El supremacismo blanco y los movimientos ultraconservadores reclutan a jóvenes, cuyas vidas han estado dominadas por los abusos, el abandono y los traumas. Estas circunstancias generan rabia, ira y odio que vierten hacia los demás con una violencia exacerbada. Los exsupremacistas arrepentidos confiesan el daño brutal que han causado a las personas por su radical ideología del odio al diferente. En su camino hacia la redención se han encontrado con aquellos a los que odiaron antes y, con la vergüenza y el sentimiento de culpa a flor de piel, han comprobado que donde hay compasión y perdón el odio no tiene cabida.
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El exsupremacista Arno Michealis consuela al que fuera miembro del Ku-Klux-Klan, Chris Buckley en su proceso de redención
“No sé a cuántos chicos blancos furiosos recluté, los sumí en una espiral de locura y luego los lancé a la sociedad para que atacaran a la gente“
Cabezas rapadas, tatuajes y esvásticas
Hace algo más de tres décadas, Arno Michaelis lideraba una organización racista de cabezas rapadas de Estados Unidos. Fue nombrado reverendo de la autodeclarada Guerra Santa Racial y era el cantante de una banda de heavy metal que gritaba a la gente, que se matasen entre sí por el color de la piel. "No sé a cuántos chicos blancos furiosos recluté, los sumí en una espiral de locura y luego los lancé a la sociedad para que atacaran a la gente", confiesa este exsupremacista de Wisconsin.
“Lo que realmente me empujó al movimiento de supremacía blanca fue la sensación de vacío y de querer pertenecer a algo“
Adolescentes, en la mayoría de los casos, procedentes de familias desestructuradas con graves problemas de maltrato, abuso y baja autoestima, que encontraron en estos movimientos radicales un lugar donde paliar sus carencias afectivas. Es lo que le ocurrió a Chris Buckley a su regreso de Afganistán. Este exmiembro del Ku-Klux-Klan asegura: "Lo que realmente me empujó al movimiento de supremacía blanca fue la sensación de vacío y de querer pertenecer a algo". Necesitaba un lugar donde encajar y el movimiento racista se lo proporcionó. Como él, otros jóvenes llenos de la rabia y del odio que llevaban dentro cometieron, en nombre de la ideología neonazi, salvajes delitos de odio.
Todos creyeron a pies juntillas que eran los agentes elegidos para salvar a la raza blanca de su inminente genocidio y construir un estado ario. Musulmanes, homosexuales, mujeres y hasta los mismos blancos que no comulgaban con esta ideología se convertían en los objetivos prioritarios de sus brutales agresiones.
“El odio se parecía mucho a una droga. Sabía que era malo pero me hacía sentirme bien cuando lo descargaba“
Todo valía y se justificaba en nombre de la superioridad de la raza blanca. "Realmente odiaba a todo el mundo, pero mi forma de expresarlo era odiando a los judíos y a los negros", relata hoy avergonzada, Shannon Foley, una violenta exsupremacista blanca que fue reclutada cuando tenía tan solo 15 años.
Christian Piccioilini y Shannon Foley de jóvenes, haciendo el saludo del poder blanco
De su época de neonazi recuerda que acarreaba una brutalidad que llevaba con ella a todas partes. "La ira, el miedo y, sobre todo, la incertidumbre son los que realmente hacen a alguien propenso a aceptar la narrativa del odio", explica Christian Picciolini. Este excabeza rapada tiene presente el sentimiento de poder que el grupo radical le confería cuando golpeaba salvajemente a los diferentes.
El arrepentimiento como redención
"El odio se parecía mucho a una droga. Sabía que era malo, pero me hacía sentirme bien cuando lo descargaba. Y luego empezó a volverse tóxico y sentía que me estaba devorando vivo", cuenta Christian Picciolini. Abandonó el movimiento supremacista y comenzó un difícil proceso de transformación personal, a raíz de comprobar que las canciones racistas que sirvieron de inspiración al individuo que cometió una masacre en una iglesia de Charlestone eran las suyas. Hoy es un premiado productor de televisión que lucha contra el odio desde su profesión. En 2016, ganó un premio Emy por una campaña publicitaria contra el odio destinada a ayudar a las personas a desvincularse del extremismo.
Christian Picciolini, exsupremacista blanco
Todos los que han logrado salir de estos movimientos extremistas lo han hecho gracias a la relación que han tenido con personas que, por su condición, antes habían odiado. Víctimas de los delitos de los movimientos del poder blanco han perdonado a estos agresores y ellos han encontrado en la compasión y el reconocimiento la salida a su odio.
“Esos actos de bondad me cambiaron“
"Soy un superviviente de uno de los crímenes de odio más mortíferos cometidos en suelo estadounidense por un supremacista blanco", cuenta Pardeep Singh, una de las víctimas de los movimientos extremistas nazis. "Un integrante de mi antigua banda asesinó al padre de Pardeep y a otras cinco personas", confiesa el exsupremacista blanco Arno Michaelis.
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Pardeep y la comunidad sij le demostraron que la venganza debe ser el perdón. "Esos actos de bondad me cambiaron", afirma Arno que, en la actualidad trabaja codo con codo con una organización pacifista creada a partir del ataque supremacista que sufrió el templo sij de Oak Creek en agosto de 2012. "No quiero librarme jamás de la responsabilidad de haber hecho daño a toda esa gente", insiste Arno, un arrepentido exsupremacista que ha logrado sentir que el amor es capaz de vencer siempre al odio.
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