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The God Dylan

  • El director de Página 2 subraya la "poética desbordante" de las letras del Nobel

  • "Dylan se adueña de las figuras retóricas para poetizar la historia de la música"

ÓSCAR LÓPEZ
3 min.

En cuanto he sabido de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, me he propuesto dos cosas: no mirar en ningún momento lo que se decía en la redes sociales, donde ya me imagino que los fans y los detractores deben estar a la greña, y escribir este artículo mientras escucho una y otra vez "Things Have Changed".

Dicho esto, supongo que con este arranque ya queda claro mi posicionamiento. Porque alguien que ha escrito letras de canciones como la citada, o "Hurricane", "Ballad of a Thin Man", "Thunder on the Mountain", "Mr Tambourine Man", "Just Like a Woman" y, cómo no, "Blowin’in the wind", merece como cualquier otro escritor el medallón de oro, el diploma y su correspondiente talón de casi un millón de dólares. Y que además nos pongamos de rodillas para dar gracias a esta institución sueca, que al menos en esta ocasión no ha querido ser políticamente correcta, ni ha pretendido sorprendernos con alguno de esos escritores que solo conocen en su casa y de una calidad no siempre contrastada.

Me parece muy bien que algunos piensen que el señor Dylan no ha escrito una novela en condiciones ni una antología de relatos sorprendente, ni se ha descolgado a lo largo de su vida con algún ensayo sesudo sobre vaya usted a saber qué. Aunque imagino que sabrán que es autor de dos libros muy especiales: uno cercano a la prosa poética como Tarántula y otro de corte más autobiográfico titulado Crónicas. Volumen I.

Pero si hoy hablamos de él es por su condición de cantautor, por todas esas letras de canciones que a lo largo de los años fueron recopilándose en diversos libros: letras profundamente literarias, de una calidad poética desbordante, que lo mismo se alimentan de la tradición cultural surgida en la América profunda que de los poetas malditos franceses; versos que surgen de sus infinitas lecturas: Dylan Thomas (de quien tomó el nombre), pero también James Joyce o John Steinbeck. Todo eso es Bob Dylan, el artista que se adueñó de las figuras retóricas para poetizar la historia de la música, influyendo en infinidad de novelistas que escribieron bajo el influjo de sus melodías.

Así que hoy soy un tipo feliz. Porque alguien surgido de la cultura popular se alza con este merecido galardón para el que llegó a sonar en 2013. Y juro que lo lamento por Haruki Murakami, Philip Roth, Paul Auster o Joyce Carol Oates, pero ya tendrán su momento. Por eso, en cuanto cierre este documento de Word y envíe el artículo a Laura García Torres, me sentaré en mi sillón preferido, me pondré los auriculares y escucharé, como aquella primera vez, siendo aún adolescente, "Like a Rolling Stone". Eso sí, a diferencia de entonces, hoy desafinaré sin necesidad de esconderme.

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