Es un libro pesado, muy pesado; pero por la gran cantidad de talento y belleza que hay en sus páginas. La obra del fotógrafo Peter Lindbergh se recoge ahora en un libro que edita Taschen y a la vez se expone en el Kunsthal Rotterdam.
Dos formas de acercarse a esas imágenes icónicas de la historia de la moda y disfrutar de una colección de instantes maravillosos que reflejan su enorme capacidad de trabajo y su pasión por la fotografía, por la luz pero también por la mujer.
El título, ‘Peter Lindbergh, una visión diferente de la fotografía de moda’, es una fiel definición del trabajo del alemán, un maestro copiado, imitado y venerado y, sin duda, uno de los artistas más influyentes para distintas generaciones.
En el libro hay muchas editoriales para editoriales de revistas importantes pero la mayoría parecen retratos hechos en la intimidad, como si entre él y la modelo, o modelos, no existiera nada más.
En las primeras las modelos huyen del objetivo, haciendo del espectador un voyeur.
Luego se entra en un juego de miradas y complicidad marcado por la serenidad, la fuerza e incluso el humor.
Son instantáneas impactantes desde el punto de vista estético y tienen cierto aire pictórico que se aprecia en su manejo de la iluminación, creando atmósferas especiales de luces y sombras. Es la expresión de un nuevo realismo.
El libro recoge varios testimonios, entre ellos el de Emily Ansek, directora del Kunsthal Rotterdam, que refleja con precisión el método de trabajo de Lindbergh. “No parte con una idea preconcebida y no da ninguna directriz en particular; Lindbergh se acerca hacia la imagen perfecta a medida que la modelo evoluciona delante de él".
Y es que la modelo es esencial en su trabajo. Son muchas las mujeres que han trabajado para él, entre ellas dos españolas Esther Cañadas y Martina Klein, que aparecen en el libro. Pero Lindbergh tiene predilección por Kristen McMenamy, Naomi Campbell, Mariacarla Boscono y, por encima de todas, Kate Moss.
La top británica cuenta que en sus comienzos tuvo como referencia los icónicos retratos que Lindbergh hizo a Linda Evangelista, otra de las ‘chicas favoritas’ del artista.
Años después, después de trabajar juntos, el fotógrafo dijo de Moss que era “la persona más cool de la tierra”.
Con la top, que ocupa la portada, logró imágenes inolvidables, alejadas siempre de los cánones clásicos de belleza y elegancia. Porque al fotógrafo nunca le interesó caminar por la senda de la perfección y buscó la belleza en todas las mujeres, en todas sus expresiones, fotografiando solo almas.
En el libro se deja claro que su intención siempre es “mostrar el interior de la modelo y no los detalles del vestido”. También que, para centrar todo el foco de atención en la chica, opta por escenarios vacíos, espartanos, sencillos.
Poseedor de un vocabulario único, Lindbergh supo romper barreras con elegancia, jugando con la ambigüedad y la dualidad. Solo hay que recordar las fotografías de las supermodelos ataviadas con trajes de hombre o la de John Malkovich explorando su propia feminidad.
Y es que en el libro no solo aparecen maniquíes. Su objetivo atrapó instantes de Madonna, Angelina Jolie, Richard Gere, Sofia Coppola, Cate Blanchett, Tina Turner, Pina Bausch y Penélope Cruz, por citar a otra española.
Casi todas las fotografías son en blanco y negro e incluso las de color tienen tonos amables, rebajados de intensidad y cálidos. Tonos que invitan a la intimidad.
Y, curiosamente, destaca la ausencia de sonrisas.Esas las deja para otros camaradas porque Lindbergh siempre trabajó sin reglas, como una pantera que se acerca sigilosa a su presa.
Pero no con la intención de dispararla con su objetivo, solo para atrapar ese gesto o esa mirada que otros nunca verían.