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Siria encara las últimas etapas de la guerra

  • Los bastiones rebeldes han caído uno a uno y tan solo resta un foco de resistencia, la provincia de Idlib

  • Las heridas y la devastación tras ocho años de guerra complican la pacificación del país

GONZALO CARETTI
6 min.

"La operación ha terminado", señalaba este martes Kino Gabriel, un portavoz de las Fuerzas Democráticas Sirias, las milicias kurdas que, respaldadas por los Estados Unidos, luchan por arrebatar al autodenominado Estado Islámico, el DAESH, la localidad de Al Baghuz. "Pero requiere un poco más de tiempo para ser completada", añadía.

La localidad, a la que muchos han llamado el último bastión del autodenominado Estado Islámico, es lo que queda del califato territorial que la organización terrorista construyó en territorio sirio e iraquí. Una organización que alcanzó su cénit aprovechándose de la cruenta guerra civil de Siria, que acaba de cumplir ocho años.

El conflicto, al que la ONU ha llegado a calificar como "la mayor tragedia humanitaria del silgo XXI'", fue el escenario perfecto para el DAESH. "Se benefició del caos", comenta el profesor de Estudios Árabes e Islámicos, Ignacio Álvarez Ossorio.

Álvarez Ossorio: "El Daesh no es más que una sombra de lo que llegó a ser en el pasado"

"Aprovecharon ese caos, ese vacío de poder, para implantarse, aprovechando muchas veces las políticas sectarias utilizadas por Damasco, y erigirse como protectores de la comunidad suní. Esto ocurrió en Irak, la década pasada, y ha ocurrido también en Siria. Así que la instrumentalización del sectarios por parte de los regímenes, tanto sirio como en su momento iraquí, ha facilitado la penetración del DAESH".

¿El fin del DAESH?

La derrota militar del autodenominado califato ha hecho que el presidente de Estados unidos, Donald Trump haya llegado a plantear que asistimos a la derrota del DAESH. Sin embargo, muchos expertos consideran que el fin de la organización terrorista está aún lejos de producirse.

Se calcula que entre 30 y 40.000 milicianos que convivían en el territorio del autodenominado 'califato' se han dispersado en distintas zonas del país. Incluso dentro de los dominios del régimen, aún quedan bolsas de resistencia rebelde, en las que también hay milicianos del DAESH, que se mezclan con otras muchas organizaciones islamistas.

En Siria, la guerra está a punto de cumplir ocho años y acumula más de 350.000 muertos, seis millones de desplazados y cinco de refuguados en lo que la ONU califica como la mayor tragedia humanitaria del siglo XXI. Iniciada al calor de la primera árabe, la represión del régimen pronto condujo a una militarización de las revueltas que también ha servido de campo de batalla para grupos yihadistas. Primero la rama regional de Al-Qaeda, después el Estado Islámico, que llevó a EE.UU. a implicarse al frente de una coalición internacional. Sin embargo, han sido las grandes potencias regionales las que han marcado el devenir del conflicto. Rusia, Irán y Hizbolá han dado un apoyo militar al régimen sirio que parece haber decantado la guerra a su favor.

Aunque el autodenominado Estado Islámico ha perdido parte de sus señas de identidad, como la capacidad de territorializar su lucha controlando un territorio, eso no significa, según muchos expertos, que haya desaparecido. "Hemos visto en el pasado como otros grupos yihadistas supuestamente eran derrotados y resurgían de sus propias cenizas", señala Álvarez Ossorio.

"Ha pasado con Al Qaeda, que sigue teniendo presencia en muchos países árabes. Se puede correr el mismo riesgo: cantar victoria. Quizás lo importante no es derrotar a las siglas, es derrotar a esa ideología yihadista y combatir las situaciones que favorecieron su irrupción y su expansión". Algunos señalan la posibilidad de que la organización modifique su estructura y se convierta en otra más parecida a Al Qaeda; es decir, que se produzca una 'alqaedización' del DAESH.

Idlib, el último bastión rebelde

Mientras, tras ocho años de conflicto y múltiples fases, la guerra en Siria parece vivir sus últimas etapas. Al Asad ya controla dos terceras partes del territorio, gracias al apoyo militar que ha recibido por parte de Rusia e Irán. "Hay un sentimiento de derrota por parte de los rebeldes, un abandono claro por parte de quienes les financiaron en el pasado, sobre todo las potencias del Golfo, y lo que queda por dilucidar es cómo va a producirse ese final de la guerra. Queda por resolver, sobre todo, los flecos".

La gran incógnita es la zona de Idlib, donde se han replegado los grupos rebeldes. Pero Idlib genera muchas complicaciones. "Allí se han ido refugiando, no sólo los rebeldes que han sido derrotados en otras partes, sino también sus familias. Es una provincia con más de 2,5 millones de personas, también tiene entre 50.000 y 60.000 hombres armados de direntes facciones, desde las más laicas a las más islamistas, y está por ver qué va a pasar con toda esa población y esos grupos", señala el analista. Y la más poderosa de ellas, con unos 10.000 guerrilleros, es Hayat Tahrir Al Sham, coalición en la que está integrada la filial de Al Qaeda en Siria.

La guerra en Siria deja más de 75.000 desapariciones forzosas en ocho años.

Idlib es también una región estratégica para Damasco, que se ha prometido recuperar "cada centímetro" de Siria. La región conecta los territorios bajo dominio del Gobierno con Latakia, región vecina de mayoría alauí, la secta chií de Al Asad y donde se encuentran sus seguidores más fieles. Y por allí pasa también una de las principales carreteras que conectan el norte con el sur del país, fundamental para el comercio, el transporte y el abastecimiento. Es clave también para Rusia, aliado del régimen, ya que la Idlib rebelde está a pocos kilómetros de su principal base militar en Siria.

Los tambores de guerra llevan meses sonando en torno al último bastión rebelde, pero la ofensiva se ha detenido en varias ocasiones. Idlib tiene cientos de kilómetros de frontera con Turquía, muy preocupada por las posibles consecuencias de que se produzca un gran asalto sobre la provincia. "Turquía no está interesada en la entrada masiva de refugiados y mucho menos en la llegada masiva de hombres armados con experiencia militar y en las proximidades del yihadismo", señala Álvarez Ossorio.

La gestión de un país devastado

La resolución para el enclave no parece sencilla. "Lo que se buscará es lo que ha pasado en otras zonas", apunta el analista. "Es decir, que entreguen las armas y se les permita abandonar el territorio.El problema es que ya no hay a dónde ir. Quizás la fórmula sea crear una zona colchón, de unos 30 kilómetros, en torno a la frontera, y que esta zona también tenga participación de esos rebeldes".

Pero la previsible victoria militar del régimen no significa que la pacificación de Siria sea sencilla. El país ha cambiado radicalmente y poco se parece al que existía antes del estallido de las revueltas. "En algunas zonas ha habido incluso operaciones de limpieza étnica, movimiento de poblaciones... Algunas zonas chiíes han sido desalojadas, y lo mismo ha ocurrido en algunas zonas kurdas que han sido arabizadas", apunta Álvarez Ossorio.

Se produzca cuando se produzca el fin de los combates, la gestión de una Siria post-conflicto será clave. Es una de las guerras más cruentas de la historia reciente de la región, con unas cifras de víctimas estremecedoras y una larga relación de crímenes de guerra. Un régimen acusado de haber cometido crímenes contra la humanidad y unos rebeldes que, en menor medida, también lo han sido. Decenas de miles de desaparecidos, y millones de refugiados y desplazados. Ciudades clave, con sus infraestructuras, casi destruidas. La pacificación del país no resultará sencilla.

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