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El descenso de la natalidad, un síntoma social más allá de los datos demográficos

  • El INE revela una caída de los nacimientos del 29% en la última década con un crecimiento vegetativo negativo

  • La diferencia entre los hijos deseados y los que se tienen preocupa más a los expertos que estos datos

JAIME GUTIÉRREZ
6 min.

El descenso de los nacimientos es un síntoma social que trasciende lo demográfico, evidencia la precariedad y pone sobre la mesa la necesidad de políticas de ayuda a las familias que sean efectivas. Esta es la síntesis del diagnóstico en el que coinciden todos los demógrafos y sociólogos consultados por RTVE.es, que, aunque restan importancia al descenso del 29% del número de nacimientos en la última década que revelaba esta semana el Instituto Nacional de Estadística (INE), ponen el foco en la diferencia que existe entre el número de hijos deseados por hombres y mujeres y la realidad.

El decrecimiento de la natalidad quiere decir que continúa creciendo la precariedad

La natalidad, como dato absoluto, "es una tendencia paralela a los ciclos económicos" y, por eso, "que continúe el decrecimiento de la natalidad quiere decir que continúa creciendo la precariedad", explica el investigador del Centro de Estudios Demográficos (CED) de la Universidad Autónoma de Barcelona, Pau Miret, que asegura que España sigue esta tendencia desde 2008 y que achaca parte de la atención que ha despertado este dato a que "los datos macroeconómicos apuntaban a una salida de la misma".

De acuerdo con los datos proporcionados el miércoles por el INE, la tasa de fecundidad ha pasado de 1,44 hijos por mujer en 2009 a 1,25 hijos por mujer en 2019. "Esto sí es más preocupante", alerta el director del CED, Albert Esteve, que, haciendo referencia a la Encuesta de Fecundidad elaborada por el INE en 2018, observa que "hay mujeres y hombres que no tienen los hijos que desean".

La encuesta revela que las familias retrasan cada vez más la edad de tener a sus hijos y que casi tres de cada cuatro mujeres de entre 18 y 55 años desearían tener al menos dos. Estamos en "casi un 40% menos de lo deseado", advierte.

Entre las razones que producen esta discrepancia, Esteve apunta a tres factores: la búsqueda de la pareja ideal, las dificultades materiales y los problemas de algunas mujeres para quedarse embarazadas a una determinada edad. Las dos primeras son "problemas económicos" que "empujan hasta que llegan los problemas de salud, añade.

Ayudar a las familias: educación, tiempo y dinero

Ante este escenario, Miret y la profesora del departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad Pública de Navarra, Begoña Elizalde-San Miguel, coinciden en una solución: "Lo que hay que conseguir es que las familias tengan los hijos que quieran" y para ello apuestan por mejorar las políticas de ayuda a las familias por encima de las políticas natalistas.

Las transferencias monetarias son las que menos contribuyen a la igualdad de género

"Las políticas familiares deberían pasar por tres tipos de servicios", resume Elizalde-San Miguel. Primero, "los educativos, que la educación pública de cero a tres años sea un derecho"; segundo, "los temporales, que el modelo de bajas parentales garantice a padres y madres más tiempo para estar con sus hijos cuando nacen"; y, tercero, "las transferencias monetarias, como el cheque bebé", que, advierte, "son las que menos contribuyen a la igualdad de género".

"Tenemos la evidencia empírica de los países de nuestro alrededor", explica, en declaraciones a RNE, la profesora de Sociología de la Universidad de A Coruña, Antía Pérez. "Aquellos donde la fecundidad es más elevada son aquellos que tienen un nivel de bienestar fuerte, una amplia cobertura del sistema educativo de menores de tres años y unas políticas muy enfocadas hacia una distribución equitativa de los cuidados", explica la socióloga de la Universidad de A Coruña.

Además de las políticas familiares, que podrían provocar un cambio "automático" en las cifras de natalidad, expertos del CED apuntan a un desafío más: "el retraso de la edad de emancipación". Mientras su director, Albert Esteve reclama que "hay que mejorar los niveles de emancipación de los jóvenes"; Miret apunta a las políticas de vivienda y la mejora del alquiler como posibles soluciones.

España afronta una transición demográfica

En cuanto al dato que estos días ha ocupado los titulares, Esteve explica que, "desafortunadamente, coinciden dos cosas": que "hay menos mujeres" y que, por las circunstancias sociales que las rodean, "quieren tener menos hijos". Es lo que, Pérez define como "la inercia demográfica": "Las generaciones que realmente están teniendo ahora sus criaturas son mujeres nacidas, precisamente, en las décadas de los 80 y los 90, época en la que se produjo la mayor contracción de la fecundidad".

Al mismo tiempo, complementa Miret, "seguirá muriendo cada vez más gente porque están llegando generaciones que están más llenas". En comparación con la generación ‘Y’ o ‘Millenial’, que está formada por 5.736.477 personas nacidas entre 1981 y 1993 y es la que se encuentra en edad de tener hijos actualmente, las generaciones anteriores tienen más miembros, llegando a 12.637.058 de nacidos entre 1949 y 1968, la generación ‘Baby boom’.

La cifra del 29% menos de nacimientos en diez años se trata, a juicio de Elizalde-San Miguel, de "un dato sobrerrepresentado", porque "se están comparando con [cifras de] un momento que ya era anómalo". La experta recuerda que a comienzos de los 2000 "llegó a España un importante grueso de población inmigrante en edad reproductiva" que "contribuyó a un aumento de la natalidad".

"En aquel momento se juntaron dos procesos", añade Pérez . "De una parte, la llegada de población inmigrante hizo aumentar el número de nacimientos y, de otra, la recuperación de un calendario trazado de fecundidad por parte de muchas mujeres que en ese momento decidieron no postergar la decisión de ser madres", explica.

Por eso, mientras Elizalde-San Miguel apunta a que la única " posibilidad real" para estabilizar los datos absolutos de mortalidad y natalidad a corto plazo es "Incentivar la llegada de población migrante", algo que reconoce que "es polémico"; Miret añade que, en un plazo de 30 años España experimentará una "transición demográfica" en la que "se igualarán la natalidad y la mortalidad".

Además, podría haber "un rebrote de nacimientos" cuando los nacidos en el pico de natalidad del comienzo de siglo decidan tener hijos, explica el director del CED, Albert Esteve.

Población envejecida y desafíos sociales

"La natalidad decrece porque tenemos una pirámide de población envejecida y hay casi un 15% menos de mujeres entre 25 y 40 años, el grupo de edad óptimo para la reproducción, que hace 30 años", resume Elizalde-San Miguel, que explica que "esto no tiene por qué ser un dato negativo".

"España no es el país más envejecido de Europa, pero sí uno de los que tiene la esperanza de vida más alta del mundo. Esto es para alegrarse, podemos vivir más. Sin embargo, unido a un crecimiento vegetativo [la diferencia entre los nacimientos y las defunciones descontando antes los nacimientos de madre no residente y las de personas que no viven en España] negativo, puede conducir a dos problemáticas adicionales: la sostenibilidad de las pensiones y los problemas derivados del envejecimiento", asegura.

En el primer caso, "según como se plantee el tema, puede parecer que solo hay una solución que pasa por que las mujeres abandonen sus trabajos y se pongan a tener hijos, pero esto no es así", se apresura a corregir la experta, que, en cambio, afirma que "tal vez habría que mejorar cuestiones como que España tenga un 15% de paro estructural".

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