Resulta fascinante leer ‘Vistiendo la época’, el libro que escribió Paul Poiret en 1930. Cada página es una pincelada del retrato de su vida pero también un repaso a la historia y, por supuesto, a la historia de la moda. Su figura y su legado vuelven a estar de actualidad por dos motivos. Renacimiento reedita el libro y se resucita su firma, que vuelve a estar en activo y participa en la Semana de la Moda de París.
Paul Poiret (1879-1944) es uno de los nombres clave de la moda. Declaró la guerra al corsé, liberando el cuerpo de la mujer de una terrible tortura. “Como todas las grandes revoluciones, ésta fue hecha en nombre de la libertad”, dice en el libro. “Y en nombre de la libertad preconicé la abolición del corsé y la adopción del sujetador”. Aunque luego propuso faldas muy estrechas y grilletes que impedían dar pasos grandes.
Gozó de un enorme éxito internacional pero murió olvidado y en la miseria. Pero el tiempo ha sido justo con él y son muchos los diseñadores que le han rendido homenajes, desde John Galliano hasta Dries Van Noten, haciendo que su trabajo sea reconocido y alabado. También fue clave la exposición que le dedicó en 2007 el Metropolitan de Nueva York. Ese año la estrella de Poiret volvió a brillar como en sus mejores momentos, como cuando vestía a las mujeres más influyentes del planeta o recorría EE.UU. dando conferencias. Todos querían oir sus palabras y todas querían llevar sus vestidos.
En el libro narra de forma cronológica su vida y recuerda su niñez y su adolescencia, etapa en la que ya “soñaba con telas, trapos y hojeaba revistas” encerrado en su cuarto, en el que dibujaba vestidos. Sus bocetos atrajeron la atención de Madame Cheruit, que fue la primera mujer que vio talento en un joven Poiret, pero también de casas de moda tan relevantes como Worth, Paquin o Doucet. Fue en esta en la que comenzó a trabajar. Era 1896 y en esos salones confeccionó su primer modelo, una pelerina en tela encarnada con bandas de paño recortadas alrededor del cuello”. Un éxito ya que, según cuenta, se vendieron cuatrocientas.
Actrices, cantantes y socialités compraban vestidos casi todas las semanas ya que “se negaban a lucir dos veces un traje que hubiese podido llamar la atención” y el señor Doucet, satisfecho con su trabajo, le pagó un buen sueldo: “Quinientos francos a un muchacho que aún tenía que aprenderlo todo…”, dice el modisto que se gastó el dinero en unos gemelos.
A partir de ahí comienza a forjarse el mito. El éxito le acompañó desde que montó su primer atelier en la calle Auber y llegó a tener sucursales en Cannes, Deauville y Biarritz para vestir a sus clientas parisinas durante sus vacaciones estivales.
Poiret mezcla datos biográficos con divertidas anécdotas para definirse como un hombre valiente, un diseñador influyente y un empresario de éxito, amante de la belleza y de los barcos. Destaca un capítulo dedicado a la alta costura en el que desgrana todos los oficios vinculados con la moda, un capítulo en el que ensalza a las técnicas o ‘primeras’ del taller pero machaca a las vendedoras, de las que dice que no saben de moda porque solo les interesa el negocio.
De las empleadas dice son “las que proporcionan a los talleres todo lo necesario para que el pedido pueda ser ejecutado” y que “una buena empleada debe conocer París y sus recursos en todas las ramas además de poseer una conciencia irreprochable”.
No se olvida de modelos. “El maniquí viviente, creado por el gran Worth, es una mujer que debe ser más mujer que las mujeres”, dice y recuerda nombres de algunas con las que trabajó, como Yvette, Simone y Andrée, las top models de los años 20.
La historia, su historia, refleja su trabajo como creador pero remarca su faceta de empresario. En algunas páginas aparecen artistas como Raoul Dufy, Derain, Colette o Cocteau y en otras describe las fastuosas fiestas que celebraba en el París de entreguerras, celebraciones que contribuyeron a llevarle a la ruina. Fue en 1929.
Un año después escribe ‘Vistiendo la época’ y en 1944 muere olvidado y pobre. La reedición de sus memorias ayudará, sin duda, a valorar su trabajo y ponerlo en un contexto histórico, cultural y social. También a respetar su legado. Algo importante ahora que su firma, en manos de un grupo coreano, ha resucitado y ha vuelto al calendario de desfiles de París. ¿Era necesario? El debate sobre la perpetuidad de las casas de moda está, una vez, más sobre la mesa. Y, por supuesto, sobre la pasarela.