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El universo en su cerebro (I)

Santiago Ramón y Cajal: en la misma liga que Einstein o Newton

  • Descubre las facetas del Nobel español en la serie documental Santiago Ramón y Cajal: el universo en su cerebro

  • El Museo Nacional de Ciencias Naturales expone a Cajal a la espera de un museo propio para el científico

  • Juan A. De Carlos, responsable del Legado Cajal: "Conocía los cerebros de cualquier animal que se cruzase por la calle"

ÁLVARO BRAVO (RNE)
5 min.

Santiago Ramón y Cajal, nacido en Petilla de Aragón un primero de mayo de 1852, llegó a ser capaz de conectar un puzzle que nadie antes supo ver delante de los ojos. Interpretó correctamente sus piezas y aportó luz sobre esas conexiones dando como resultado su apuesta por la individualidad de la neurona.

La ciencia en España, dibujada en su camino

José Ramón Alonso, neurocientífico y catedrático de Biología Celular, considera que es “el mejor científico español de todos los tiempos y uno de los grandes de toda la humanidad". En este sentido, Laura López- Mascaraque, neurocientífica e investigadora del CSIC, asegura que es "comparable con Einstein o Newton, los padres de disciplinas muy importantes”.

La trayectoria científica de Cajal dejó tras de sí el impulso de la ciencia en España a través de la Junta para la Ampliación , una institución cuyo primer presidente fue el Nobel en Fisiología o Medicina. “Daba becas para que los estudiantes que terminaban su carrera pudieran salir al extranjero a seguir formándose", según explica Juan Andrés de Carlos, neurocientífico y responsable del legado del científico español. “Siempre hemos tenido científicos españoles excelentes, pero que hayan realizado toda su obra en España y con esta magnitud solo Cajal”, concreta.

La genialidad de Cajal

Mientras que Camilo Golgi, con quien comparte el Nobel, es firme reticularista al afirmar que el sistema nervioso está formado por una red difusa, Cajal defiende la teoría neuronal basada en la individualidad de la neurona. Describe a estas células como elementos independientes que se ponen en contacto unos con otros por contigüidad y nunca por continuidad. “Es evidentemente que Golgi utilizaba su propio método antes que Cajal”, que servía para observar las células nerviosas impregnadas casi en su totalidad, “y veía lo mismo que él, pero interpretaban distinto. Esa es la genialidad de Cajal”, asegura De Carlos.

Dibujo de la médula espinal según las teorías neuronal (Izquierda) y reticular (Derecha).

Como persona adelantada a su tiempo, en sus estudios sobre la composición microscópica del sistema nervioso, Cajal era capaz de observar vida cuando en realidad estaba observando estructuras fijadas, o lo que es lo mismo, tejido muerto. “Describe los circuitos visuales, olfativos o auditivos y estudia todo el sistema nervioso, tanto del cerebro como de la médula espinal, pero no solo en Histología del sistema nervioso del hombre y de los vertebrados, su obra magna, sino que lo estudia en cualquier animal que cae en sus manos, en insectos, anfibios o pájaros. Conocía perfectamente los cerebros de cualquier animal que se cruzase por la calle, era algo totalmente increíble”, detalla De Carlos.

Las dudas sobre su brillantez

El reconocimiento de Cajal es intachable aunque, muchas veces, en España solo lo asociemos simplemente a un hospital o colegio bautizados con su nombre. Su significancia real estuvo sometida a cierto debate en nuestro país, incluso desde sus primeros pasos.

Perdemos el tiempo al convertir en inventores a los que fueron nada más que aprendices

Teófilo Hernando, médico de Cajal, se encargó de atenderle en sus últimos instantes vitales: “Cuando empezó a hacer descubrimientos en España no tuvieron ningún éxito entre los españoles”, explica sobre su amigo y maestro en una conferencia grabada en la Casa de Aragón de Madrid en 1969, rescatada del Fondo Documental de Radio Nacional de España. “No sabemos ensalzar de manera decente lo bueno que hemos tenido y, en cambio, perdemos el tiempo al convertir en inventores a los que fueron nada más que aprendices”, precisa Hernando que proponía en ese momento “ni exagerar a nuestros sabios ni despreciar a los muchos que tenemos”.

Cuando Cajal hacía estos descubrimientos, según Teófilo Hernando, sus compañeros dudaban de que el futuro Nobel fuera a saber “más que los sabios extranjeros”, una duda absurda vistas las aportaciones de Cajal a la ciencia. De todas formas, Hernando quiso dejar claro que no todos tienen que ser una mente tan brillante como el científico para sumar, puesto que siempre habrá personas que hagan aportaciones o descubrimientos modestos que, igualmente, serán útiles: "Esta gente tiene que ser incorporada a la ciencia”. Un pensamiento muy en la línea de la diversidad científica que defendía Cajal.

De Cajal, cajaliano. De neuronismo, cajalismo

Entre los admiradores de Santiago Ramón y Cajal el término cajaliano es bastante recurrente. Una palabra que puede consistir en dar forma a las virtudes del científico español sin desechar en esa interpretación el molde de la época que le tocó vivir. Puede servir para identificarse con sus gestos y con sus gestas, o con la manera que tuvo de analizar su presente sin perder la perspectiva. “Es entender la visión integral que tenía del cerebro”, valora Laura López-Mascaraque, neurocientífica e investigadora del CSIC: "José Ramón Alonso dijo en una charla que en vez de neuronismo podríamos hablar de cajalismo”, añade.

Dibujo original de Santiago Ramón y Cajal mostrando astrocitos en sustancia gris de corteza cerebral humana

Ser cajaliano es considerar al científico como un referente en muchos aspectos, como el de su honestidad personal. “En el momento en el que preside la Junta para la Ampliación de Estudios, tiene un hijo que manda al extranjero pero sin ningún tipo de beca especial. Cuando le preguntan por qué ha hecho eso teniendo tanta influencia contestó que precisamente porque era su hijo”, revela José Ramón Alonso, neurocientífico y catedrático de Biología Celular.

La lista del cajalismo está repleta de renglones que describen el rigor aplicado en sus investigaciones, su competitivdad honesta y sana con los mejores investigadores del mundo, el aprecio de su modestia como profesor tan recordada por sus alumnos o la "implicación por su país para que fuera a mejor al asumir una serie de responsabilidades y trabajar no tanto por un interés particular, sino colectivo”, aprecia Alonso.

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