Primero cayeron del cielo unas tijeras enormes, después bajó un dedal gigante con Madeleine Hjört, Godeliv y Marta Español en su interior y luego descenció un grandísimo acerico, con sus agujas y alfileres, sobre el que bailaba un grupo de chicas sujetas con arneses. Entre una acción y otra salían las modelos a la pasarela que lucieron hasta 80 vestidos diferentes, diseños de Yolancris que hacen guiños a divas de los 80 como Madonna o Grace Jones pero también actualizan iconos históricos de la moda, con sentidos homenajes a Balenciaga, Saint Laurent o Lacroix.
Nunca se había visto nada igual. El desfile, realizado con la ayuda de La Fura dels Baus, ha dejado con la boca abierta a todos los asistentes, tanto por la arriesgada y efectista puesta en escena, por la pasarela de 45 metros de largo y por la colección, una brutal colección de 80 vestidos que cuentan muchas historias. Pero vamos por partes.
Yolancris es la firma creada por las hermanas Yolanda y Cristina Pérez que juntas forman un fuerte dúo que combina el talento creativo con el empresarial. Ahora han tenido que trabajar codo con codo –e intentar que la escenografía y la colección se casasen con los números- para llevar a cabo su ambicioso desfile celebrado en la avenida María Cristina de Barcelona.
Yolanda confiesa que llevaba tres años con la idea en la cabeza. “Soy una enamorada de los 80, que es mi época, y yo adoraba los inicios de la Cibeles, cuando los desfiles de diseñadores como Antonio Alvarado se hacían en la plaza Colón, y estoy entusiasmada de la vida”, dice.
La conversación se convierte en una coctelera de arte y con arte mezclamos referentes como el fotógrafo Tim Walker, fuentes de inspiración Williams Morris y la colaboración de La Fura dels Baus.
El resultado es un combinado que sabe a creatividad y artesanía, a futuro y tradición. Pero este cóctel está aderezado además con un necesario homenaje a la identidad, fuerza y poder de la mujer. “Creo que la gente antes tenía más claro cuál era su identidad pero ahora la gente joven se pierde un poco con el Instagram y los flashes que reciben que parece que hagamos responsables a las marcas de lo que tienen que decirnos que tenemos que llevar”, comenta la diseñadora.
Esta reivindicación se une a un sincero y respetuoso homenaje a los artesanos, “a los que hacen posibles que los creativos podamos presentar una colección: gente de abalorios de Andalucía, puntairas de Cataluña que hacen bordados a bolillo, gente que hace sombreros a medida, zapateros que trabajan el cuero en condiciones…”, dice. “Y a todos los hemos sentado en primera fila y enfrente está todo el futuro, la gente que está estudiando moda. Es un espejo, futuro y pasado, y luego está el presente que es la pasarela”.
Su intención es que se conozcan, que surjan amistades, sinergias, intercambios, trabajo. Además, confiesan, uno de sus proyectos es tener un espacio en su atelier para formar a jóvenes y así asegurarse que los oficios de la costura no se pierdan o se desvirtúen. Nostalgia y pasión por el oficio, por la artesanía. “Todo lo hacemos aquí, no creemos en la deslocalización de la empresa, no queremos llevarla donde hay gente que cobra muy poco para venderlo luego aquí caro y que alguien, en el proceso, se tenga que fastidiar”.
Por eso cada vestido lleva una carpeta en la que se desvela el proceso de creación y confección, firmado por cada una de las personas que han intervenido: yo he cosido, yo he cortado, yo he acabado la prenda…”.
El desfile, por muy cursi que suene, es un canto a la belleza en todas sus expresiones pero también un retrato al oficio de la costura. “Hemos utilizado todos los tejidos típicos de las novias, como los bordados, los que llevan aplicaciones y transparencias, que siempre las trabajamos, y por supuesto los vestidos en guipur que es mucho lo muestro, como la mezcla de tejidos, y mucho tul. Hay más volumen e incluso alguna pincelada de color, desde el blanco al dorado pasando por el rosa cobre”.
Cada vestido es completamente distinto al anterior y completamente diferente al siguiente, no hay hilo conductor porque “cada mujer es diferente y no tienen que ir todas iguales, llevando lo mismo; y también queremos vender, por eso hay que hacer cosas diferentes”. Y ellas lo hacen, trasladando al sector nupcial los códigos de la moda, renovando las siluetas al compás que marcan los gustos y los hábitos de las mujeres de distintas sociedades, culturas y religiones del mundo.
Vemos caftanes y batas que hablan de exotismo, modernismo y vanguardias, un barroquismo inusitado que resulta muy atractivo al mezclarlo con aires ochenteros, velos bordados a mano que parecen mantillas que podrían estar en un altar, detalles lenceros, faldas con un delicado patchwork, siluetas princesa (princesa del rock), sudaderas con falda de tul, fantasías florales a modo de top y vestidos para diosas que cambian el pedestal por el escenario o la pista de la disco.
Cada vestido es arte pero también teatro, música, cine y, a veces, poesía, concretamente una oda a la mujer.
La variedad es enorme pero el estilo hippy del que fueron pioneras va desapareciendo. “Fuimos las primeras en hacer la novia bohemia aquí en España aunque costó más de dos años introducirla.
"Luego cambió el mercado, el producto sustitutivo ya venía hecho del otro lado del mundo y luego estaba el mercado de segunda mano y hay mucho outlet. No puedes presentar cada año el mismo vestido cambiando una flor, tienes que innovar y apostar fuerte. Este desfile es apostar al todo o nada”, añade Cristina, recién incorporada a la entrevista.
En el mes de diciembre no tenían claro si apostar por Barcelona o Nueva York porque la situación política y por los cambios en la organización de la Barcelona Bridal Fashion Week. Además se añadía el hecho de ir a París a presentar la colección de primavera y verano de 2018. “Los tiempos son muy rápidos pero tienes que ser muy flexible. Al final lo consigues pero es un desgaste tremendo”.
Ellas se han costeado casi todo el desfile. Han pagado su apuesta por Barcelona, su ciudad, y ha merecido la pena. Aquí tienen su base de operaciones y su taller en el que se trabaja a medida y que da empleo a cuarenta personas.
De él salen los vestidos que luego lucen Lady Gaga, Beyoncé, Shakira… y el que llevó Raquel del Rosario en el Festival de Eurovisión de celebrado en 2013. “¡Y luego le hicimos el traje de novia!, apunta Yolanda.
Crearon su firma en 2005 y hoy venden en todo el planeta, intentando seducir a clientas tan distintas como las asiáticas de las norteamericanas.
Moda que sale de Barcelona y conquista un trocito de mundo cada día, aunque ellas tienen claro cómo quieren crecer.“Somos muy responsables y nos lo pasamos todo a la espalda, nos cuesta delegar. No pretendemos ser un producto de masas, crecer por crecer nos da igual, sabemos qué pretendemos y qué nos gusta”.
Y está claro. Les gusta su trabajo y no quieren hacer concesiones para perder todo lo que han logrado a base de esfuerzo, talento y oficio. Mucho oficio. “No soy lo que soy, soy lo que hacen mis manos”, dijo Louise Bourgeois.Y esta es la frase que han escogido para añadir al dossier de prensa. Toda una declaración de intenciones.