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Más de cuarenta horas en tren para celebrar en familia el Año Nuevo chino

  • El mayor movimiento migratorio del planeta tiene lugar en China en la festividad del Año Nuevo Lunar

  • Se realizan unos 3.000 millones de desplazamientos por todo el país y muchos de ellos se hacen en trenes

Mavi Doñate (Corresponsal en Asia-Pacífico)
5 min.

No sé si os ha pasado alguna vez vivir esa situación en la que alguien os hace la pregunta más común del mundo y la más sencilla en apariencia, y descubrir que os resulta muy difícil contestar. Pues a mí, en mi quinto año en Pekín me sigue pasando cuando se me plantea hablar de cómo son los chinos y este país.

¿Cómo resumir una realidad llena de contrastes, contradicciones, antigüedad, tradición, modernidad, matices, diferencias étnicas y de geografía tan extensa en el país más poblado del mundo?.

Difícil, muy difícil, aunque creo que estos días he encontrado la mejor forma de hacerlo. Ha sido durante el rodaje para el Telediario sobre el mayor movimiento migratorio del planeta que causan los chinos en su vuelta al hogar para celebrar con sus familias las fiestas del Año Nuevo Lunar.

A casa por el Año Nuevo Chino

Entre la Operación Salida que empieza dos semanas antes, y la del Retorno hasta finales de febrero, se realizan unos 3.000 millones de desplazamientos por todo el país, y muchos de ellos se hacen en trenes.

Pasajeros abordando el tren. Jon Barandica

45 horas en tren hasta la capital de Yunnan

Así que decidimos sacar billete para subir a uno de esos que parten hacia el Sur, porque pocas cosas ayudan a sumergirse tanto en China como un viaje en un tren que recorra varias provincias y, sobre todo en estas fechas de trajín, maletas e ilusión para ellos.

Y a conciencia escogemos uno que tarda hasta 45 horas en llegar a su destino final, a la capital de Yunnan, frontera con Laos, Vietnam y Myanmar. Un tren de los de toda la vida aquí, frente a los modernos de Alta Velocidad que reducen a once horas el mismo trayecto, pero que en poco se diferencian a los que tenemos en España.

Y es que, aquí en China, hasta los trenes marcan la diferencia social entre los de una clase media pudiente, y los que no se pueden costear los casi 150 euros que vale el asiento más básico para este recorrido en Alta Velocidad.

En nuestro tren muchos pasajeros portan fardos, grandes hatillos, y casi ninguno, las maletas de diseño de grandes firmas internacionales de lujo (podrían ser buenas falsificaciones, o no) que se ven en los modernos ferrocarriles.

Bloques de pisos en construcción. Jon Barandica

El Año de la Rata

Mi vecina de asiento es una mujer joven con sus hijos pequeños, gemelos, que juguetean entre risas con ratones de peluche. Se nota que el día 25 de este mes arranca el Año de la Rata. "Los llevo al pueblo para que estén ya con su abuela pero yo me vuelvo a Pekín mañana porque tengo que seguir trabajando", nos cuenta la joven madre.

Dos hombres se dirigen al pasillo donde se puede fumar, mientras otro abre una especie de grifo en la pared del que sale agua hirviendo para llenar su termo con té.

No hay pantallas de televisión ni se proyectan películas, pero los más jóvenes no separan los ojos de sus smartphones donde ven sus series preferidas. Pocos prestan atención al paisaje que pasa por las ventanillas y que, a ratos, dibuja tristes pueblos fantasma, construidos en la fiebre de la burbuja inmobiliaria y condenados ahora a morir de soledad.

Dos niños muestran sus ratones de peluche. Jon Barandica

Pero ese silencio del exterior contrasta con el ruido dentro de los vagones. Pasan vendedores con carritos en los que llevan refrescos, frutas de varias provincias, huevos macerados en soja, o sopas de noodles de inimaginables sabores. Y de nuevo, imprescindible el grifo de la pared para prepararlos y el trajín de pasajeros que van y vienen hacia él.

Un vendedor en el tren. Jon Barandica

El sonido de una especie de flauta llega desde el vagón vecino. Lai Wang ensaya una melodía para tocarla la noche de Año Nuevo. "Así aprovecho este rato porque el viaje se me hace largo", nos dice dentro del compartimento de literas donde también Chen prepara su cama para dormir en cuanto se ponga el sol.

"Voy a Anshun en la provincia de Guizhou. Tardo 35 horas pero es la única vez al año que voy a ver a mi familia. Los echo de menos", nos dice con el brillo en los ojos de los que se van a encontrar con los suyos después de muchos meses sin verlos.

Xīnnián kuàilè (Feliz Año)

Los grandes ceniceros de metal que hay en cada una de las mesas se llenan muchos de cáscaras de pipas que, acompañan animadas conversaciones en las literas donde se sientan frente a frente grupos de diez personas.

Se acabaron las vacaciones en Occidente y llegan las fiestas de Año Nuevo del calendario oriental. Estos días, millones de personas vuelven a casa en China y eso provoca unos 3mil 100 millones de desplazamientos. Solo en tren viajan casi 250 millones de personas.

Otra prueba de paciencia y habilidad es andar por el estrecho pasillo a menudo ocupado por grandes bultos que obligan a practicar el salto, o la escalada por la escalera de la litera para sortearlos. Muchos de ellos son los paquetes de los regalos que llevan a los suyos. "Esta vez el mío es que mis suegros vean a su nieto, pero el año pasado les lleve una aspiradora", nos confiesa con una enorme sonrisa Wenwen.

Hablando con los pasajeros del tren. Jon Barandica

Y habitual también, ver las cajas con preparado de pato lakeado típico de Pekín para la cena, porque queda muy bien llevar la delicia número uno de la capital. Y porque, al final, seamos de donde seamos, de más lejos, o de más cerca, a todos nos gusta celebrar con buena comida y bebida, que empieza un año nuevo.

Doce meses en los que quién sabe cuántos trenes pasarán y si cogeremos alguno. De momento, nos bajamos de éste que va hasta el sur del sur pero dejamos este deseo en chino mandarín: Xīnnián kuàilè (Feliz Año).

Durmiendo en el tren. Jon Barandica

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