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Una noche bajo el diluvio

  • 100.000 personas en Andalucía han resultado afectadas por las fuertes lluvias ocurridas la noche del sábado

  • En Campillos, uno de los pueblos más golpeados por el temporal, muchos agricultores salieron a la calle para ayudar a sus vecinos

YOLANDA VILLALUENGA
4 min.

“Mamá, dime algo. No contestas al teléfono”, “Montse, ¿cómo estáis?”, “Por favor, llama”, “Algún tractor pasa por el bar Salvador? Mi novia está encerrada. Si alguien pudiera traerla hasta las casas del arroyo”… Estos son algunos de los mensajes que los habitantes de Campillos, Málaga, enviaron la noche del sábado a través de sus móviles y redes sociales. Sus seres queridos estaban incomunicados y, aparte de esperar, sólo podían confiar en la suerte del destino.

La provincia de Málaga había entrado en alerta roja a media noche, debido a las lluvias torrenciales y el ayuntamiento de Campillos, uno de los más afectados -en menos de tres horas cayeron 200 litros de agua-, pidió a los vecinos que permanecieran en sus casas. El ayuntamiento también se dirigió a quienes tenían lanchas neumáticas y tractores para que salieran a socorrer a muchas personas que habían quedado atrapadas por el agua.

Antonio Gómez, un vecino de Campillos que vive en la zona alta del pueblo, una de las menos castigadas, llamó a su madre, de 84 años. No lo cogió. Llamó al móvil de su hermano, con minusvalía, que vive con ella. Tampoco contestó. La casa en la que residen su madre y hermano se encontraba en la zona sur del pueblo, la llamada zona de las flores o de las ranas. Una de las más destruidas por las lluvias, donde los vecinos aseguraban que habían alcanzado hasta cincuenta centímetros.

En busca de su madre

Antonio no quería ponerse en lo peor, pero tenía que ir a comprobar que su madre y hermano estaban bien. Desde la ventana, la situación parecía ser cada vez más dura. Por eso, tenía que llegar a la casa de su madre. Trató de cruzar hacia la zona del sur. A medida que avanzaba, el agua le arrastraba, le llegaba a las rodillas. Lo intentó por otra calle, tuvo que agarrarse a las rejas para no caerse. Antonio tuvo que aceptar que se estaba jugando la vida y debía volver a su casa.

A medida que avanzaba, el agua le arrastraba

Su mujer le esperaba allí, tratando de localizar a vecinos de su suegra que pudieran acercarse a ver cómo se encontraba la anciana y su hijo. En las páginas comunitarias de Facebook Campillos ayer y hoy y Campillos denuncias, dos páginas creadas para la nostalgia y la justicia, los vecinos colgaron las imágenes del diluvio, información que podía ayudar a quienes se encontraban en apuros, mensajes de agricultores que se habían lanzado a la calle con sus tractores.

Antonio, desesperado, volvió a salir. Por el parque del Campillos, cerca del ayuntamiento, se habían desmoronado paredes del instituto público y del colegio La Milagrosa. Coches atravesados aquí y allá. En una esquina de la calle Real se encontró un tractor y le llamó. Conocía al hombre de vista, pero nunca había cruzado una sola palabra con él. No recuerda de qué hablaron. Ni siquiera si hablaron. Sólo que aquel hombre, un desconocido, con un tractor acostumbrado a arar la tierra, consiguió llevarle hasta su madre.

Un metro de agua en casa

La planta baja de la casa estaba anegada “hasta un metro”, indica Antonio. En la segunda, la anciana y su hijo pequeño permanecían refugiados, aguardando la llegada de ese otro hijo que vive en la zona alta del pueblo.

Esta misma mañana, Antonio se ha enterado de que los invitados a una boda tuvieron que refugiarse en el tejado de la casa y de que han sido 100.000 personas las afectadas por el temporal en Andalucía.

¿Sabe qué? ¡Cuánta gente buena hay!

Esta mañana, mientras se juntaba con otros familiares para limpiar la casa de su madre, en el barrio de las flores, ha tenido conocimiento de multitud de historias como la suya. Ninguna tan terrible como la muerte del bombero que desapareció anoche. Antonio ha pensado entonces en el agricultor que se encontró en medio del diluvio. Ni siquiera sabe su nombre.

Le pregunto si tiene fotos o videos para contar esta historia. Me dice que no, que no tuvo tiempo. Ni siquiera se le pasó por la cabeza. Me recomienda que hable con otros familiares y termina diciendo “¿Sabe qué? ¡Cuánta gente buena hay!”.

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