“Ay, qué pesado, qué pesado, siempre pensando en el pasado”. La canción de Mecano nos sirve para expresar lo que sentimos con tanta reinterpretación, revisión, homenaje y vuelta a las décadas de los sesenta y setenta que vemos en las pasarelas desde hace varias temporadas.
Está bien echar la vista atrás, inspirarse en lo que hicieron antes los grandes maestros pero otra cosa es limitarse a copiar y no aportar nada. Son pocos los diseñadores y firmas que han sabido darle una vuelta a la historia de la moda, adaptando formas, colores y tejidos a las necesidades de hoy, al estilo actual.
Jeremy Scott es uno de los pocos que aprueba. Su estilo es una continua mezcla de estilos, siempre con un acento pop, urbano y divertido, algo que se agradece ante el tedio que domina las pasarelas.
Su propuesta combina códigos de finales de los cincuenta y de los sesenta y se inspira en el glamour de iconos como la Rizzo de 'Grease' o las integrantes de The Ronettes, aunque también hay guiños a Barbarella, a Warholl y a la psicodelia.
El color presume de intensidad y los tejidos de acabados brillantes (acaramelados, plastificados, acharolados), otro guiño a los sesenta de Rabanne y Cardin. Destacan los estampados de pantallas de televisión y margaritas, y también los de garabatos, pistolas espaciales y gafas de sol retro.
A los setenta viaja el diseñador Tommy Hilfiger. Su propuesta invita a disfrutar de las sensaciones del Caribe, con colores muy vivos y estampados que recuerdan a las vacaciones.
Flores y animales decoran todo tipo de piezas y se apuesta fuerte por la técnica del patchwork y las prendas realizadas en punto: jerséis coloristas y bikinis, algunos con un nostálgico tie-dye.
Toda la colección es una canto a la juventud, a la diversión, un carpe diem de moda y estilo. Por eso vemos camisas Oxford con bordados coloristas, caftanes con hilos de plata y polos de rejilla de corte deportivo con coquetas faldas de motivos étnicos.
Phillip Lim utiliza tejidos muy femeninos para construir prendas de carácter deportivo, con guiños al tradicional armario masculino y cierto toque urbano.
La cazadora de estilo orgánico quiere sustituir a la chaqueta, reinventando así el traje de la mujer que pisa cada día el asfalto, y la camisa blanca clásica se deconstruye y se convierte en vestido.
Todos los tonos de verde que da la naturaleza impregnan la colección y se mezclan con texturas metalizadas, reflejos de ciudad de hierro y cristal.
Zac Posen cambia de registro y deja los vestidos complicados y barrocos, con faldas de amplios volúmenes, para realizar una colección más relajada, muy parecida a las que solemos ver en París.
Poco original, esta propuesta bebe de la estética que dibujan Stella McCartney, Céline o Nina Ricci para intentar a una clienta de gustos europeos.