Almodóvar repite los últimos años que su estilo se hace más conciso, que siente necesita poco más que una cámara y un trípode para expresarse. La voz humana, cortometraje en el que por primera vez rueda en inglés, es producto de esa depuración, pero también un regreso a la creación por la creación de sus orígenes: alta cultura underground.
La voz humana es una adaptación (o reelaboración) de la obra teatral homónima de Jean Cocteau, uno de los monólogos más representados del siglo XX. Almodóvar coge la premisa -una mujer hablando por teléfono con el hombre que ha puesto fin a una relación-, y se la lleva por completo a su terreno. Como sucedía con Alice Munro en Julieta, la personalidad de Almodóvar se impone también a Cocteau.
El director reconoce que el cortometraje es un capricho y un bosquejo. Lo primero, por la mencionada libertad de una obra no sujeta al mercado (aunque finalmente cuente con distribución); lo segundo, por la probatura de rodar, al fin, en inglés. La voz humana ya está publicitada como ‘el mayor estreno comercial de un cortometraje en la historia de España’: 111 cines a los que sumarán también Francia, EE.UU. y Portugal. Un hito debido al fenómeno Almodóvar pero sobre todo a la carestía de nuevas películas en las salas tras la decisión de muchas de las grandes distribuidoras de no estrenar hasta que remita la pandemia.
Antes del ataque de nervios
Situada en un apartamento que es la quintaesencia alomodovariana, Tilda Swinton interpreta a una mujer que lleva tres días esperando a que su pareja acuda para recoger sus maletas, único resto del naufragio de una relación recién terminada. Inicia una conversación con su ex que se dispara en todas las direcciones: reproches, suplicas, agradecimientos, anhelos.
Casi se puede oír al otro lado de la línea la voz de Fernando Guillén, al que Carmen Maura esperaba igualmente desesperada en Mujeres al borde de un ataque de nervios, la película, junto a La flor de mi secreto, más conectada con La voz humana.
Tilda Swinton demuestra lo que no hacía falta ser probado: la esencia de Almodóvar es universal. y más en la última década, en la que progresivamente ha ido despojando de barroquismo a los diálogos. La actriz británica es una elección perfecta por talento y también como icono. No es casual que estetas como Wes Anderson o Luca Guadagnino la tengan también por musa.
Pero la gran novedad de La voz humana es reforzar el origen teatral mostrando los engranajes y albañilería del oficio: Tilda Swinton sale y entra del decorado del apartamento, emplazado en mitad de un gran plató vacío. El resultado no es un distanciamiento 'brechtiano', sino algo orgánico para Almodóvar: el cineasta lleva años recluido en esa “soledad deliberada” en la que sin rodar –como decía el personaje protagonista de Dolor y gloria- “la vida carece de sentido”. Vida, ficción y rodajes se confunden en un todo. Tampoco extraña: en el cine de Almodóvar siempre hay una mediación estética con la realidad y la suspensión de la incredulidad es parte del juego.
Pese a la brevedad, Almodóvar tiene tiempo para incluir todas sus marcas de estilo y hasta los tics, como el recurrente muestrario de películas y novelas, en este caso Kill Bill, El hilo invisible, Escrito sobre el viento o Suave es la noche. La voz humana comienza con la protagonista comprando un hacha, pero las mujeres de Almodóvar siempre han matado en defensa propia. Sin contar mucho más, lo importante aquí es hablar (con él en este caso) para purgar el dolor hasta un final empoderado que modifica y actualiza el texto de Cocteau.