La rápida propagación del coronavirus, que recordemos se inició en la ciudad china de Wuhan, ha obligado a todos los países a ciertos bloqueos, cierre de fronteras, aislamiento de ciudades. Y también ha impuesto un cerco a las personas. Una especie de muro invisible, que no nos atrevemos a traspasar. Ahora, lo más cerca que estamos de un compañero, amigo e incluso familiar es a más de un metro, tal y como nos recomienda la OMS.
Para hablar de ese espacio que se debe respetar para evitar los contagios, la Organización Mundial de la Salud ha empezado a recomendar el término distancia física en lugar de distancia social, no solo por ser más preciso, sino por su efecto psicológico, porque estar separado no significa estar incomunicado.
La brecha digital
La socialización es ahora más necesaria que nunca. Mientras afuera la vida de muchas ciudades se paraliza, dentro se abre una ventana por la que la comunicación no para de fluir. La tecnología ha hecho posible la rápida transformación de nuestra forma de relacionarnos y de trabajar ahora. En los países desarrollados la gente puede comunicarse por whatsapp, facebook o twitter y verse a través de la pantalla del ordenador o del móvil. Sin embargo, solo una de cada cinco personas, según datos de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, usa internet en los países menos desarrollados.
La brecha digital impide a empresas de los países más pobres poder utilizar la red para minimizar el cese de actividades como lo hacen los países más industrializados. El teletrabajo, que ya se realizaba antes de la pandemia en esos países, es imposible en otros lugares, donde muchas casas ni siquiera disponen de un ordenador.
La red ha permitido también a muchos alumnos seguir con el curso escolar, después de que casi todos los países decretaran el cierre de escuelas y universidades. Nuevos métodos que, según algunos profesionales de la educación, podrían revolucionar las escuelas cuando pase la pandemia. Pero de nuevo, las diferencias entre países ricos y pobres se ponen de manifiesto.
Coalición mundial para la educación
La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) lanzó la llamada coalición mundial para la educación, a la que se sumaron empresas privadas como Microsoft o Google con el fin de buscar soluciones de educación a distancia para los países con menos medios tecnológicos, y también prestarles el apoyo emocional y alimenticio que perdieron con el cierre de las escuelas.
La falta de medios tecnológicos ha hecho que algunos gobiernos echaran mano también de la radio y la televisión como medio para transmitir las clases. Además, las diferencias no se producen solo entre países, sino que también se dan dentro de un mismo país, los más ricos tienen acceso a las nuevas tecnologías frente a las clases menos favorecidas que se ven privados de ellas.
Las diferencias están presentes también en el confinamiento al que nos ha obligado el Covid-19. Las medidas más restrictivas las impuso China, especialmente en la zona cero de la epidemia: el barrio de Wuham. En varios países de Europa las calles han quedado vacías y muestran un escenario parecido a alguna de esas series apocalípticas tan vistas en los últimos años.
Pero el confinamiento es mucho más difícil de cumplir en otros sitios, incluso casi imposible como reconocía recientemente el director general de la OMS Tedros Adhanom Ghebreyesus. En continentes como África hay muchos países en los que no poder ir a trabajar significa no poder alimentar a la familia. Tampoco es fácil mantener la distancia cuando se comparte un mismo retrete entre varios vecinos o cuando familias compuestas por muchos miembros se hacinan en una sola habitación.
Distancia de seguridad en los países pobres
En países como Bangladesh, al sur de Asia, uno de los lugares más pobres y poblados del mundo, es imposible guardar las distancias en los transportes públicos. El confinamiento en la India, con una población superior a 1.300 millones de personas, o en Egipto, con casi cien millones, es una complicada misión.
La Organización Mundial de la Salud incluso pide a algunos gobiernos cautela a la hora de imponer confinamientos. Según la OMS las órdenes de quedarse en casa podrían no solo no ser prácticas, sino causar un daño involuntario. En estos países se da la disyuntiva de "ni contigo ni sin ti": tanto el encierro, como su salida puede implicar un riesgo para la vida.
Mientras el mundo muestra tantas diferencias, el virus ataca de forma global y no es posible librarse de él si no se erradica de todo el planeta.
Lo que si se ha conseguido globalizar es el saludo. Antes, la forma de saludar era muy diferente de un país a otro. Las culturas imponían el saludo y, a veces, era complicado acertar socialmente. En algunos países no sabíamos si dar uno, dos o tres besos en la mejilla, en otros, incluso dar la mano podría importunar. Ahora, la distancia física ha impuesto uno que suele utilizar todo el mundo: la gente se choca el codo o el pie en lugar de darse un apretón de manos o un abrazo. Es lo que impone la distancia.