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Confinamiento en soledad: ¿ser mayor es ser más resistente?

CAROLINA PECHARROMÁN
5 min.

Gloria empieza a contar todo lo que hace a lo largo del día y no para. Va a cumplir 90 años dentro de unos meses y está llena de energía: cocina, cose, lee, ve un poco de televisión, procura hacer ejercicio durante una hora, caminando o con una rutina adaptada... “Ahora por precaución ya no viene la mujer que me ayudaba en casa, así que voy haciendo las cosas poco a poco, a mi ritmo. Desde luego, no me da tiempo de aburrirme”, ríe desenfadada. Al contrario de lo que se suele transmitir, ser mayor puede implicar ser más resiliente, no más vulnerable.

Vivir el confinamiento en soledad

En España hay dos millones de personas mayores de 65 años que viven solas. La mayoría, un 72%, son mujeres, según la encuesta de hogares del INE en 2019. Ellas suelen ser más longevas, pero además hay otras razones para que esa mayoría sea tan aplastante.

“Entre las mujeres mayores se valora más la independencia y la libertad, quizás porque en su vida han tenido poca. Así pues, son más reticentes que los hombres a la hora de trasladarse a vivir a una residencia. Prefieren quedarse en su casa porque además son más autosuficientes que ellos en los aspectos prácticos del día a día como cocinar, limpiar, coser, etc.”, explica a RTVE.es Lourdes Bermejo, vicepresidenta de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.

Esas competencias prácticas sirven también para soportar mejor el confinamiento que conlleva la crisis del coronavirus. Para los hombres resulta más complicado llenar el tiempo que pasan encerrados. “Se me cae la casa encima, ya me aburro de ver la tele, de leer, de pasear por el pasillo…”, se lamenta Antonio, de 78 años, que sí sale a la calle para hacer la compra o a la farmacia con las precauciones oportunas.

Las mujeres mayores son más autosuficientes que ellos en aspectos prácticos del día a día como cocinar, limpiar, etc. Esas competencias prácticas sirven también para soportar mejor el confinamiento

Las mujeres mayores, resilientes ante el confinamiento por el Coronavirus

Asistencia a domicilio

Otras personas no pueden hacer esas compras por encontrarse en situación de riesgo o con movilidad reducida, vivir en poblaciones sin servicios, estar alejadas de los comercios de alimentación… Desde que comenzó el estado de alarma, se han multiplicado las iniciativas para ayudarlas y llevarles lo que necesitan a sus propias casas, desde las más institucionales como los servicios de asistencia a domicilio municipales o de la Cruz Roja –que atiende a 260.000 personas- hasta las organizadas por voluntariado vecinal.

También los pequeños comercios se han adaptado a la situación. Gloria hace sus pedidos por teléfono a la carnicería o la pescadería del barrio. Muchas tiendas de alimentación familiares han encontrado en el servicio a domicilio a personas mayores un apoyo fundamental para mantener su actividad.

Isabel, con 88 años, depende de su familia también para alimentarse. Ya no puede cocinar y son sus hijos e hijas los que le llevan la comida preparada a casa para que solo tenga que calentársela.

Sanidad permitirá que los mayores puedan salir a pasear a partir del 2 de mayo

Factores para un ánimo positivo

Hacer ejercicio y mantener contacto continuo con familiares y amigos son dos de los factores que señalan los especialistas para mantener un estado anímico positivo. “Hay que reforzar la autoestima –señala Lourdes Bermejo- asumir el valor que tienen estas personas mayores que han pasado la vida luchando y trabajando con disciplina y tesón. Principalmente las mujeres tienen a su favor la sabiduría de lo cotidiano, la creatividad, la cultura del cuidado”.

En esas relaciones sociales se apoya la iniciativa ‘Cotidianas’, del grupo cooperativo Tangente. Se puso en marcha en varios barrios de Madrid en octubre para fomentar el encuentro de mujeres de 63 años en adelante, que ellas mismas formaran sus propias redes de amistad y apoyo. Desde que se inició el estado de alarma han sustituido los encuentros físicos por llamadas telefónicas. Cristina Martín, una de las coordinadoras de ‘Cotidianas’ explica cómo el chat de Whatsapp que crearon y las llamadas individuales sirven ahora para informarlas de iniciativas vecinales o municipales que les pueden ayudar, o hacerles llegar información contrastada.

“Hemos mantenido ese vínculo para asegurarnos que estén bien física y anímicamente, pero además hemos puesto en marcha un mecanismo de ronda de llamadas para que ellas mismas se llamen las unas a las otras y puedan actuar por sí mismas. No se trata sólo de que reciban ayuda, es que ellas también pueden ayudar a las demás”, explica Cristina.

Unas llamadas que son fundamentales para estas mujeres, sobre todo para las que viven solas. Una de ellas, Rocío, subraya lo importante que es ese apoyo que se prestan unas a otras: “Estamos ahí todas, aunque solo sea para conversar un poquito porque te has agobiado. Nos llamamos, nos sentimos cerca, nos ofrecemos ayuda, nos pedimos recetas… Es un ambiente de compañerismo, de cuidados… Este encierro hubiera sido muy diferente sin ellas”.

Salir a la calle

Además del teléfono, las videollamadas y los mensajes de Whatsapp ayudan a las personas mayores a no sentirse aisladas. Pese a ello, la brecha digital pesa. Nuestro compañero Ferrán Garrido, periodista de RTVE en Valencia, contaba en Twitter cómo su vecina Julia, de 73 años, se desesperó cuando agotó sus datos móviles. Él la ayudó puerta a puerta en la escalera en un pequeño gesto fácil para él pero imposible para ella.

La desescalada del confinamiento puede poner fin a este encierro para muchas de estas personas. No obstante, Lourdes Bermejo recomienda que cada cual actúe con precaución en función de su propia situación personal de salud y de forma progresiva. Es importante hacer ejercicio y tomar el sol, pero siempre de forma prudente.

Las expectativas son también diversas. Antonio está deseando dar paseos por su barrio. Gloria también, porque no tiene terraza y solo puede asomarse a la ventana para que le dé el aire, pero tiene miedo. Dice que no teme a su propia muerte, sino a preocupar o “dar dolores de cabeza” a su familia.

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