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La guerra de la desinformación: así se libra la batalla electoral de EE.UU. en las redes sociales

  • El tráfico de desinformación en Facebook ha aumentado un 102 % desde las elecciones de 2016

  • Los expertos advierten de que las empresas no han logrado hacer lo suficiente para frenar el fenómeno | Especial

PALOMA DE SALAS
7 min.

El 25 de agosto de 2020, Kyle Rittenhouse, un adolescente de 17 años, fue detenido por el presunto asesinato a tiros de dos personas durante una manifestación contra la violencia racial en Kenosha (Washington). Las pesquisas posteriores revelaron que una milicia nacionalista había convocado una marcha contra los activistas raciales en Facebook, aunque no está claro si Rittenhouse llegó a interactuar con el grupo en la red social. Facebook admitió a los días que no eliminó el grupo de su plataforma por un "fallo operacional".

Nueva York, 15 de octubre. El diario The New York Post publica correos y fotografías del hijo de Joe Biden que enturbiarían el pasado del vicepresidente de Barack Obama en su relación con Ucrania y Rusia. La mayoría de los medios estadounidenses tratan la noticia con escepticismo y cuestionan la intencionalidad de sus fuentes, el abogado personal de Donald Trump, Rudy Giuliani, y su exdirector de campaña y asesor, Steve Bannon. Facebook automáticamente limita el alcance del artículo y Twitter opta por impedir su difusión y bloquea la cuenta del diario, que los acusa de censura.

Ha habido un gran cambio hacia la desconfianza, amplificado por la polarización actual

Ambos casos son los nuevos síntomas de la incitación a la violencia y la desinformación que inundan las redes sociales. Las mal llamadas noticias falsas han supuesto un antes y un después en los procesos electorales desde la victoria del Brexit y de Donald Trump en 2016. Y aunque el público parece ser más consciente de sus riesgos, el fenómeno sigue al alza en la campaña de 2020en cuatro años, según un estudio de The German Marshal Fund.

Su éxito responde a dos vertientes, según los expertos consultados. Por un lado, la penetración digital sigue imparable en el actual escenario de pandemia. Por otro, la desinformación política tiene una especial influencia en las emociones. "Ha habido un gran cambio hacia la desconfianza y el cuestionamiento de todas las instituciones y ha sido amplificado por la polarización actual y el aumento de la actividad online", resume la investigadora del Center for an Informed Public de la Universidad de Washington, Rachel Moran.

Escenario idóneo en un país polarizado

Si en 2016 la inmigración y los supuestos correos de Hillary Clinton centraron la desinformación, la movilización racial, la pandemia y el pasado de Joe Biden eclipsan ahora las publicaciones compartidas en redes sociales en un país dirigido por un mandatario dado a insultar a la prensa y que defiende los "hechos alternativos" como disfraz de las mentiras. "Es un presidente crítico con cualquiera que no apoye su agenda. La confianza en la prensa ha caído por lo que la gente escucha de él", sostiene el especialista en Comunicación en redes sociales de la American University, Jason Mollica.

Precisamente por la desinformación, "el panorama político está cada vez más desordenado. Trump está alimentando el odio con sus mensajes sobre el racismo y la pandemia, y esa es la mayor amenaza de las redes sociales", añade.

Gordon Crovitz dirige NewsGuard, una organización sin ánimo de lucro que desmiente desde Nueva York los bulos en internet. Allí han observado, no solo la naturaleza imparable del fenómeno, sino nuevas técnicas. "Han aparecido muchas páginas en Estados Unidos que aparentar ser medios de comunicación locales, pero que en realidad son secretamente financiados por partidos políticos de todos los espectros ideológicos", explica a RTVE.es.

Y así, la feroz batalla política se traduce en una pugna ideológica que se propaga sin freno por las redes y que en ocasiones llega a desembocar en la incitación al odio, como advierten desde el Real Facebook Oversight Board, una organización de reciente creación formada por activistas, periodistas y académicos creada para alertar de los riesgos en la red social durante esta campaña.

La fina línea entre la seguridad y la censura

Una de sus organizadoras es Carole Cadwalladr, la periodista que en 2018 destapó el escándalo de Cambridge Analytica: la consultora utilizó los datos de 50 millones de usuarios de Facebook para movilizar el voto a favor del Brexit y de Donald Trump en 2016.

Entonces, el director y creador de Facebook, Mark Zuckerberg, pidió perdón y se comprometió a evitar las injerencias extranjeras en futuras elecciones. Entre otras medidas, la red social ha decidido bloquear la información política una semana antes de las elecciones, si bien no impedirá que sigan circulando publicaciones antiguas, y ha prohibido las cuentas asociadas al movimiento conspirativo Qanon. En ocasiones, ofrece información veraz cuando una publicación parece dudosa, una estrategia similar a la empleada por Twitter cuando advierte de que una publicación puede contener datos engañosos, algo que ya ha hecho en varias ocasiones con Trump.

Facebook, en el eje de la polémica por la fuga de los datos de 50 millones de usuarios para fines electorales

Pero la historia parece repetirse: Rusia e Irán siguen en el punto de mira del FBI, los pirateos y las filtraciones intencionadas siguen siendo herramientas de campaña y los expertos advierten: las redes sociales no han hecho los deberes. "Hay más consciencia entre el público, pero no se ha hecho nada en Estados Unidos y todavía existe esta especie de industria tóxica que utiliza los datos de forma muy secreta", denuncia Cadwalladr a RTVE.es.

Todavía existe esta especie de industria tóxica que utiliza los datos de forma muy secreta

Según Crovitz, las empresas de Silicon Valley "siguen siendo muy irresponsables, podrían hacer mucho más, como aportar fuentes de información veraces, como ya hace Microsoft". La teoría está clara, pero en la práctica hay un gran problema. "Cuando Facebook y Twitter bloquearon la circulación de la noticia del New York Post, los acusaron de censura. Facebook suele llegar tarde siempre y es más reactivo, Twitter es más agresivo. Pero cuando bloquearon la circulación de la noticia del New York Post, fueron acusados de censura porque no es tan fácil como eliminar todo el contenido", sostiene el profesor Jason Mollica.

La persuasión de la desinformación y sus peligros

En un contexto de desafección política, desconfianza en los medios de comunicación y de continua presencia en internet, los mensajes engañosos cumplen con éxito su objetivo: desinformar y manipular. "La desinformación política se propaga rápidamente porque tiene gran carga emocional y suele partir de una media verdad para crear una falsa narrativa", explica a RTVE.es Rachel Moran.

De hecho, la investigadora ha comprobado que los avisos sobre publicaciones engañosas pueden servir de poco. "Está comprobado que cuando se desmiente una falacia, la persona que lo ha compartido va a seguir creyendo que es cierta porque ya ha creado un vínculo emocional y es una realidad que le resulta cómoda", añade.

Es muy fácil que el odio y la rabia online trasciendan a la vida real

Esto es precisamente lo que ha ocurrido con las informaciones del New York Post, según Mollica. "A nadie se le escapa que viene de un determinado partido, pero ayuda el hecho de que Donald Trump o el medio lo compartan porque sus seguidores creerán que es cierto".

Y así, la realidad se torna cada vez más peligrosa. "Es muy difícil saber en qué creer y además, la popularidad e los bulos está dañando la democracia", lamenta Crovitz. El mayor riesgo, la fina línea que separa al mundo virtual de la vida real. "Sabemos que hay milicias que recurren a Facebook para organizarse y es muy fácil observar cómo este odio y rabia online pueden convertirse en odio y rabia en la vida real", advierte Cadwalladr.

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