El Gobierno alemán ha anunciado este viernes un plan para la lucha contra el cambio climático que contempla inversiones de hasta 54.000 millones de euros en energía, transporte, construcción e innovación y desarrollo.
El objetivo es alcanzar para 2030 una reducción del 55% de las emisiones de CO2 (con respecto a 1990), en línea con lo acordado dentro de la Unión Europea, después de que Alemania no vaya a lograr cumplir con la reducción del 40% para 2020.
"Ahora no somos sostenibles", ha reconocido la canciller alemana, Angela Merkel, que ha presentado el paquete de 70 medidas de cara a la cumbre de líderes convocada para el próximo lunes por el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, para abordar la crisis climática.
El plan aspira a ser un referente
Se trata de una decisión política de alto calado que aspira a marcar un hito global y que se ha dado a conocer el mismo día en el que cientos de miles de personas se manifiestan en todo el mundo para protestar contra la inacción frente al cambio climático.
Al ámbito político le corresponde "llevar a la práctica lo que es practicable", ha añadido Merkel, consciente de que las medidas van a parecer "insuficientes" a muchos de los que "en Berlín, como en todas partes del mundo", han salido este viernes la calle reclamando acciones contundentes.
Concretamente en Berlín, alrededor de 100.000 personas -según datos de los organizadores- se han manifestado en la emblemática Puerta de Brandenburgo con carteles en los que se leen lemas como "cuando hayas hecho tu tarea, haremos la nuestra" o "no hay planeta B". En Hamburgo y Colonia han protestado unas 70.000 personas; en Múnich, 45.000; y en Munster y Friburgo, 20.000
Tasa nacional a las emisiones de CO2
Las inversiones anunciadas se destinarán a "la protección del clima y la transición energética", según el texto final de un acuerdo alcanzado después de más de 18 horas de complejas negociaciones entre los conservadores de Merkel y sus socios socialdemócratas.
En términos concretos, la estrategia incluye una serie de medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La principal es el establecimiento de una tasa nacional a las emisiones de CO2, que crecerá progresivamente hasta que se pueda poner marcha un mercado de derechos en el que participen las empresas que produzcan o distribuyan combustibles para el transporte o la calefacción.
A partir de 2021 se empezará a pagar 10 euros por tonelada de CO2 y el precio irá subiendo progresivamente hasta que en 2025 cueste 35 euros la tonelada. Está previsto que entonces entre en funcionamiento el mercado de derechos de emisiones, que afectará al precio de la gasolina, el diésel, el gasóleo para calefacciones y el gas natural.
Se controlará, no obstante, la banda de fluctuación del precio de la tonelada de CO2 para evitar que lastre mucho el poder adquisitivo de los consumidores, que a la vez verán aumentar la desgravación en la declaración de la renta por su desplazamiento diario al trabajo.
Impulso al desarrollo de energías limpias
Al mismo tiempo, el ambicioso paquete de defensa del clima pretende impulsar el desarrollo de energías limpias (solar, eólica o biomasa), cuya introducción en el proceso de producción de electricidad debe aumentar un 65% en 2030, y contempla medidas fiscales e incentivos a empresas que apuesten por la economía verde.
El tren será más barato en Alemania, porque el impuesto sobre el valor añadido (IVA) pasará del 19 al 7%, pero el precio del billete de avión se encarecerá, avanza el programa, aunque sin dar detalles.
Todas las medidas concretas se implantarán "progresivamente", con la supervisión periódica de un organismo independiente de monitoreo que controlará los avances y exigirá, si es necesario, nuevos impulsos para cumplir con los objetivos.
La presión sobre el gobierno de Merkel en estos momentos es grande, ya que este plan medioambiental es esencial para la supervivencia de la coalición gobernante, que ha sido muy frágil desde su difícil constitución el pasado año. El ministro de Finanzas socialdemócrata, Olaf Scholz, vinculó directamente la continuación de la coalición con el desarrollo de un "gran proyecto climático".
Alemania decidió a principios de este año abandonar el carbón para 2038, pero aún tiene que programar el cierre de sus minas y plantas de energía. Un reto aún más delicado es el que debe llevar a cabo en paralelo de cara al año 2022: su salida de la energía nuclear, una decisión que se tomó en 2011 tras el desastre de Fukushima.