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Túnez

Pescadores de vidas migrantes: "No puedo ver a personas naufragando delante de mis ojos"

  • En la costa tunecina hay pescadores que dedican gran parte de su tiempo a auxiliar a pateras en apuros

  • También dan sepultura a quienes han perdido la vida en el mar para que no acaben en vertederos municipales

EBBABA HAMEIDA (Enviada especial a Zarzis)
9 min.

Los hombres del mar de Zarzis, en la costa sur de Túnez, son famosos. Chamsddine Marzug es quizá el más conocido dentro y fuera del país. Es pescador y voluntario de la Media Luna Roja tunecina. Conoce muy bien el mar y sus peligros. Un hombre austero y modesto. Habla de la vida y de la muerte como si fuese lo mismo. Para él solo existe la dignidad de las personas, incluidas las que ya no están. Sus fotos dando sepultura a cuerpos sin vida devueltos por el mar han dado la vuelta al mundo. En persona nada cambia. Viste un chaleco beige y un gorro de paja. Quiere compartir rincones de esa tierra que esconden nombres desconocidos de personas que han intentado emigrar a Europa.

En un pequeño coche rojo cruza la ciudad y se dirige al puerto. "A los pescadores de Zarzis se nos conoce también por pescar la vida de seres humanos", dice sonriendo. Llega al puerto y se para en un pequeño bar, señala la mesa donde está sentado su compañero, Samir Khifniss, presidente de la Asociación de Pescadores de Zarzis. Vuelve a ofrecer café o té. Samir quiere café porque lleva toda la noche en alta mar. Tiene 57 años y lleva desde que tiene 16 años dedicándose a la pesca.

"No puedo ver a personas naufragando delante de mis ojos, asegura Samir cuando quiere explicar el objetivo de la organización que preside. Pasa más tiempo en el agua que en la tierra, además de pescar para vender, también se encarga de salvar vidas que están en peligro. Su primer rescate lo llevó a cabo en los años setenta. Lo recuerda perfectamente. "Desde aquel día me di cuenta de que no podía permanecer indiferente. Me aferro a ley tunecina que obliga también a los pescadores a socorrer a las personas que están naufragando", nos explica con un aspecto algo cansado.

Es un imperativo impuesto en el Código Marítimo tunecino. La Guardia Nacional del país norteafricano tiene la misma obligación de frenar las rutas clandestinas que salvar la vida a quiénes están en peligro en el mar. Los pescadores llevan décadas realizando rescates, pero en 2011 con la primavera árabe en Túnez y el estallido de la guerra en Libia aumentaron las salidas de barcazas con personas que querían emigrar a Europa. Ante este escenario en 2013 crearon su propia asociación para organizarse y ser más efectivos en los rescates.

Samir cada vez que lleva a cabo un rescate piensa en sus dos hijos, Bachir y Haifaz, que se marcharon hace años en una patera y tenían 21 y 23 años respectivamente. "Yo me enteré cuando ya llegaron, pero habrían podido naufragar", dice mientras le pega un sorbo al café. Reconocen que la costa de Zarzis es un punto importante de partida, pero también de paso de todos aquellos que salen de Libia. "El 100 % de las personas que rescatamos vienen de Libia. Cada noche salimos con comida y con todas las herramientas para llevar a cabo el rescate", dice el presidente de la ONG. Se encuentran con barcas a la deriva sin gasolina y abandonadas a su suerte. Chamsddine asiente con la cabeza, interviene poco y prefiere escuchar atentamente a su compañero.

Samir y Chamseddine en la playa del puerto de Zarzis RTVE

"Yo me ponía muy nervioso y no entendía el miedo que nos tenían"

Son más de 2.000 pescadores voluntarios los que conforman la asociación. Tienen una sede en el centro Zarzis en la que hay muchas garrafas de agua y comida no perecedera y decenas de chalecos salvavidas. "Antes con cada rescate volvíamos al puerto. Ahora les ayudamos a subir con nosotros les damos mantas, agua y comida y al día siguiente cuando nosotros terminamos de trabajar los traemos al puerto. Samir y Chamsddine reconocen que tuvieron que aprender a realizar los rescates. "Nos han ayudado muchas organizaciones y hemos hecho formaciones para poder aprender", dice este último.

Recuerdan especialmente la formación de seis días que les brindó Médicos Sin Fronteras. "Yo me ponía muy nervioso y no entendía el miedo que nos tenían si realmente solo les queríamos ayudar", asegura Samir. Ahora han aprendido a controlar los nervios, aunque se vean muy desbordados, pero saben que tienen que transmitir seguridad a todas estas personas que huyen de las milicias y del terror de Libia. Tienen miedo a ser devueltos. Gracias a estas formaciones con simulacros han interiorizado los pasos. "Tenemos que hablar poco y claro. Lo primero que tenemos que hacer es tranquilizarles", dice Chamsddine.

Llamamos a Ahmed Al Rousan, mediador intercultural de Médicos Sin Fronteras en Italia. Él fue uno de los que impartió la formación y recuerda con cariño aquella experiencia. Le impactó el grado de humanidad de los hombres del mar de Zarzis. "Me decían que no podían permitir morir a nadie", explica Ahmed desde el otro lado del teléfono. "Les ayudamos a proteger a los demás sin ponerse en riesgo. Eran personas muy sencillas y también les dimos material", continúa. Ahora tienen todo tipo de medicamentos para parar el sangrado, para insolaciones o suero.

Ahmed se centró en los primeros socorros psicológicos. "Vimos que era importante que dieran mensajes cortos y muy claros. Repetirles muchas veces que no van a ser devueltos a Libia y hablarles de una forma tranquila y mantener la calma", recuerda el mediador. También les explicaron la importancia de repartirse y no acumularse todos en un lado del barco. La operación de rescate es peligrosa, la mayoría de los botes en los que viajan se hunden y muchas de estas personas no pueden nadar. "Les explicamos la importancia de priorizar. Primero bebés y niños y luego las mujeres embarazadas y luego los demás", dice. "La mayoría de personas que han llegado de Libia a Italia nos dicen que han sufrido violencia, centros de detención, una violencia de todo tipo, muchos han hablado de tortura", añade.

MSF también ha trabajado con la Media Luna Roja en Libia y Túnez, el Servicio de Protección Civil Tunecino y la Guardia Nacional Tunecina sobre la recepción de las personas rescatadas y su traslado a la costa así como sobre el manejo adecuado de los cadáveres.

"Nosotros también tememos por nuestra vida"

Los pescadores tunecinos que navegan en las aguas del sur se enfrentan a muchos problemas, sufren ataques por parte de milicias libias. "Tenemos a decenas de compañeros secuestrados", recuerda Samir. En las aproximaciones de las aguas libias temen por sus vidas, los extorsionan y los guardacostas del país vecino les han llegado a disparar, recuerda Samir.

También quieren hacer hincapié en que algunos compañeros pescadores han sido detenidos por las autoridades italianas. Ponen el ejemplo de su compañero Chamssedine Bourassine, un pescador tunecino que pasó un mes detenido en una prisión italiana. "Le acusaron de tráfico de personas cuando remolcaba una embarcación que presentó problemas en el mar. Por otro lado se enfrentan también a presiones por parte de las propias autoridades tunecinas.

"Jamás se me olvidará que en 2014 salvamos a 980 personas en un solo mes", calcula Samir. La conversación se topa con la muerte. Los vivos están a salvo, pero hay muchos cuerpos sin vida devueltos por el mar. "Cuando salvas a alguien con vida te sientes un héroe, pero cuando es un cadáver el que rescatas sientes rabia por haber llegado tarde", asegura Chamsddine. Él se dedica más a los muertos que a los vivos.

El cementerio de los desconocidos

"Yo convivo con los muertos. Necesitan una sepultura digna", asegura Chamsddine. Se despide de Samir y vuelve a montarse en el coche. Tiene otro lugar que enseñar. Vuelve a cruzar la ciudad. Cuando parece que no hay nada, hace señal de que hay un cementerio, pero solo se ve un desierto con olivos. Hasta que vuelve a frenar el coche y en una placa azul en la que pone en varios idiomas: "El cementerio de los desconocidos". Es el único lugar que ha permitido crear el ayuntamiento en un antiguo vertedero de basura.

Chamseddine Marzug deambulando en el cementerio RTVE

En este lugar reina el silencio de unos 400 sueños frustrados. Aquí Chamsddine se ha pasado horas y horas en los últimos años. "Aquí comencé a traer a las personas ahogadas en el mar y que me encontraba en las playas de esta zona", explica. Hay dos estratos de tumbas. Hay pequeños brotes de arena y en cada tumba resalta una flor. Flores secas que Chamsddine viene a regar a menudo. Llaman la atención cómo un muñeco blanco posa sobre una de las tumbas. "Era de un niño que seguramente no podía jugar", dice Chemsddine.

Solo una de las tumbas tiene un nombre: Rose-Marie, Nigeria, 27-05-2017. Según han podido saber se trata de una mujer que estaba enferma que había vivido en Libia y "había sufrido todo tipo de vejaciones. La embarcación en la que salió a Europa fue rescatada, unas 126 personas han sido salvadas menos Rose-Marie", cuenta emocionado Chamssidine.

El pescador riega cada flor que brota de cada tumba. Él se encarga de todo. Va al hospital a buscar los cadáveres, a veces los traslada en ambulancia o en un camión de basura. "Son personas que no tienen familias. Solo me tienen a mí. Me dedicaré a este lugar toda mi vida", dice.

El museo del mar: zapatillas, ropa y restos

Todas estas personas que intentan llegar a Europa lo hacen sin maletas. Se embarcan con lo puesto y se exponen a perderlo absolutamente todo. Más de 6.000 zapatos tiene coleccionados el artista y poeta tunecino Mohsen Lihidheb. Creó en su día El museo del mar para coleccionar todos los objetos que expulsa el mar. "En los últimos años lo que más me encuentro son zapatos y ropa de personas que emigran", describe Mohsen. Le apasiona el mar y todo lo que esconde. Trasforma en versos el dolor y la tristeza que emanan del mar. Lee poemas que ha escrito. Es única forma de procesar los objetos que se encuentra en el mar.

Pertenencias de personas migrantes el "Museo del Mar" RTVE

"Había cuerpos que calzaban estos zapatos", señala. Indica una zona en la que hay más de 4.000 zapatos amontonados con miles de objetos que las personas migrantes han perdido la vida en el mar. Ahora no quedan ni las huellas de estas personas en la tierra, tampoco en el mar, solo quedan los pasos vacíos. Sueños frustrados y cuerpos hundidos.

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