igualdad, que es la principal función de la democracia", subraya en declaraciones a RTVE.es.
Uno de los signos que muestra la erosión de los sistemas de partidos es el ascenso de líderes populistas ajenos a la clase política. Uno de los ejemplos más recientes y claros es la contundente victoria de Javier Milei en las elecciones presidenciales de Argentina.
"Estos liderazgos populistas necesitan presentarse como 'outisders', como fuera del sistema, una condición básica para que ellos puedan establecer el discurso que marca quiénes son los buenos y los malos", comenta el escritor mexicano Jorge Volpi. "Ese 'desde fuera' tiene que ser mediático y tiene que ver, sobre todo en esta época, con las redes sociales", añade.
"Ser mediático significa ser lo suficientemente excéntrico como para tener un lugar dentro de la esfera de los medios digitales. En casi todos los casos, se necesita esa condición para ser creído, que la gente crea que no eres parte del sistema y que tú sí vas a poder definir ahora cuál es el discurso de ese nuevo sistema que quieres implantar", recalca.
"Colonizar el Estado con mucha rapidez"
El populismo ha ido avanzando en todo el mundo, desde Europa y Estados Unidos hasta América Latina, pero la mayoría de los expertos coinciden que todos esos fenómenos son diferentes.
"Hay enormes diferencias con el populismo de Estados Unidos y países de Europa, empezando por los niveles de desarrollo. Estados Unidos no es lo mismo que América Latina y depende un poco también del país que estemos mirando", afirma Graitus. "En Europa es mucho más fácil que se incorporen al sistema, simplemente por un sistema de partidos políticos que funciona mejor que en América Latina", añade.
El periodista del diario argentino Clarín Daniel Ulanovsky asegura que uno de los principales asuntos que diferencia el populismo de América Latina del resto es que "tiene la percepción de que hay que colonizar el Estado con mucha rapidez". "Por eso siempre se trata de cambiar constituciones, de buscar algún tipo de justicia. Nicaragua, Cuba, Venezuela o El Salvador entran en este grupo de países. Bukele tiene una cantidad de apoyo muy importante y apenas ese apoyo empiece a descender, El Salvador también va a entrar en impronta populista con una justicia completamente pegada al Gobierno", señala.
Además, Ulanovsky advierte de que en América Latina hay un populismo "que se difumina en países con altos índices de corrupción y con altos índices de pobreza". "Aquí cabe preguntarse cómo puede ayudar Europa a que no traspase esos límites (...). Para que lleguen pactos como los de la Moncloa a América Latina, tiene que haber una voluntad de negociación y eso todavía no pasa", asevera.
Por su parte, Biderbost afirma que en América Latina podemos encontrar diferentes tipos de populismo: de derechas y de izquierdas, pero subraya que en los últimos años "ha emergido con fuerza el populismo que era más típico de Europa, que era el populismo de derecha". "Hoy habría una especie de alianza eurolatinoamericana tanto dentro de los populismos de derechas como dentro de los populismos de izquierdas, pero en este momento histórico, es como que tiene más visibilidad el de derechas", opina.
La obsesión del populismo con el pasado
Con lemas como 'Que América vuelva a ser grande', de Donald Trump, o 'Recuperar el control', del 'Brexit', así como con las referencias de los chavistas en Venezuela a Simón Bolívar como 'El Libertador', los líderes populistas del mundo han explotado la nostalgia al referirse al perdido pasado glorioso de sus países.
A los líderes populistas les gusta recordar una edad de oro que, según afirman, ha sido contaminada por élites corruptas. Esa edad de oro se presenta como una visión para el futuro, un regreso a una época en la que prevalecía la autenticidad.
"En la jerga populista, se idealiza un pasado que no fue tan perfecto como en la narrativa. Se habla de esencialismos, de momentos en donde Argentina, en el caso de Milei, era la primera potencia mundial, cuando si uno va a datos, eso nunca fue así", explica Biderbost. "El uso estratégico de la historia engarza con esa estrategia de ofrecer respuestas sencillas a problemas hipercomplejos", añade.
En la misma línea, Volpi explica que "una característica de todos los populismos es la obsesión con el pasado", aunque subraya que esa concepción con el pasado tiene características distintas en el caso de los populismos de izquierda y los de derecha.
"En el caso de los populismos de izquierda, normalmente tienden a una obsesión con el pasado para desacreditarlo por completo. La idea de que el pasado, sobre todo el pasado inmediato, ha sido controlado por una suerte de oligarquía que no ha hecho otra cosa más que beneficiarse de sí misma", detalla el escritor mexicano. "Por otro lado, el populismo de derecha también tiene una obsesión con el pasado, pero tiende a inventarse un pasado ficticio, una era dorada a la que hay que regresar", recalca.