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30 mujeres que están cambiando el mundo 

Khadija Ahmadi, la alcadesa afgana amenazada de muerte por crear espacios seguros para las mujeres

  • Se refugió en Irán para poder estudiar y a su regreso ganó las elecciones en un mundo semifeudal y patriarcal

  • Fue elegida alcaldesa en un país en el que los hombres tienen todo el poder político y de decisión

ÓSCAR MIJALLO
2 min.

Zahra Khadija Ahmadi lucha sus batallas en el país más peligroso del mundo para ser mujer. Así califica ella Afganistán, igual que muchas ONG y grupos pro derechos humanos. De niñas se las encarcela bajo un burka y en muchos casos se las obliga a casarse sin haber llegado a la pubertad. Quitarse el burka o negarse a uno de estos matrimonios infantiles es un crimen de honor que puede costar la vida.

Según las Naciones Unidas, alrededor de 300 mujeres mueren al año víctima de los crímenes de honor. Pero las cifras son muy cuestionables pues se denuncian muchos menos casos de los que suceden. La impunidad del criminal es casi total.

Las cifras sobre el matrimonio infantil son impactantes. El 40% de las niñas son forzadas a casarse cuando tienen entre diez y trece años –algunas antes –, y tres de cada diez, antes de catorce. Les arrancan la educación y la niñez.

Khadija Ahmadi es una de las mujeres que lucha contra esta sociedad semifeudal sumida en un patriarcado draconiano. Fue refugiada en Irán, donde se graduó en la Universidad y luego regresó a Afganistán. Allí ganó el puesto de alcaldesa de la ciudad de Nilli. En un país en el que los hombres tienen todo el poder político y de decisión consiguió impulsar varios proyectos para proteger los derechos de las mujeres.

Desde la alcaldía de la ciudad creo espacios seguros para ellas, como parques y bibliotecas donde pudieran aprender –un derecho que su padre o cualquiera de sus hermanos puede negarles con solo decirlo –; desarrolló un plan de acción para que la ciudad fuera más segura e impulsó talleres para que las mujeres puedan poner en común sus ideas para mejorar su situación y disminuir las agresiones. Todo, según explica ella misma, en un país en el que las cosas tienen que ir poco a poco porque ninguna chica puede enfrentarse abiertamente a los hombres.

Un trabajo que le ha valido críticas y amenazas de muerte porque Khadija no sólo se enfrenta a la ultraconservadora sociedad de su país también al peligroso islamismo radical de los talibanes.

Nacer mujer en Afganistán es sinónimo de sufrimiento.

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