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Guerra en Ucrania

Las caras de la rusofobia en España: de la discriminación por "justicia social" al sentimiento de culpa por la guerra

LAURA GÓMEZ DÍAZ
9 min.

La guerra en Ucrania ha hecho que muchos gobiernos, instituciones y compañías reaccionen y muestren su posición contraria a la invasión llevada a cabo por Rusia, rechazando productos, empresas o locales de origen ruso e incluso a sus propios ciudadanos, aunque no tengan nada que ver con la política del presidente Vladímir Putin.

Genya Petrova tiene un restaurante en Barcelona desde hace cinco años y asegura que, en los primeros días del conflicto, notó una caída drástica de la afluencia y peores reseñas de su local en internet. Pero, desde que puso en la puerta del restaurante carteles en contra de la guerra, Petrova afirma que recibe el apoyo de sus principales clientes y de nuevos. Algunos colectivos -como el de mujeres migrantes trabajadoras del hogar- denuncian “comentarios despectivos o negativos” e incluso algún despido, y otros aseguran que tienen constancia de casos de acoso en colegios y en el puesto de trabajo . Sin embargo, otros ciudadanos rusos afirman que no han sufrido rusofobia e incluso dudan de si este tipo de casos son “exagerados", como Arseni Maximov, quien asegura que “estas noticias sobre rusofobia le vienen muy bien a la propaganda del Kremlin”.

La discriminación a ciudadanos de un país en concreto no es nueva. En este caso se da con ciudadanos rusos porque “sentimos que queremos oponernos a la guerra y eso, en ocasiones, se traduce en un rechazo a las personas que identificamos como responsables”, según explica la directora del Departamento de Psicología de la Universidad de Nebrija, Sara Uceda.

La rusofobia: para unos real, para otros propaganda

Desde que comenzó la guerra en Ucrania, muchas personas han mostrado su solidaridad hacia el pueblo ucraniano a través de manifestaciones, donaciones a organizaciones benéficas o boicots. Otros han dirigido su malestar ante la invasión hacia cualquier cosa que consideran asociada con Rusia o incluso hacia los ciudadanos rusos, a pesar de que no tengan nada que ver con la política de Putin.

Genya Petrova, quien nació y vivió en Rusia durante sus primeros 20 años y después vino a España, es propietaria del restaurante Ekaterina en Barcelona. En declaraciones a RTVE.es asegura que durante los primeros días de guerra notó que menos personas iban a su local donde sirve comida tradicional rusa. También vio cómo su restaurante empezaba a recibir malas reseñas en internet e incluso recibió llamadas. “Llamaban diciendo: ¿qué, seguís comiendo tranquilos mientras en Ucrania matan a la gente?”, señala Petrova.

Sin embargo, la propietaria de Ekaterina afirma que no ha sufrido rusofobia personalmente. “Todo lo contrario. Desde que he puesto carteles en mi restaurante con ‘Stop guerra’ y ‘No a la guerra’, he notado justo lo contrario. Recibo el apoyo de mis clientes habituales y nuevos clientes”, explica.

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Manuel Castillo preside la asociación Po-Russky en Almería, que ayuda a ciudadanos rusos a tramitar pasaportes y certificados, entre otras gestiones. Desde que empezó la guerra, su organización ha recibido varias denuncias y quejas de casos de rusofobia. “Hay acoso en las escuelas y en los institutos, en los trabajos, en los bancos y en las redes sociales. Incluso ha habido agresiones a mujeres simplemente por hablar ruso y ya están denunciadas a la Guardia Civil”, indica Castillo, quien añade que “parece que los ucranianos son muy buenos y los rusos son muy malos”.

Por su parte, desde Micaela, un colectivo de mujeres migrantes trabajadoras del hogar y de los cuidados en la zona del Maresme, denuncian que, desde que ha comenzado la guerra, las mujeres rusas del colectivo “han visto una nueva precariedad de su situación”. “Parte del colectivo nos dice que reciben comentarios despectivos o negativos”, señala la presidenta del colectivo, Rocío Echevarría, quien cuenta que una de sus compañeras rusa ha sido despedida en Barcelona.

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“Llevaba trabajando aproximadamente diez años con una familia. Cuando comenzó la guerra empezó a escuchar que sus empleadores hablaban muy mal de las personas rusas y de lo malas que eran. Llegó un punto en el que le dijeron que no querían contar con su servicio”, afirma Echeverría. “Da la casualidad que la compañera a la que contrataron después era una amiga suya ucraniana y le dijo que le habían despedido específicamente por hacer un acto de justicia social”, añade.

No obstante, hay ciudadanos rusos que sospechan que estas noticias pueden ser “exageradas”. Arseni Maximov, un psicólogo de Moscú que lleva más de siete años en España, explica que ni él ni sus amigos más íntimos han sufrido rusofobia. “Hay que decir que estas noticias sobre rusofobia le vienen muy bien a la propaganda del Kremlin, porque lo que quiere es demostrar que Europa es un enemigo de Rusia, que todos odian a Rusia y a los rusos”, opina Maximov. “Entonces, no sé si esas noticias de rusofobia se difunden más porque realmente hay rusofobia o nos llegan por la misma propaganda rusa”, añade.

Sentimiento de culpabilidad por la guerra

Algunos ciudadanos rusos, tanto fuera como dentro de Rusia, han manifestado que se sienten avergonzados de ser rusos después de que comenzara la guerra en Ucrania. Al ser preguntado sobre ello, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, aseguró que aquellos que se sienten avergonzados de la “operación militar especial” no son verdaderos rusos. “Un verdadero ruso nunca se avergüenza de ser ruso”, recalcó Peskov.

Arseni Maximov afirma que, desde que inició el conflicto ha notado un cambio en sus consultas. “Los rusos que vienen hablan mucho de la guerra y de lo fatal que les hace sentir, sobre cómo se avergüenzan y se sienten culpables”, explica el psicólogo en declaraciones a RTVE.es. “Tengo pacientes que pertenecen a la cultura rusa, hablan ruso y étnicamente son rusos, pero que no son de Rusia, sino de otros países como Uzbekistán, Kazajistán o Estonia. Estas personas no tienen nada que ver con Rusia y sus políticas, pero se sienten avergonzados solo por el hecho de hablar ruso. Incluso una persona me dijo que estaba considerando dejar de hablar ruso con sus hijos”, detalla Maximov, quien destaca que esta reacción puede ser considerada como “una rusofobia interior”.

La discriminación hacia los ciudadanos rusos, en determinadas ocasiones, se produce porque las personas no distinguen entre el Gobierno ruso y el pueblo ruso. Sara Uceda explica a RTVE.es que “la población siente un profundo rechazo a la guerra y buscan un culpable a quien atribuirle la responsabilidad de tantas muertes y destrucción”. “Sentimos que queremos oponernos a la guerra y eso, en ocasiones, se traduce en un rechazo a las personas que identificamos como responsables”, detalla Uceda. “Lo que es evidente es que no se puede culpabilizar a los integrantes de una población por su nacionalidad, su idioma o su apariencia física”, asevera.

En este sentido, Echeverría afirma que las mujeres rusas del colectivo Micaela “dicen que no están de acuerdo con la guerra y que no entienden cómo pueden hacer entender a la sociedad española que no tienen la culpa”.

Por su parte, Maximov, quien es miembro de la asociación de opositores rusos en España Russia Tomorrow, asegura que desde la organización han manifestado que “si hubiera rusofobia sería un error realmente de interpretación de los eventos, porque no se puede afirmar que el régimen de Putin esté actuando con el acuerdo de los rusos y ni siquiera se puede decir que lo han elegido”.

La cultura rusa, perjudicada por el conflicto

En gran parte de los países occidentales, las objeciones a la invasión de Ucrania por parte de Rusia han afectado también a la esfera de la cultura, con boicots y críticas a figuras rusas. Artistas, entidades educativas y gubernamentales, y galeristas de Ucrania reclamaron el establecimiento de sanciones culturales a Rusia con el objetivo de limitar “métodos de propaganda”.

En España la guerra en Ucrania ha llevado a que se ponga en cuestión la continuidad de la franquicia del Museo Ruso en Málaga, y en Madrid el Teatro Real ha cancelado las actuaciones del Ballet Bolshói, que estaban previstas para mayo.

La investigadora del Real Instituto Elcano, Mira Milosevich, califica la idea de cerrar el Museo Ruso de Málaga como algo “disparatado”. “Condenar la cultura rusa por lo que está haciendo el régimen de Vladímir Putin es absolutamente inaceptable. Una cosa es condenar al régimen de Putin y otra cosa es la condena a la cultura rusa y, por supuesto, a todos los rusos. Hay cultura rusa, hay rusos y hay un régimen de Putin. Son tres cosas diferentes”, indica la investigadora.

Por su parte, la presidenta de honor de la Unión de Organizaciones de Compatriotas Rusos en España y Andorra, Olga Shuvalova, cree que se trata de “una rusofobia tonta”. “Lo que está pasando es una rusofobia contra el mundo ruso, contra lo ruso en general, todo lo que abarca, incluso la cultura rusa y es algo absurdo porque lo que hace es empobrecer a todos”, añade.

El rechazo hacia lo ruso, consecuencia de los castigos impuestos a Moscú

A raíz de la guerra en Ucrania, los países occidentales han aprobado diversas sanciones contra Rusia, desde económicas hasta otras que afectan al deporte ruso. Estas circunstancias, según la profesora Uceda, hace que “la población esté recibiendo este mensaje y está siendo sensible a él”.

“Si los ciudadanos observan cómo se impide que los artistas actúen en suelo europeo o cómo se echa a equipos rusos de competiciones europeas, esto se tiende a generalizar y, cada uno en su parcela, tiende a rechazar productos o personas con origen ruso”.

Además, la directora del Departamento de Psicología de la Universidad de Nebrija asegura que “en situaciones de conflicto o de crisis humanitarias los sentimientos se exacerban”. “Socialmente, la población considera que puede contribuir en la lucha y defensa publicando mensajes de apoyo a Ucrania en redes sociales o manifestándose claramente en contra de Rusia”, explica.

Sobre las actitudes a las que puede llevar este tipo de fobias, Uceda destaca que en el caso de la rusofobia “hablamos de una reacción con una fuerza emocional muy intensa y mezclada con una preocupación elevada por el conflicto”. “Este nivel de importancia que le otorgamos al hecho de que una población esté sufriendo las consecuencias de una guerra nos hace posicionarnos y tener una actitud ante este hecho”, asevera.

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