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El ocio nocturno, territorio de acoso y violencia contra las jóvenes

  • La investigación "Noches seguras para todas" de la Federación de Mujeres Jóvenes analiza el acoso en locales y en la vuelta a casa

  • Los estereotipos sexistas siguen vigentes y las mujeres más vulnerables son las de origen latinoamericano o las afrodescendientes

YOLANDA SOBERO
6 min.

"Pasan por tu lado, te dan un golpe en el culo y hacen como que ha sido sin querer. Y sabes que no, porque se nota cuando lo hacen sin querer y cuando lo hacen adrede". Es uno de los testimonios que ha recogido el estudio "Noches seguras para todas", de la Federación de Mujeres Jóvenes y que incorporamos bajo nombres ficticios. Las conclusiones de esta investigación dibujan un panorama en que la noche aparece como un territorio donde el "más fuerte" impone su ley y en el que el ocio se usa para justificar o encubrir la violencia contra las mujeres. No es un mero ligoteo ni un juego; es acoso y violencia.

La investigación, encabezada por la socióloga Mónica Saiz, analiza los espacios de ocio nocturno a través de entrevistas realizadas en 2019 entre jóvenes, mujeres y hombres entre 18 y 25 años, de cinco comunidades autónomas (Canarias, Madrid, Navarra, País Vasco y Valencia. Una de sus conclusiones es que en el ocio nocturno los chicos se apropian del espacio y del tiempo de las chicas y las presionan sexualmente. El miedo es el principal indicador de agresión sexual que mencionan todas las mujeres entrevistadas.

Las mujeres más jóvenes son las que más sufren las violencias machistas en España

Estrategias de acoso

Comportamientos como las miradas insistentes, los comentarios insultantes o intimidatorios o la ocupación de su espacio son percibidos por muchos jóvenes, tanto mujeres como hombres, como meras situaciones agobiantes, ya que no conllevan un uso de la fuerza física. Sólo aquellas personas con conciencia de género las consideran como lo que son en realidad: distintas formas de violencia sexual, que no se limita a la violación. Una violencia, además, que no disminuye en España. Según datos del Ministerio del Interior, los delitos contra la libertad sexual crecieron en 2019 un 12% respecto al año anterior.

Primero te miran, se te acercan, luego son pesados y finalmente ya te amenazan

A través de los relatos de las jóvenes, el estudio señala que se usan distintas estrategias de agresión, desde la sumisión química o el acoso grupal, hasta aprovechar la oscuridad o el momento en que la chica esté sola. Marta, una de las chicas entrevistadas, resumía así el mecanismo más habitual: "Muchas veces una cosa lleva a otra, va progresivamente. Normalmente no es que un tío directamente coge y te amenaza porque sí. Primero te mira, se acerca... luego es un pesado y finalmente ya, pues te amenaza".

Tratar a las chicas como reclamo

Además, muchos locales de ocio nocturno utilizan elementos sexistas como reclamo. Así, las mujeres puede entrar y/o consumir copas gratis, se utiliza su presencia como "chicas imagen" o se les exige una determinada vestimenta para acceder al local. Al dejarlas entrar gratis, pretenden asegurar una mayor afluencia de hombres, que sí pagan. Algunas consideran esta entrada gratuita como un privilegio mientras que, para otras, las más concienciadas, es una forma de cosificación sexual.

Las macrofiestas y las discotecas son, según las jóvenes, los espacios donde sufren mayor violencia sexual, ligada además a un alto consumo de alcohol y drogas; consumo que, en caso de agresión, se interpreta como exculpación o atenuante por parte de los hombres y como causante y agravante en el caso de las mujeres. Además, según este estudio, los chicos ven la violencia contra las mujeres como algo que hacen otros, fruto de un trastorno mental, y se responsabiliza a las mujeres. Se mantiene el paradigma de que el hombre es sujeto y su deseo sexual es irrefrenable y la mujer es objeto sexual y debe satisfacer el deseo masculino.

Ir por la calle con miedo

Estereotipos sexuales y sociales

Entre los estereotipos de agresores, los entrevistados para el estudio coinciden en dos: un chico muy joven, marginal, gran consumidor de alcohol y drogas, o bien un hombre mayor de 40 años y desconocido. Y el estereotipo de la víctima es una mujer muy feminizada, extrovertida, vestida de forma muy provocativa y que suele ir borracha o drogada.

La vulnerabilidad es mayor en el caso de las mujeres afrodescendientes y latinoamericanas ya que, además del machismo, sufren el racismo. Sienten que los hombres son más hostiles con ellas, que las consideran más fogosas y disponibles. Se las prejuzga como cariñosas, predispuestas al contacto corporal. Tienen una alta sensación de cosificación sexual y sus testimonios son claros.

"Yo creo que es la exotización... Nosotras movemos el culo pues... no vemos nada sexual en eso, o sea, estamos bailando, es como el que baila break dance o una jota", afirma Naira, una de las entrevistadas. María describe así su experiencia: "Suele haber un primer acercamiento de que suele empezar siempre llamándonos morenita o bombón, haciendo referencias al color de piel. Luego, cuando pasas de ellos o siguen insistiendo y traen unos amigos suyos para presionarte, o el mismo pesado sigue quedándose allí... poco a poco va pasando a agresión, poco a poco o dan un salto", afirma una de ellas.

Las calles como escenario amenazador

Después de la fiesta, queda la vuelta a casa. Las calles, sobre todo de madrugada, son lugares inhóspitos, vacíos, mal iluminados muchas veces, que las mujeres perciben como peligrosos, como "espacios de terror sexual", describen algunas. La calle es el lugar donde un desconocido puede atacarlas y violarlas, algo que la mayoría temen más que otras violencias sexuales que puedan sufrir en las fiestas. Estas agresiones alcanzan su punto álgido entre las 5 y las 6 de la madrugada.

De noche por la calle suelo hacer que voy hablando con el móvil, por si pasa algo

"Siempre voy como mirando hacia atrás y hacia delante por si hay alguien, o si escucho un ruido", explica Ana.

Muchas jóvenes han interiorizado estrategias de seguridad como llevar el móvil en la mano o seguir conectadas por chat hasta que llegan a casa: "Suelo hacer como que voy con el móvil, que voy hablando, por si pasa algo", afirma Tania. Otra joven afirma que siempre carga el móvil antes de salir: "Si en algún momento me pasara algo, llevar el móvil me permite poder hacer una llamada o mandar un mensaje o cualquier cosa".

El miedo es mayor que la experiencia, ya que ninguna de las entrevistadas declara haber sido agredida alguna vez en esta vuelta a casa. Pero todas toman precauciones. Un miedo al que contribuyen tanto las familias como los medios de comunicación, cuyos mensajes se centran en hacerlas a ellas responsables de su seguridad en lugar de poner el foco en los agresores. Se refuerza así el patrón de "mujeres temerosas y hombres violentos".

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