Este verano, un informe inusualmente contundente de los expertos de la ONU sobre el cambio climático alertaba de se estaban acabando las oportunidades para evitar los efectos más dramáticos del calentamiento global. El objetivo de no sobrepasar un aumento de la temperatura global de 1,5 ºC, el fijado en el histórico Acuerdo de París, está "fuera de alcance" a no ser que se lleve a cabo una "reducción inmediata y a gran escala de las emisiones".
Esto, junto a otros informes que alertaban de que el mundo se encaminaba a un aumento "catastrófico" de 2,7 o 2,4 grados a final de siglo, elevaba la presión sobre los líderes mundiales para que aumentaran radicalmente la ambición climática en la cumbre de Glasgow, en la que se harían cuentas de lo avanzado desde París y se comprobaría si los compromisos de los países eran reales.
El resultado, sin embargo, ha dejado fríos a expertos y ecologistas, que creen que la COP26 no ha estado a la altura de la acción contundente necesaria para paliar la crisis, aunque reconocen el avance histórico de que se mencione por primera vez como enemigo de la lucha climática a los combustibles fósiles y al carbón. Los objetivos oficiales de la cumbre eran cerrar los apartados pendientes del Acuerdo de París, especialmente el artículo 6 que regula los mercados de derechos de emisión. En esto la COP ha cumplido, aunque no a gusto de todos, con lo comprometido.
También se esperaba que se alcanzara el compromiso de financiación climática para que los países invirtieran 100.000 millones de dólares al año a los más pobres. Esto no ha ocurrido, pero con los anuncios de las partes durante la conferencia internacional ha aumentado considerablemente la cantidad que se financiará, el acuerdo compromete a las partes a "al menos doblar" la inversión en adaptación al cambio climático y se ha establecido la hoja de ruta para crear un fondo de compensación por pérdidas y daños a aquellos que ya sufran los efectos del calentamiento global.
Pero más allá de las metas concretas, se esperaba que fuera un momento único para que los países presentaran o se comprometieran a presentar objetivos de reducción de emisiones actualizados y compatibles con un aumento de 1,5 ºC, algo que hasta ahora no ha hecho ningún Estado, salvo Gambia. Keep 1,5 ºC alive (Mantened vivo el compromiso de 1,5 ºC), era el lema oficioso de la cumbre y la reclamación de los miles de activistas que han viajado de todo el mundo a Glasgow para reivindicar que este objetivo es "una cuestión de supervivencia".
¿Cómo repercute lo acordado en Glasgow al clima?
En los primeros días de cumbre se sucedió una cascada de anuncios, tanto de pactos internacionales, como de actualizaciones de los objetivos nacionales de reducción de emisiones. Los de China e India, el primer y el tercer emisor del mundo, respectivamente, fueron algunos de los más importantes.
Estados Unidos y la Unión Europea impulsaron un pacto con más de un centenar de países para recortar un 30% las emisiones de metano, el segundo gas más responsable del cambio climático, de aquí a 2030. 31 países se comprometieron a prohibir la fabricación de los coches de combustión en 2034, y pactos similares llegaron para limitar la deforestación o poner fin a las extracciones de petróleo y gas.
Todo ello supone un cambio en las previsiones de aumento de la temperatura global. En un primer análisis, de la Agencia Internacional de la Energía, se calculó que la temperatura se lmitaría solo a un aumento de solo 1,8 grados a final de siglo, un gran avance respecto a cálculos anteriores. Sin embargo, un informe de los analistas independientes Climate Action Tracker mostró que el aumento sería de 2,4 grados, por encima de los objetivos de París y con consecuencias "desastrosas".
¿Cómo sería el clima si no hubiera cumbres?
A pesar de los compromisos actualizados, las emisiones serán en 2030 el doble de las necesarias para mantener la temperatura debajo del límite crítico de 1,5 grados. Con un aumento de 2,4 grados –o de 2,7 en el peor de los escenarios-, se multiplicarían los fenómenos extremos y haría irreversibles muchos efectos del calentamiento global.
El propio acuerdo reconoce que lo necesario para mantenerse dentro del 1,5 grados es una reducción del ser del 45% de la emisión de gases de efecto invernadero para 2030 respecto a los niveles de 2010. Y reconoce "con mucha preocupación" que en lugar de reducirse a esta velocidad, se estima que crezcan un 13,7% por encima del nivel de ese año.
Estos números, pese a todo, serían mucho peores sin la existencia de las COP, apuntan los expertos. "Aunque se terminen con un halo pesimista, en muchos de los casos estas cumbres son enormemente útiles, porque sin ellas estaríamos probablemente hablando de un aumento de la temperatura de más de tres grados a final de siglo", explica a RTVE.es Francisco Doblas-Reyes, científico del Barcelona Supercomputing Centre y uno de los autores del informe de la ONU.
“Sin ellas estaríamos probablemente de un aumento de la temperatura de más de tres grados a final de siglo“
"¿Podrían ser mejores? Pues probablemente sí, pero la visibilización y la concienciación que tienen de la ciudadanía para mí tienen un valor incalculable", añade el experto. Cuando comenzó la primera cumbre, en 1995 en Berlín, se calculaba que la temperatura aumentaría más de tres grados a final de siglo. Ahora, si se tienen en cuenta los compromisos para 2030 y 2050 se podría limitar a 2,1.
Otra de las críticas habituales a estas cumbres es que el lenguaje usado tan solo "invita", "pide" o "urge" a los países a llevar a cabo cambios, y no hay penalización a quien no lo hace. Aunque el acuerdo no es vinculante como lo sería una ley nacional, los negociadores reivindican que dentro del contexto de la diplomacia internacional sí que tienen un gran peso. El hecho de que haya un acuerdo por unanimidad a arrastra a los países más reticentes a cumplir con lo acordado, explican fuentes de la negociación, que resaltan el éxito de la multilateralidad de esta reunión internacional.
Estados Unidos y China, protagonistas de la cumbre
Mucho ha cambiado a nivel internacional desde la última cumbre, celebrada en Madrid en 2019. Estados Unidos, que con Trump había abandonado el Acuerdo de París, ha vuelto a él con la intención de "liderar" en la lucha climática, según su actual presidente, Joe Biden. El enviado especial de EE.UU. para el clima, John Kerry, ha sido muy activo en las negociaciones y ha forjado uno de los pactos más importantes de la cumbre, el que firmó con China para colaborar en la reducción de emisiones.
El gigante asiático también ha cambiado radicalmente su discurso en los últimos años. Si en el pasado Pekín era el principal impedimento para alcanzar acuerdos ambiciosos, en Glasgow ha actualizado sus compromisos climáticos –que aún insuficientes-, y ha impulsado junto a Washington un acuerdo que dio un último impulso a las negociaciones.
Para la vicepresidenta española Teresa Ribera, negociadora en Glasgow, "el hecho de que los dos grandes emisores se hayan reencontrado en este campo ayuda" a que China se haya incorporado a la lucha climática. "Si hubiéramos vivido en un Estados Unidos con Trump, para China hubiera sido mucho más difícil dar este paso, por no decir prácticamente imposible", explicaba en un receso de la negociación a los medios.
Geopolítica del clima: héroes y villanos de la negociación
India, con cada vez más peso internacional, ha sido el héroe y el villano durante esta cumbre. En Glasgow ha anunciado que alcanzará las cero emisiones netas en 2070, un objetivo ambicioso a pesar del largo plazo y bien recibido por los ecologistas. Pero todo cambió el último día.
Cuando comenzaba el plenario final del que saldría el Pacto del Clima de Glasgow, el representante indio se acercaba al presidente de la COP para sugerir una pequeña modificación del texto que cambiaba sustancialmente su contenido: sustituir la exigencia de "abandonar" el carbón y las ayudas a los combustibles fósiles por "reducir". Finalmente, se aceptaba el cambio, para queja unánime de los representantes occidentales.
Otro de los actores que se esperaba que tuviera un papel fundamental era la Unión Europea, que junto a Reino Unido tiene el plan más ambicioso para reducir las emisiones. Sin embargo, ha llamado la atención su falta de liderazgo, según apuntan fuentes de la negociación. La diplomática francesa y arquitecta del Acuerdo de París, Laurence Tubiana, apuntó que "si la Unión Europea no lidera ahora y construye una coalición con una alta ambición, nadie más lo hará".
Mientras que EE.UU. y Europa han empujado hacia una mayor ambición en la reducción de emisiones, los países más vulnerables denuncian que se han opuesto a la financiación de un fondo para compensar las pérdidas económicas causadas por el cambio climático.
Al otro lado están Australia y la coalición árabe que preside Arabia Saudí, todos ellos grandes productores de petróleo y carbón. Son "los malos de la película", según el coordinador de Energía y Clima de Ecologistas en Acción y observador de las negociaciones en Glasgow. Su papel no ha variado en las últimas cumbres, y hace cuestionar el sistema de toma de decisiones multilateral con el que funcionan las COP.
"Es un problema endémico de estas conferencias, en las que todo el mundo puede votar. Es muy cuestionable que países productores del petróleo pueden bloquear decisiones que son fundamentales", denuncia.
Aun así, fuentes de la negociación apuntaban a que, sorprendentemente, Arabia Saudí estuvo "muy callada" en las últimas fases de la negociación, lo que permitió mayor libertad a los negociadores occidentales. Australia, que remó en contra de la inclusión del carbón, dio su brazo a torcer en el último momento y Rusia, con grandes intereses en el gas, se mostró "positiva", según estas mismas fuentes.
Coda: ¿un éxito o un fracaso?
Se suele hablar de las cumbres del clima en términos de éxito, como la de París, o fracaso, como la de Copenhague. La de Glasgow se sitúa en un término medio: ha cumplido con sus objetivos de terminar de cerrar los flecos pendientes del Acuerdo de París, que ya puede estar plenamente operativo, ha aumentado la sensación de urgencia al hablar de "década crucial", ha hecho crecer la ambición climática al poner la meta en el 1,5 ºC, reconoce la falta de acción hasta la fecha y pide a los países presentar planes más reforzados de reducción de emisiones el año que viene.
Ha aumentado la importancia de la adaptación al cambio climático, que hasta ahora era "la hermana pobre" de la mitigación en los acuerdos, según Ribera y aquí ha escalado hasta los primeros puntos del acuerdo. Los países han aumentado la financiación para adaptarse al cambio climático, aunque aún lejos de lo prometido, y prometen avanzar en la creación de un fondo de compensación para pérdidas y daños por el calentamiento global.
Los ecologistas de la organización SEO Birdlife celebran que aparezca en el texto final la necesidad de "proteger, conservar y restaurar los ecosistemas" para cumplir con el Acuerdo de París. "A nivel de los ecosistemas en general como el océano en particular, se ha avanzado bastante en el acuerdo alcanzado aquí", resalta su portavoz Dave Howell, veterano observador de las COP.
Y, están, por supuesto, las críticas. El cambio de última hora de India para rebajar (aún más) la mención a los combustibles fósiles dejó un sabor agridulce a negociadores y activistas, que aun así valoran unánimamente que aparezcan dentro del acuerdo.
También son muy críticos desde los países en desarrollo, que creen que los países más ricos han abandonado a los pobres al no cumplir con sus compromisos de financiación. En la cumbre estuvo a punto de alcanzarse un acuerdo para la creación del "mecanismo de Glasgow", un fondo para compensar las pérdidas y daños causados por el cambio climático.
"El acuerdo es un fracaso porque no ofrece ayuda a quien está sufriendo ahora, independientemente de lo que diga en términos de mitigación. Eso vendrá después, pero primero está la gente que sufre en este momento", considera Harjeet Singh, consejero delegado de Climate Action Network y observador de las negociaciones.
Pero más allá del acuerdo al que se ha llegado en Glasgow, todos los anuncios hechos sobre todo los primeros días han dado un nuevo impulso a la política internacional climática, que desde París avanza con pies de barro. Especialmente el acuerdo entre China y Estados Unidos, pero también el pacto contra el metano o los nuevos compromisos de grandes potencias.
A pesar de considerarlo "decepcionante", "imperfecto" y decenas de expresiones similares, los casi 200 países presentes en Glasgow aprobaron el texto final ya que consideran que es mejor un acuerdo insuficiente que ningún acuerdo. Se ha vuelto a constatar que la emergencia climática y la diplomacia tienen ritmos muy diferentes, pero se vislumbra un compromiso creciente para ir dejando atrás los combustibles contaminantes y evitar al menos los efectos más devastadores de la crisis climática.