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Envejece la generación del 'baby boom': una ola de alzhéimer y enfermedades crónicas amenaza el sistema sanitario

  • Una de cada cuatro españoles tendrá más de 64 años en 2037, lo que aumenta el riesgo de afecciones y dependencia

  • Solo el tratamiento del alzhéimer puede multiplicar el gasto, mientras los médicos piden más inversión en prevención y cuidados

SOFÍA SOLER
7 min.

“El sistema va a colapsar si no se dota adecuadamente de médicos, enfermeras y de sistemas alternativos de apoyo a las personas mayores. Y con colapsar quiero decir que no va a poder dar respuesta”. La advertencia, de José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, responde, no obstante, a una muy buena noticia: vivimos más tiempo y con mejor salud hasta una edad avanzada. El fruto del progreso se han convertido en un reto en sí mismo y empieza a ser urgente preguntarse cómo va a aguantar el sistema sanitario y social el envejecimiento de la población en España.

Más casos de alzhéimer y otras demencias, cánceres, riesgos cardiovasculares, artrosis… Un sinfín de enfermedades crónicas, asociadas a la vejez, se agolpan en las previsiones. Si bien muchas de estas dolencias se han reducido o retrasado en la última década, hay más personas en riesgo. La generación del ‘baby boom’ llama a la puerta: según las estimaciones del Instituto Nacional de Estadística, una de cada cuatro personas tendrá 65 años o más en 2037 (frente al uno de cada cinco actual), una tendencia ascendente que ya se refleja en las listas de espera.

“Ya lo estamos viviendo”, recuerda el doctor García Navarro. “Estamos viendo cómo los hospitales están ocupados de forma mayoritaria por personas mayores y los servicios de urgencias, también. Además, cuando ingresan en el hospital están mucho más días y tienen más complicaciones, se desorientan mucho”. El geriatra alude a los males de “las tres C” como aquellos ligados al envejecimiento: cáncer, cabeza y corazón. “Son enfermedades que necesitan tratamiento en hospitales y mucho seguimiento de atención primaria”, señala.

Pero la creciente población mayor no tiene por qué traducirse en un gasto sanitario proporcional. “Dependerá de qué políticas se hagan, qué prevención, qué dispositivos haya y cómo haya evolucionado la tecnología. En términos sanitarios, el 2035 está muy lejos. El mundo cambia casi cada día”, previene Anna García-Altés, presidenta de la Asociación de Economía de la Salud.

Aún, parece, podemos hacer algo al respecto.

El reto de tratar a más de un millón de pacientes con alzhéimer

Y entre las olas que se otean en el horizonte, destaca la “epidemia” de alzhéimer, como vienen avisando desde hace años los especialistas desde atalayas como la Organización Mundial de la Salud o The Lancet. Una de cada diez personas mayores de 65 años tienen riesgo de padecer esta demencia, y la prevalencia se duplica cada cinco años más de edad. El dato supone un reto económico, puesto que las previsiones de gasto de la enfermedad están por encima de las patologías oncológicas y cardiovasculares juntas, según la Fundación CIEN (Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas).

Pero más allá de la cuestión demográfica, varios factores confluyen para justificar el esperado aumento de la presión en neurología, de acuerdo con Juan Fortea, coordinador del grupo de Estudio de Conducta y Demencia de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Y, paradójicamente, son de nuevo dos buenas noticias: existe más conciencia social y más conocimiento de la enfermedad.

“Se estima que hay entre un 30 y 40% de los casos de enfermedad de Alzheimer que no están diagnosticados. Es la única enfermedad letal que tiene estos índices de no diagnóstico”, apunta Fortea, quien considera que el fin del “nihilismo” respecto a esta demencia elevará las cifras de pacientes en neurología en los próximos años.

En su opinión, esto está también precipitado por la aparición, por primera vez, de un fármaco que parece frenar un 27% el deterioro cognitivo asociado a esta demencia. Los laboratorios Biogen y Eisai no han publicado todavía el detalle de los ensayos clínicos de lecanemab, pero el neurólogo confiesa oscilar “entre el optimismo y la euforia contenida” ante lo que será un “cambio de paradigma” si se confirman los datos.

“Si su madre tiene un problema de memoria y piensa que el alzhéimer no tiene cura, a lo mejor prefiere mirar para otro lado. Pero si hay un tratamiento, va a ir a la consulta. Además, vamos a tener otras muchas consultas de gente que no tiene alzhéimer, pero esté preocupada de tenerlo”, resume.

Asimismo, para la Sociedad Española de Neurología, la llegada de un tratamiento exigirá más inversión al sistema nacional de salud. Será imprescindible para administrar el fármaco de por vida (lo que puede llegar a ser 20, 30 años) y para hacer el seguimiento de los 800.000 pacientes solo diagnosticados de momento. Revoluciones como esta han ocurrido en otras patologías, pero nunca de forma tan extendida en nuestra sociedad.

Todo ello, siguen los especialistas, sin tener en cuenta los 30.000 euros que se estiman que cuesta el cuidado de un enfermo de alzhéimer al año y que siguen asumiendo mayoritariamente las familias. “Es un gran problema”, apostilla Teresa Moreno, coordinadora del grupo de estudio de Neurogeriatría de la SEN.

EPOC, diabetes y otras crónicas olvidadas

Pero el alzhéimer y el resto de demencias pueden ser solo la punta del iceberg en los retos del envejecimiento para el sistema sanitario. Otras muchas enfermedades asociadas a la edad, las crónicas, preocupan a los gestores y, especialmente, a quienes sacan adelante la asistencia a costa de su desvelo, los médicos y las médicas de familia.

“Hay varios estudios (...) que hablan de que escasamente el 3% de los pacientes crónicos casi generan el 70% del gasto sanitario”, desvela Francisco José Sáez Martínez, del grupo de trabajo de Cronicidad de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), a quien preocupa la falta de voluntad política para abordarlo, mientras los centros de salud continúan sepultados en consultas urgentes, catarros y bajas laborales.

Con la pandemia, “la atención a los pacientes crónicos ha desaparecido”, denuncia el facultativo, y cita la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o la diabetes como principales rezagadas. “Lo que genera esa mala atención a pacientes es un mayor gasto económico, porque un paciente diabético que tiene mal control y se desequilibra, acaba generando un ingreso hospitalario y más tiempo de atención”, desarrolla Sáez Martínez.

Así, como primer paso, insta a actualizar la Estrategia Nacional de Cronicidad, puesto que la vigente no recoge el creciente problema de artrosis de la generación del ‘baby boom’ ni los derivados de la COVID persistente.

Cuidar más para curar menos

Ante todo esto, los profesionales consultados por RTVE.es consideran que el sistema público de salud tendrá que reformarse. Entre las fórmulas que aconsejan, hay un elemento común: cada euro invertido en cuidados y prevención saldrá mucho más rentable que gastar en curar. Solo así podemos retrasar unos años muchos de los achaques y evitar del todo otros tantos.

“Investigadores españoles han evaluado la Ley de Dependencia y vemos que, si hay un buen despliegue, se pueden llegar a disminuir los costes sanitarios, porque se reducen las hospitalizaciones y las visitas a la atención primaria innecesarias”, sostiene Anna García-Altés, presidenta de la Asociación de Economía de la Salud.

También en opinión de Sáez Martínez, de la SEMG, prevenir las complicaciones mediante un tratamiento cercano y temprano en Atención Primaria sería mejor para la salud de los pacientes y para las arcas de la Administración, pero una visión política “de muy corto alcance” impide ejecutar las reformas.

“Políticamente, lo que interesa es que el hospital tenga una máquina que haga pi y no que haya un psicólogo en un centro de salud. La Unión Europea decidió aportar dinero para que la Atención Primaria en todos los países de Europa se mejorara (...) y ese dinero en España se ha dedicado a comprar aparatos diagnósticos en los hospitales”, critica el médico de familia.

En este sentido, el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, García Navarro, lamenta también la falta de geriatras en la mayoría de las comunidades autónomas y la escasa coordinación que existe ahora entre hospitales y centros de salud, así como con los servicios sociales. “Quiero un servicio integral, que me vean todo y lo hagan de forma coordinada”, reivindica. “Las personas mayores muchas veces no saben dónde dirigirse y cómo navegar en un sistema tan complejo. Hay que intentar acompañarles”.

La lista de medidas posibles es larga: más evaluación del gasto farmacéutico, más atención a la calidad de vida y la autonomía de los pacientes mayores, promoción del envejecimiento activo… Hablamos de una cuarta parte de la futura población española, por lo que no parece osado afirmar que su bienestar repercute y atañe a toda la sociedad; la salud del sistema de salud está en juego.

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