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La odisea de tener una oficina bancaria en la España rural

  • Entre 2015 y 2021 el número de sucursales se ha reducido en más de 10.000

  • Estancos, unidades móviles y oficinas de Correos, entre las alternativas propuestas para paliar la situación

CRISTINA POZO GARCÍA | DatosRTVE
7 min.

En 2021, la migración hacia el mundo digital parece cada vez más evidente. Hacer gestiones a través de Internet es una actividad muy rutinaria para muchas personas, ya que les permite ahorrar tiempo y dinero en distintos ámbitos, como a la hora de hacer la compra, consultar la prensa o poner al día sus cuentas bancarias.

Con todo, en las grandes ciudades siempre es posible acudir a una oficina financiera cuando surge un problema que no puede resolverse con el ordenador o por el móvil. Sin embargo, disponer de una caja cerca es misión imposible en muchas partes del país. Según los datos del Banco de España, más de un millón de personas repartidas en 4.000 municipios -la mitad de los que hay- no disponen de puntos de acceso al dinero en efectivo.

El 'apagón' de las oficinas bancarias es una realidad. Entre 2015 y 2021 el número se redujo en más de 10.000 y, con datos hasta finales de junio, en España hay en torno a 21.000 sucursales. Los cierres más numerosos han tenido lugar en los puntos donde más oficinas se acumulaban. Así, ciudades como Madrid -con 900 menos-, Barcelona -600-, Valencia y Zaragoza -200- lideran las bajadas.

En pueblos donde el número ya era limitado ha habido aumentos que en ningún caso han supuesto más de dos oficinas. Es el caso de Peñas de San Pedro, Albacete, que antes contaba con una y ahora tiene tres; y Lalueza, Huesca, que ha pasado de tener dos a cuatro sucursales.

José Manuel del Barrio Aliste, sociólogo y miembro del departamento de Sociología y Comunicación de la Universidad de Salamanca, prevé que la tendencia continuará siendo de "reducción" si las dinámicas demográficas, especialmente en las zonas rurales, se mantienen como hasta ahora. No obstante, recuerda que "son proyecciones y nunca deben entenderse como situaciones que no puedan revertirse de algún modo".

La desaparición de sucursales en zonas rurales

Vivir sin un banco cerca es el día a día de Luis, vecino de Cabreros del Río (León), que cuenta que nunca hubo una oficina permanente en su localidad, una población de 417 habitantes. Recuerda que gran parte de ellos tenía cuenta en la antigua sucursal, propiedad de Unicaja -antes Caja de León y posteriormente Caja España-; comenzó abriendo tres días a la semana, pero su periodicidad fue cayendo para acabar cerrando hace seis años.

No es un caso aislado en Castilla y León, la región que concentra la mayor tasa de municipios pequeños y dispersos. Del Barrio Aliste explica que ahí la desaparición de oficinas se aceleró con la crisis de las cajas de ahorro. "Sirvieron de red muy potente para prestar un servicio básico a los ciudadanos", argumenta, pero su desmantelamiento con las sucesivas fusiones fue una de las opciones para ahorrar costes.

Una necesidad bastante habitual como sacar dinero se hace especialmente difícil en la región. Ene la provincia de León, un 17 % de su población tiene muy complicado acceder a estos servicios, y la situación es aún más enrevesada en Zamora, donde el porcentaje se eleva al 28 %. En general, estos problemas afectan a la mitad norte del país -con la excepción de Cáceres y Cuenca-. Y se prevé que otro fenómeno, el de la exclusión financiera -o índice de vulnerabilidad-, golpee a las mismas regiones si no se encuentran soluciones efectivas.

Sin embargo, en zonas donde el problema a priori no es tan grave también se encuentran con este tipo de inconvenientes. Ocurre en Galicia, como narra Mari Carmen, de Buño, dentro de Malpica de Bergantiños (A Coruña). Según cuenta esta vecina, la sucursal de su parroquia, de Abanca, cesó su actividad hace cinco años.

Su "buena" posición geográfica le salió cara: el estar situada a no mucha distancia de municipios importantes como Malpica, Ponteceso y Carballo suscitó el cierre de la oficina. Mari Carmen, de hecho, explica que el ayuntamiento de Malpica de Bergantiños mantuvo negociaciones con la caja y les ofreció mantener el local gratis para que la sede pudiera seguir en marcha. "Se lo pusieron muy fácil y ni con esas quisieron", denuncia Mari Carmen.

Autobuses, estancos u oficinas de Correos: opciones 'in media res'

Ante este abandono, algunas zonas consiguieron mantener cajeros automáticos para poder, al menos, sacar dinero o poner al día las cartillas. Sin embargo, el número de estas máquinas también se reduce cada año, como demuestran los datos del Banco de España:

En Buño, hasta hace dos años hubo uno, pero también quedó inhabilitado. Tampoco era suficiente para la gente mayor, como explica Mari Carmen, ya que mucha no puede leer bien y tampoco tienen "una persona que les enseñe, les instruya o les haga las cosas", como sí ocurriría si contaran con una oficina.

Una medida intermedia y que han puesto en marcha distintas entidades son las unidades móviles, autobuses en los que se permite sacar dinero, pagar algún recibo y poner al día las cartillas. A Buño y a Cabreros del Río vienen una vez a la semana, y son afortunados, ya que otros municipios de sus respectivos alrededores no han conseguido que los visiten.

El Banco de España, ante un futuro de más cierres por fusiones, reestructuraciones de plantillas o por el incremento de la digitalización, autorizó que estancos, administraciones de lotería -de la mano de plataformas como Nickel- y oficinas de Correos pudieran ser puntos de retirada o entrega de efectivo. A continuación se muestra la distribución geográfica de Correos por todo el país:

Cruzando los datos del Banco de España y de Correos, este es el mapa de los municipios que tienen al menos una oficina de alguno de los dos organismos. Sin embargo, de las 8.131 localidades que hay en España, según los últimos datos del INE, más de 4.300 no contaba con ninguna.

Un problema del que sacar "nuevos métodos de gestión"

Y, aun así, hay quien considera que estas soluciones parciales no son suficientes. Luis, vecino de Cabreros del Río, reconoce que ya no ve a mucha gente de su pueblo congregarse cerca de la unidad móvil, ya que cree que muchas personas, o bien optan por pedirle ayuda a las generaciones más jóvenes, o bien se han acostumbrado a ese abandono. Ante la obligación de desplazarse a otros puntos para poder resolver cuestiones más importantes, la vida en su pueblo y en otros se va apagando poco a poco.

"Es una pérdida de relevancia en términos sociales, una sensación de desprotección", resume el sociólogo José Manuel del Barrio Aliste. "Un territorio, para que sea atractivo, necesita disponer de una malla de recursos muy diversos, próximos a los ciudadanos". En Buño, como cuenta Mari Carmen, la mitad de su actividad cesó en cuanto la sucursal desapareció y poco después, negocios como cafeterías o servicios de paquetería, ligados a la entidad, echaron el cierre.

En Cabreros del Río el vínculo con Unicaja se fue deteriorando ante la reducción evidente de servicios. Así, si todo el pueblo solía tener una cuenta ahí, ahora solo unos pocos la conservan, señala Luis: "El resto se han ido a otras entidades que jamás han tenido aquí nada porque ya han interiorizado que si tienen que hacer algo, lo tienen que hacer por el móvil o se tienen que desplazar donde está la entidad más cercana".

Tampoco ayuda que cada vez más actividades tengan comisiones, como las de mantenimiento o las de las transferencias. La última controvertida práctica sobre la que ha alertado el Banco de España es la de reclamar una cantidad por la retirada de efectivo en ventanilla, lo que obliga a hacer uso de los cajeros, poco aptos para personas mayores o aquellas no familiarizadas con la tecnología. "Me parece ridículo que tengamos bancos para que al final ejerzamos nosotros de ellos mientras se lavan las manos y se enriquecen", sentencia Mari Carmen.

Este asunto, entre otros muchos, pone en evidencia la situación que atraviesa la España rural. Por ello, del Barrio Aliste aboga por sacar partido a estos problemas y desarrollar un plan nacional para solventarlos, con la participación de los distintos sectores afectados. "[Este panorama] se presenta como una oportunidad para idear nuevos métodos de gestión de los recursos públicos y privados en el territorio", defiende.

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