Desde que la pandemia de coronavirus se ha ido extendiendo por el mundo con mayor virulencia, una de las preguntas más repetidas es si la llegada del buen tiempo ayudará a frenar la expansión del nuevo agente patógeno. Más que una pregunta, es sobre todo una esperanza, como se anhela la lluvia cuando se lucha contra un incendio forestal de consecuencias devastadoras. Sin embargo, hasta ahora la evidencia científica al respecto es escasa. Si esta nueva enfermedad tiene un patrón estacional es algo que solo se podrá saber más adelante.
La mayor parte de las enfermedades infecciosas tienen un componente estacional. El ejemplo más recurrente, quizá por cercano, es el de la gripe, que circula entre las personas y se transmite durante todo el año, aunque con una estacionalidad muy marcada. En España, como en otros países del hemisferio norte, las epidemias se inician al final del año y alcanzan su pico entre los meses de enero y febrero.
“Apenas hay indicios que de momento apunten a que el virus del COVID-19 vaya a tener un comportamiento similar al de otros virus respiratorios. “
El problema es que apenas hay indicios que de momento apunten a que el virus del COVID-19 vaya a tener un comportamiento similar al de otros virus respiratorios como el de la gripe. Y, puestos a buscar referentes, la pandemia de gripe A del 2009 se inició en primavera y se mantuvo en verano. O el coronavirus responsable del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) tampoco tiene estacionalidad.
Hay diferentes modelos matemáticos que ya han simulado el comportamiento del COVID-19, intentando predecir su evolución. Ninguno ha ofrecido resultados concluyentes con respecto a su estacionalidad.
Un 3,8% menos por cada grado centígrado
En cuanto a los estudios científicos, dada la breve trayectoria del patógeno, aún no tienen la suficiente consistencia. Quizá uno de los más significativos es el elaborado por investigadores de las universidades chinas de Beihang y Tsinghua, publicado el pasado 10 de marzo. Este trabajo abre una ventana a la esperanza, ya que relaciona el incremento de temperatura y humedad con una reducción de la transmisión del COVID-19.
Los investigadores constataron que a lo largo del mes de febrero el coronavirus se extendió menos en territorios cálidos y húmedos, como Tailandia o Malasia, que en zonas más frías y secas, como Corea del Sur o Irán. Según sus cálculos, por cada aumento de un grado centígrado en la temperatura ambiental, la capacidad de contagio del nuevo virus se redujo un 3,8%.
“Incluso en el caso de que la transmisión del coronavirus se redujera significativamente en los meses de verano, no se eliminaría del todo. “
El estudio también detectó que, por cada 1% de aumento de la humedad, los contagios disminuyeron un 2,2%. Es importante destacar que estos resultados establecen únicamente una correlación estadística, pero no demuestran una causalidad entre calor-humedad y evolución de la epidemia.
Los autores concluyen que “la llegada del verano y la estación húmeda en el hemisferio norte puede reducir de manera efectiva la transmisión del COVID-19”, al mismo tiempo que pronostican el efecto contrario en los países del hemisferio sur. Sin embargo, recalcan que incluso en el caso de que la transmisión del coronavirus se redujera significativamente en los meses de verano, no se eliminaría del todo.
Importancia de la humedad del aire
Otro estudio, publicado recientemente por un equipo de la Universidad de Yale (Estados Unidos) en la revista científica Annual Review of Virology, incide en la importancia de la humedad para ralentizar la expansión del nuevo coronavirus, especialmente en interiores. Según concluye, la forma en que la primavera y el verano afecten a la pandemia de COVID-19 puede depender no solo de la eficacia de las medidas de distanciamiento social, sino también del entorno dentro de los propios edificios, en concreto de la humedad relativa.
“No importa si vives en Singapur o el Ártico, necesitas lavarte las manos y practicar el distanciamiento social. “
Los autores explican que, a medida que aumenta la humedad, el riesgo de transmisión del virus a través de partículas en el aire disminuye tanto en el exterior como en el interior de los edificios. Las partículas que llegan por el aire después de que un infectado estornude o tosa son uno de los vectores principales de contagio.
Akiko Iwasaki, inmunobióloga y autora principal, subraya que el estudio solo se aplica a la transmisión en aerosol, aunque el virus todavía puede ser transmitido en cualquier momento del año entre personas cercanas y a través del contacto con superficies que contengan cantidades suficientes de virus. Por eso, las personas que viven en países cálidos y las que trabajan cerca de otras siguen siendo susceptibles a la infección. "No importa si vives en Singapur, la India o el Ártico, todavía necesitas lavarte las manos y practicar el distanciamiento social", concluye.
Incidencia actual en países cálidos
Respecto a la incidencia en países cálidos, un nuevo trabajo científico, este publicado en la revista especializada The Lancet, analiza la llegada del nuevo virus a África Occidental, una zona del mundo caracterizada por el clima tropical. Su conclusión es que "no existe una base de evidencia sólida para creer que las temperaturas más cálidas retrasarán la propagación del virus COVID-19".
"Las primeras comparaciones entre el número de casos confirmados en los países europeos más afectados y los países de África Occidental no respaldan la hipótesis de que el virus se diseminará más lentamente en países con climas más cálidos", afirma este trabajo, realizado por un equipo interdisciplinar de científicos europeos y africanos.
"Esta hipótesis -continúa- ha llevado a algunos países europeos a desarrollar políticas iniciales que se basan en una previsión de la disminución de las tasas de contagio durante los meses de verano, y la creencia de que los países africanos se enfrentarán a epidemias de menor intensidad que las de los países europeos. Sin embargo, no existe evidencia sólida para tales afirmaciones".
Una pandemia marcada por la incertidumbre
Hasta que la enfermedad evolucione lo suficiente como para ofrecer una radiografía más nítida del comportamiento del virus, la incertidumbre seguirá marcando a esta pandemia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) insiste en que la creencia de que la llegada del buen tiempo ayudará a detener al coronavirus no tiene fundamento e incluso puede ser contraproducente, al crear una falsa sensación de seguridad.
"Las pruebas científicas obtenidas hasta ahora indican que el virus de la COVID-19 puede transmitirse en cualquier zona, incluidas las de clima cálido y húmedo", apunta.
“Las pruebas científicas obtenidas hasta ahora indican que el virus de la COVID-19 puede transmitirse en cualquier zona. “
En la misma línea, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), la agencia de salud del Gobierno de Estados Unidos, sostiene que "aún no se conoce con certeza si el clima y la temperatura inciden en la propagación del COVID-19".
Recuerda que "algunos virus, como los del resfriado común o de la influenza (gripe), se propagan más durante los meses fríos, pero eso no significa que no sea posible enfermarse a causa de uno de esos virus durante otros meses", y recalca que "en este momento, no se sabe si la propagación del COVID-19 se reducirá con la llegada de temperaturas más cálidas".