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Javier Reverte: "El nacionalismo es paletismo"

  • El escritor presenta su nuevo libro, Suite italiana, un recorrido literario por Venecia, Trieste y Sicilia

  • Construye un relato de viajes en el que entrelaza con su habitual maestría el pasado y el presente de Italia

SAMUEL A. PILAR
12 min.

Javier Reverte es sinónimo de viaje. Del tipo de viaje concebido como un producto de artesanía emocional, donde cada detalle adquiere una dimensión íntima y el tiempo se dilata casi hasta detenerse, deslumbrando al viajero con el espejismo de esa inmortalidad perdida de la niñez.

En su nuevo libro, Suite italiana (Editorial Plaza & Janés), Reverte invita al lector a realizar un recorrido literario por Venecia, Trieste y Sicilia. En estos escenarios, el escritor madrileño persigue el rastro de cuatro obras maestras de la literatura y los autores que las crearon: La muerte en Venecia, de Thomas Mann; Ulises, de James Joyce; Las elegías del Duino, de Rainer Maria Rilke y El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

A través de ellas, construye un relato en el que entrelaza con su habitual maestría el pasado y el presente de Italia. Un viaje que arranca en una ciudad sepultada bajo las aguas y el turismo; que prosigue en otra de corazón germano a la que Josep Pla describió como "triste y poblada de contables", y que finaliza en una isla luminosa y maravillosamente ajada, donde el Mediterráneo se refleja con el "más azul de todos los azules del mundo".

Viajar es vivir, porque el movimiento nos hace sentir vivos. Nos devuelve a lo diferente, a la infancia, a nuestra capacidad de asombro. Y el mundo vuelve a desplegarse ante nosotros como un antídoto contra las miserias cotidianas. Todo viaje es una huida hacia adelante, y eso es precisamente lo que nos propone Javier Reverte en cada uno de sus libros.

PREGUNTA: ¿De qué huimos cuando viajamos?

RESPUESTA: Huimos sobre todo del aburrimiento. Y también un poco de la melancolía. Creo que nuestra existencia, cuando estamos en un sitio fijo, donde residimos, llega a ser demasiado monótona. Todos los días comes con la misma gente, haces los mismos horarios de trabajo, estás en el mismo barrio, ves a los mismos amigos, a la familia... Y todo eso hace que el tiempo corra muy deprisa.

Cuando viajamos, huimos del aburrimiento y de la melancolía.

Lo que ocurre es que el viaje te propone cada día una cosa distinta. Hay que improvisar mucho, te enfrentas a situaciones insólitas... Y entonces, en ese momento, tu mundo y tu vida se llenan mucho más, y te da la impresión de que has vivido más tiempo.

P: Desde ese punto de vista, viajar es un poco como volver a la niñez...

R: Yo creo que sí. El viaje tiene también mucho de juego, mucho de actitud infantil ante las cosas. Porque estás viendo cosas que no conoces, y tus ojos se abren mucho más. Y también tu espíritu, tus oídos... Yo siempre lo he comparado con la niñez. Y sobre todo cuando vas a lugares como África. Decía Hemingway que África nos devuelve al niño que fuimos. Tenía razón... Yo me siento muy niño cuando viajo.

P: ¿El viaje en solitario es más viaje?

R: Sí, es más viaje en la medida en la que, primero, tienes más libertad. No estás obligado a negociar con otras personas lo que vas a hacer. Decides en ese momento lo que sea y lo haces, y si te equivocas, como uno se perdona a sí mismo enseguida todo... La libertad, en este sentido, es un elemento fundamental.

En segundo lugar, viajando solo vas mucho más abierto. Si vas con tu pareja, o con unos amigos, o con un grupo, evidentemente es un círculo cerrado. Es una especie de pompa en la que vas encerrado. Sin embargo, cuando vas solo, simplemente casi por necesidades vitales tienes que abrirte y escuchar otras voces, y dialogar, y escuchar historias...

P: ¿Hay espacio para ese concepto "romántico" de viaje que representas en esta época de selfies, Instagram y Ryanair?R:

En el último viaje que he hecho, que ha sido a Irán y he vuelto hace tres meses, me he llevado un teléfono móvil, pero simplemente para llamar por Whatsapp y mantenerme en contacto con la familia, porque es un lugar bastante perdido, bastante lejano, en el que comunicarse resulta muy difícil. Pero en general no llevo casi nunca nada. Desde luego, yo no uso ninguna red social.

Aunque todo eso esté arrasando en cualquier lugar del mundo... Tú vas a Turquía, vas a Irán y está todo el mundo con el móvil dale que te pego. Pero yo me he dado cuenta de que en un momento determinado, viviendo sin eso, y hablando con la gente, la gente se comunica más. A las personas les gusta también relacionarse de tú a tú.

Creo que las redes sociales están muy bien, pero no utilizarlas te permite hacer un viaje más "clásico", más como eran los viajes en los que tenía mucha importancia la sorpresa, la comunicación, la curiosidad...

P: En tu último libro regresas a Italia...

R: A Italia la conozco desde hace muchos años y he ido mucho a Italia. Pero lo más curioso es que cuando me ha comenzado a fascinar realmente ha sido desde hace poco. Comenzó a enloquecerme, a enamorarme, en 2013, cuando estuve durante tres meses en Roma, disfrutando de una beca emérita de la que no cobraba un duro pero me ofrecían alojamiento, y me pude dedicar simplemente a conocer la ciudad, a patearla y a escribir sobre ella. Y descubrí una Italia que me encantó en todos los aspectos, pero sobre todo en el arte. Me quedé fascinado porque la belleza es una realidad en Italia. Y no solamente es una realidad, sino que además es una realidad amada y buscada y pretendida, de la que los italianos se sienten orgullosos.

La belleza en Italia es una realidad amada y buscada, de la que los italianos se sienten orgullosos.

Entonces, escribí ese libro sobre Roma. Ahora, en este último libro he realizado un viaje en el que no solamente se trata de la belleza italiana, y del viaje en sí mismo, sino que hablo de libros que fueron concebidos en Italia, algunos sobre Italia y otros no, pero por cuatro escritores. He hecho un viaje cultural, un viaje literario...

P: Comparas a Venecia con una bella aristócrata que ha olvidado lavarse las axilas...

R: Sí, es algo así. En Venecia vas deslumbrado por esa belleza de los palacios que crecen en el agua, y algunas veces hay canales que huelen que tira para atrás... O ves alguna rata correteando por ahí. Y esto es lo que contrasta absolutamente con la realidad de su belleza.

Para Javier Reverte, Venecia es como "una bella aristócrata que ha olvidado lavarse las axilas". iSTOCK

P: Describes a Trieste como una ciudad fronteriza, a medio camino entre el Mediterráneo y Centroeuropa... R:

Trieste fue el puerto del Imperio austrohúngaro, su salida al mar. Así, toda la arquitectura, toda la concepción de la ciudad, incluso parte de su manera de ser, o la manera de ser de sus ciudadanos, es austrohúngara, austriaca. Y sin embargo es Italia, y tiene la luz del Mediterráneo. De pronto te encuentras a Alemania metida en mitad del Mediterráneo, al orden dentro del desorden, y el contraste resulta muy bello. Además, es una ciudad que ha dado personalidades muy importantes, como Italo Svevo o Claudio Magris.

P: ¿Crees que Sicilia es un lugar maltratado por todos aquellos que han pasado por ella?

R: Por allí han pasado casi todos los pueblos de Europa que conocemos, y muchos la han maltratado, pero también han dejado su huella. Sobre todo en el arte; en monumentos, en palacios, en templos... Ha sido escenario de grandes luchas, y sobre todo ha sido muy maltratada por la Mafia. La Mafia ya es un elemento de raíz propia, y eso es una tragedia tremenda. Se trata de una organización criminal de la que realmente la gente conoce poco, lo brutal que es y el daño que ha hecho y que sigue haciendo.

P: Pero esa Mafia también se ha convertido en un fenómeno turístico. Es innegable que el crimen organizado tiene mucho poder de atracción...

R: Es cierto que existe esa atracción. Los turistas en Sicilia van a ver los sitios de la Mafia, las tumbas... Es lo que te llama la atención, que veas esas tumbas impresionantes que tienen los mafiosos bandidos como Salvatore Giuliano, llenas de flores, de mármol... Y vas luego a ver la de Lampedusa y es una pobre tumba, muy humilde... Y te dices que qué barbaridad, hasta qué punto un gran escritor que es una personalidad distinguida en el mundo de la cultura, y es importante para la sociedad, y resulta que allí tiene menos importancia que el criminal.

Las referencias mafiosas se han convertido en un reclamo turístico en Sicilia. iSTOCK

Aunque es algo que pasa también en España, en un nivel menor. Aquí en España tienes un Rodrigo Rato y otros políticos que evaden impuestos y se les amnistía, y en cambio a los escritores se les persigue y se les penaliza por escribir, porque a mí me han penalizado, entre otros. Aunque ande en juicios y en principio los esté ganando.

P: En el lado opuesto a los criminales nos encontramos a personas como Falcone y Borsellino, de los que también hablas en tu libro...

R: Ellos nos dan a entender que, dentro de un panorama como puede ser el de la vida en general, donde parece ser que siempre ganan los golfos, hay gente que lucha por que eso no sea así, y que hay que luchar para que eso no sea así, y cada uno puede luchar en su pequeña parcela. Aunque algunos, si la parcela es grande, como es el caso de Falcone y Borsellino, supone un valor impresionante. Ellos sabían que los iban a acabar matando, y siguieron adelante, y le pegaron un palo importantísimo a la Mafia. La Mafia ya no es lo que era desde que ellos trabajaron en aquel gran juicio en Palermo.

Falcone y Borsellino sabían que los iban a acabar matando, y siguieron adelante.

Entonces, yo creo que la lucha sigue mereciendo la pena. La lucha del ser humano es una lucha moral fundamentalmente, y está así planteada desde el principio de los siglos. Y hay grandes pensadores y grandes hombres que han luchado moralmente, como Albert Camus, por ejemplo, que plantea una moral nueva, una moral sin religión, una moral de dignidad humana. Y mucha otra gente. Y eso lo tenemos que seguir valorando como un elemento positivo.

P: Aseguras que todo está en Palermo y sin Palermo no se explica Sicilia, y sin Sicilia no puede comprenderse Italia... R:

En este sentido, sí, Palermo es la ciudad que crea un sentido cosmopolita. De esa ocupación de siglos de muchas civilizaciones ha surgido un sentido cosmopolita. El palermitano es un ser cosmopolita. Son gente con influencias árabes, griegas, españolas, aragonesas... Y yo creo que Italia es un poco eso, porque Italia cuando la caminas, cuando la recorres es poco paleta. Es un poco más paleta en el norte, pero porque es nacionalista. Algo parecido a lo que sucede en España. Para mí, el nacionalismo es paletismo.

Imagen de una calle de Palermo, la capital y ciudad más poblada de Sicilia. iSTOCK

P: Siglos de dominio español, ¿qué crees que han dejado en Sicilia y en el carácter de los sicilianos?R:

Han dejado mucho. El carácter siciliano tiene algo del fatalismo español, por ejemplo. Y luego el culto a los muertos también es una cosa muy española y que hemos exportado a países como México y que en Sicilia han hecho suya. Y en Sicilia también hay procesiones. Es el único lugar de Italia, del sur de Italia, que en el tiempo de las Dos Sicilias fue muy española, donde sigue habiendo procesiones en Semana Santa.

A los sicilianos les gustan mucho los españoles, se ve que no nos conocen bien.

Sigue manteniendo la esencia española en muchas cosas, y eso se nota en el carácter. Además a ellos les gustan mucho los españoles, se ve que no nos conocen bien. A los franceses no pueden ni verlos.

P: Valsaín... Allí has escrito una parte importante del libro, ¿qué supone para ti este rincón de la sierra de Guadarrama?

R: Valsaín para mí es como un sueño infantil. Cuando yo tenía nueve años, mi padre alquiló allí una casa, e íbamos a veranear, y para mí eso era impresionante. Era todo lo contrario a Madrid. Madrid era el colegio, eran los curas, eran los mayores enfadados, porque los mayores siempre estaban enfadados en mi infancia; ahora no, ahora somos tolerantes, pero entonces siempre estaban enfadados, aunque tuvieran razones para ello.

Valsaín es mi sitio, está en mi corazón. Es más patria mía que Madrid.

Entonces, para mí Valsaín era libertad, animales, río, ranas, truchas... Era absolutamente feliz. Estuve dos veranos de tres meses y me pareció maravilloso. Me iba solo a dar vueltas por el monte y yo lo disfrutaba muchísimo. Valsaín es mi sitio, está en mi corazón. Es más patria mía que Madrid.

P: ¿Tiene sentido el viaje sin un lugar al que regresar?

R: Tiene sentido si tienes familia y tienes arraigo. En mi caso, regreso sobre todo por la familia. Si no, no estoy seguro de que fuese a regresar. Dar vueltas por el mundo también es una manera de vivir. Hay mucha gente que lo hace.

P: Al comienzo del libro, sugieres que te planteas el viaje a Italia como si pudiese ser el último... ¿Has llegado ya a esa etapa de la vida en la que sientes que cada viaje puede ser el último?R:

Sí, puede ser, porque tengo 75 años y he padecido ya un par de enfermedades graves. Así que ahora, cada vez que me planteo un viaje es inevitable que piense que pueda ser el último. Sobre todo en el de Italia, aunque luego he hecho otro a Irán muy largo. Y ahora estoy planeando otro. Estoy pensando en la zona de Georgia y Armenia, que no conozco. Y me gustaría mucho cruzar el Mar Negro en ferry, que son dos días y medio, entre Bulgaria y Georgia.

P: ¿Hasta cuándo vas a viajar?

R: Hasta que me retire la vida. Es parte de mi vida, y me gusta tanto, me gusta tantísimo...

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