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El coronavirus produce alteraciones en el cerebro y en el grosor de la materia gris, según un estudio

RTVE.es / AGENCIAS
4 min.

Desde que comenzó la pandemia a principios de 2020, se han observado secuelas neurológicas persistentes asociadas a la COVID-19 como la pérdida de memoria, la "niebla mental" o una disfunción cognitiva. Ahora, un estudio de investigadores de la Universidad de Oxford ha observado "fuertes evidencias de anomalías" en el cerebro asociadas al coronavirus a través del análisis de 785 pacientes.

La revista científica Nature ha publicado un artículo que describe los cambios que la infección por SARS-Cov-2 produce en el cerebro humano, incluyendo en las zonas asociadas al olfato y la memoria, aunque los autores advierten de que para saber si estos efectos persisten a largo plazo, o si se pueden revertir parcialmente, hace falta seguir investigando.

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La importancia de este trabajo reside en que aporta pruebas más sólidas a cerca de las consecuencias a largo plazo en el cerebro, en particular en la materia gris. Hasta ahora se han realizado muchos estudios en este sentido, llegando a demostrar que la proporción de trastornos cognitivos era mayor en los antiguos pacientes de COVID-19.

Sin embargo, no se pudo comprobar un mecanismo causal directo y los estudios se realizaron con un número reducido de pacientes o incluso a través de autopsias de fallecidos.

El estudio de casi 800 pacientes en dos momentos diferentes

El equipo de Gwenaëlle Douaud, de la Universidad de Oxford, ha investigado los cambios en el cerebro de 785 participantes del Biobanco del Reino Unido (de entre 51 y 81 años) que se sometieron a dos escáneres cerebrales y a pruebas cognitivas en momentos diferentes.

El primer escáner se hizo antes del contagio y el segundo tras haber superado la enfermedad. De este modo, 401 dieron positivo a la infección por el SARS-CoV-2 entre los dos escáneres -15 de los cuales fueron hospitalizados- y 384 eran controles emparejados por edad y sexo.

"El hecho de que tengamos el escáner previo a la infección nos ayuda a distinguir los cambios cerebrales relacionados de las diferencias que pueden haber existido previamente en sus cerebros", explica el profesor Stephen Smith, uno de los autores del estudio, en la web del Departamento Nuffield de Neurociencia Clínica de Oxford.

Los autores también realizaron un análisis de control en personas que desarrollaron una neumonía no relacionada con la COVID-19 para demostrar que estos cambios se debían al coronavirus y no a la enfermedad respiratoria.

Los efectos: reducción de la materia gris y deterioro cognitivo

Los autores han identificado varios efectos a largo plazo tras la infección, como una mayor reducción del grosor de la materia gris en el córtex orbitofrontal y circunvolución parahipocampal (regiones asociadas con el olfato y la memoria). Además, los que tenían COVID-19 presentaban evidencias de daño tisular en regiones asociadas a la corteza olfativa y una reducción del tamaño del cerebro.

De acuerdo con los resultados, varios meses después de la infección por el virus, se pierde o daña entre un 0,2 % y un 2 % más de tejido cerebral que en las personas no infectadas.

"Para hacernos una idea de la magnitud de estos efectos, podemos compararlos con lo que ocurre durante el envejecimiento normal: sabemos que las personas pierden entre un 0,2 % y un 0,3 % de materia gris cada año en las regiones vinculadas a la memoria", explica Gwenaëlle Douaud, la principal investigadora.

"Niebla mental": otra de las secuelas que deja el coronavirus

Además, de media, los pacientes infectados también mostraron un mayor deterioro cognitivo, asociado a la atrofia de la región cerebral conocida como cerebelo. "Mostraron un mayor declive en sus capacidades mentales para realizar tareas complejas, y este empeoramiento mental estaba en parte relacionado con estas anomalías cerebrales", indica Douaud en la web.

Sin embargo, el estudio no permite concluir ni sobre los mecanismos de estos ataques cerebrales ni sobre su irreversibilidad.

Relación con la pérdida de olfato

Los investigadores han hecho una observación crucial, pero que puede interpretarse de varias maneras: tras una infección por COVID-19, las zonas del cerebro más afectadas son las relacionadas con la percepción de los olores. La pérdida de olfato es precisamente uno de los síntomas más comunes.

Douaud sugiere varias hipótesis: el cerebro podría verse afectado por una inflamación, por ejemplo, transmitida a través del canal olfativo, causada por el propio virus o por la reacción del organismo ante él. Pero también es posible que sea a la inversa. "Sabemos que una pérdida duradera del olfato (...) conduce a una reducción de la materia gris en las regiones del cerebro vinculadas a la olfacción", señala.

El largo camino a la recuperación del olfato tras la COVID-19

Sin embargo, este efecto podría ser reversible: "Podemos pensar que con el retorno del sentido del olfato, estas anomalías cerebrales se harán menos marcadas con el tiempo", concluye el investigador.

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