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ERC y Junts, un año y medio de desconfianza y reproches que han culminado en la mayor crisis de Govern

  • La amenaza de Junts de presentar una cuestión de confianza a Aragonès ha terminado con el cese del vicepresidente

  • ERC y Junts llevan año y medio gobernando entre tensiones que aumentaron a raíz de la suspensión de Borràs y la Diada

ROCÍO GIL GRANDE
6 min.

En política hay matrimonios de todo tipo y el que mantienen ERC y Junts en el Govern no es otro que de conveniencia. Ambos comparten un mismo fin, la independencia de Cataluña, pero no los medios ni las formas. Y eso es lo único que une a una formación de izquierdas como ERC a otra de derechas, la ‘post convergente’ JxCat, que en las últimas horas ha amenazado con plantear una cuestión de confianza al 'president', Pere Aragonès y que mantiene tras la reunión que han mantenido este mismo martes. En respuesta, Aragonès ha destituido al viepresidente Puigneró, la máxima figura del partido en el Govern, aunque ha recalcado que quiere mantener la coalición.

Junts lleva semanas advirtiendo de que sus socios no están cumpliendo con el acuerdo de gobierno, algo que niega ERC. Pero lo cierto es que la unión entre ambos partidos ya arrancó tensa desde su pacto de gobierno a principios de 2021 y la desconfianza y los choques han marcado siempre su relación.

El meollo de la grave crisis en las que ambos partidos están inmersos, la peor de la legislatura, es que ERC se ha quedado sola en su estrategia para pactar con el Estado un referéndum. Junts desconfía desde el principio de la mesa de diálogo entre la Generalitat y el Gobierno central (acordada en Madrid por ERC y el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez), pero había dado inicialmente un voto de confianza al ‘president’, Pere Aragonès, porque su proyecto fue el que se impuso entre el independentismo el 14F de 2021.

Lo mismo hizo la CUP, que apoyó la investidura de Aragonès con la amenaza de retirarle el apoyo parlamentario si “claudicaba” ante el Estado y después de haber conseguido que el dirigente de ERC se comprometiera a someterse a una cuestión de confianza a mitad de legislatura. Sí, una cuestión de confianza como con la que amenaza Junts. Ambos partidos, Jxcat y la CUP, mostraron su "escepticismo" y ya exigieron a Aragonès desde el principio volver a la vía unilateral para la independencia con un “embate democrático” al Estado si el diálogo no daba frutos.

Más de año y medio después, la mesa de diálogo se ha reunido dos veces y sin Junts, que se autoexcluyó tras el veto de Aragonès a que participaran dos indultados del ‘procès’ (algo que ya generó otra crisis de Govern hace un año). Y en este tiempo, ERC solo ha logrado sacar que el Gobierno admita que hay un “conflicto político” en Cataluña y que esté de acuerdo en que éste debe “desjudicializarse” y en que hay que proteger e impulsar la lengua catalana.

La amenaza de la moción desata la crisis

Pues bien, este martes por la noche, en el debate de política general en el Parlament, el portavoz de JxCat, Albert Batet, sorprendió a Aragonès con la amenaza de la cuestión de confianza si no cumplía con los tres acuerdos de gobierno pactado entre ambos: la reactivación de un Estado Mayor del ‘procés’, unidad en Madrid y negociación de amnistía y autodeterminación en la mesa de diálogo.

Hasta ese momento, el ‘president’ había tratado todo el debate de convencer al resto del independentismo para unirse ante el Estado y pedir al Gobierno un referéndum pactado y “definitivo”, con “consecuencias políticas”. Defendió que la mesa de diálogo había dejado algunos avances y se había sentado al lado de su vicepresidente, Jordi Puigneró (JxCat), con quien mostró sintonía y distensión, sin tener indicios de la bomba que iba a lanzar Batet poco después en la tribuna.

Pero las palabras de Batet poco después con su amenaza han desatado la peor crisis del Govern hasta ahora, Aragonès ha suspendido su agenda este miércoles y ha convocado a Junts a una reunión extraordinaria del Consejo Ejecutivo de su gobierno.

Y es que, la amenaza de Junts ha sido la gota que ha colmado el vaso de una escalada de tensión que comenzó a fraguarse a finales de julio.

Suspensión de Borràs con los votos de ERC y división en la Diada

El 28 de ese mes, justo un día después de que la Generalitat (sin Junts) celebrara la segunda reunión de la mesa de diálogo desde que Aragonès es president (hubo otra en 2020 con el Govern de Quim Torra), el Parlament suspendió con los votos de ERC a Laura Borràs (JxCat) como su presidenta y diputada a raíz de su imputación por presunta corrupción. Los ‘post convergentes’ habían tratado de evitarlo, siempre han enmarcado esta causa dentro de lo que llaman como “causa general contra el independentismo”, pero ERC tiene un código y un discurso estrictos contra la corrupción y no lo pasó por alto.

A principios de septiembre, el Parlament reafirmó la suspensión de Borràs. Ese día, Junts reconoció que había una “opción real” de ruptura en el Govern y su secretario general, Jordi Turull, dio un mes de plazo a Aragonès (hasta el debate de política general de este martes) para cambiar el rumbo. Desde entonces, ambos partidos han tratado de reconducir la situación sin éxito.

A medida que se acercaba la fecha de la Diada de Cataluña el pasado 11 de septiembre, el enfado de Junts aumentaba y se retroalimentaba con el de la CUP y las entidades soberanistas, sobre todo la ANC. Todos estos agentes creen que el Govern no ha dado avances con la independencia en su negociación con el Estado en este tiempo y piden a Aragonès y a ERC volver a la “unidad estratégica” del referéndum del 1-O, a la vía unilateral y no renunciar a la consulta ilegal de 2017.

El independentismo llegó profundamente dividido al 11-S. Aragonès y los consellers de ERC no participaron de la marcha independentista convocada por la ANC al considerar que esta entidad, con su manifiesto, les excluía. La entidad soberanista repartió ese día duras críticas contra el Govern, especialmente contra Esquerra, y lanzó un ultimátum: "Hay que cumplir el mandato de las urnas” (por el 1-O). Y amenazó después con impulsar una “lista cívica” para las próximas elecciones si el Govern se estancaba en esta labor.

Solo un día después, el 12, Borràs avisó a ERC: “Es perfectamente posible que abandonemos el Govern”. Denunció que los acuerdos de coalición no se estaban cumpliendo y que el Govern se “alejaba” de la independencia. Esquerra le pidió “responsabilidad” y ambos descartaron la posibilidad de adelantar elecciones.

Aragonès ha tratado en este tiempo de reconducir la situación. Este martes defendió que se habían cumplido buena parte de los acuerdos de investidura y confió en que podría volver a aunar la confianza de sus socios de Junts y de la CUP y sumarles a su apuesta por un referéndum pactado con el Gobierno. Nada más lejos de la realidad.

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