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Antonio de la Torre: "El peligro del actor es la necesidad de reconocimiento"

  • El actor estrena Caníbal con una magistral interpretación contenida

  • Manuel Martín Cuenca dirige una cinta participada por TVE

  • Entrevistamos al actor y al director 

ESTEBAN RAMÓN
5 min.

Un plano general fijo de una gasolinera por la noche. Solo hay una pareja repostando. Se les oye pero no se les reconoce la cara. La escena se alarga, la pareja parece discutir. Suben al coche y se sumergen en la oscuridad de la carretera. De pronto la cámara gira y el plano fijo se convierte en una panorámica. Estábamos en el coche de un cazador que les persigue. Un caníbal.

El magistral arranque de la nueva película de Manuel Martín Cuenca anticipa lo que le espera al espectador: ritmo pausado, concentración de elementos y el punto de vista de un psicópata. Una de las películas españolas del año, que estuvo en la preselección de la Academia de cine para los Oscar, pasó con éxito por el Festival de Toronto y obtuvo el Premio a la mejor fotografía en el último Festival de San Sebastián.

Al frente, Antonio de la Torre, consolidado como uno de los mejores actores españoles de su generación, en la piel de un sastre solitario e introvertido que sublima como antropófago su deseo (o apetito) por las mujeres.

RTVE.es estrena el tráiler definitivo de 'Caníbal' , de Manuel Martín Cuenca. Protagonizada por Antonio de la Torre, es una de las películas más esperadas de la temporada tras recibir el aplauso de la crítica y el público en su paso por los festivales internacionales de cine de Toronto y San Sebastián. Se estrena el 11 de octubre

“Manolo es uno de los mejores directores de actores de España. Es amigo mío: jugaba en casa. Era un papel difícil pero estaba en buenas manos”, dice el actor. Siempre obsesivo en la preparación de sus personajes (Hugo Silva, su compañero de cabina en Los amantes pasajeros, cree que el actor malagueño sería capaz de pilotar un avión) trabajó dos meses junto a Octavio Hernández, un sastre de la Gran Vía madrileña. “Desgraciadamente es una profesión en extinción. Por lo menos conseguí estar relajado con las telas, moverme con la tijera, dibujar”.

El demonio enamorado

Martín Cuenca ya había trabajado con el actor en La mitad de Oscar, en la que interpreta un breve y locuaz papel, más acorde con su personalidad.  “Soy un tío con mucha energía, muy extrovertido, pero supongo que también por eso  le parecía interesante llevarme a ese sitio. Manuel trabaja desde la contención, igual al final me hago un especialista en eso después de que en los comienzos de mi carrera fueran papeles con gracia”.

El sitio no es otro que el mal en estado puro. “No es un personaje realista, un psicópata no puede hacer el viaje que él hace”, dice el director. El guión surge inspirado por la novela Caríbal del escrito cubano Humberto Arenal.  “Es una representación, una especie de cuento que contiene un dilema moral: Los límites del amor. Si el amor es capaz de cambiarlo todo. ¿Qué ocurriría si te enamoras de un demonio?”.

El deseo y el amor llegan con las dos hermanas interpretadas por la joven actriz rumana Olimpia Melinte. El director viajó a Rumanía para encontrar a alguien desconocido que aprendiera español en el proceso. Cuando encontró a Olimpia, se llevó a Antonio a Rumanía. La química entre los dos era perfecta.  “Yo no me había dado cuenta y luego  trabajando me di cuenta de que era verdad”, recuerda el actor. “Manolo nos pidió un que fuéramos más distantes, que hubiera algo del conocerse. Es una tía que  se lo ha currado mucho. No tenía ni idea de español, engordó hasta 10 kilos. Conecta muy bien con la emoción”.

Las contradicciones del oficio

El actor se coloca como favorito en la temprana quiniela de los Goya de 2014. No le importa. Durante su carrera ha aprendido a desoír elogios y críticas. “Intento no preguntar por mi trabajo. Cuando empezaba, terminaba un casting y preguntaba todo el rato «¿qué tal he estado?». Cuando estás preguntando opinión sobre ti mismo te estas quitando el tener opinión propia sobre lo que has hecho. Y en este oficio, cuando te pones en mano de los demás estás muerto. O están todo el rato dándote premios o estás muerto. El peligro del actor es la necesidad de reconocimiento. Hay muchas contradicciones. Me encantaría ser completamente desconocido pero muy reconocido por mi trabajo pero entiendo que es imposible”.

Director y actor trabajaron el personaje por dentro, sin mostrar los propios sentimientos. “Tú ves a Bretòn y piensas ¿qué cojones está pasando por esa cabeza? A lo mejor está pensando en las musaraña”, dice el actor. “En la película utilizamos lo que se llama la sustitución: tú piensas en algo que a ti te sirve pero que solo es similar a lo que estaría pensando el personaje en esa situación”.

Una técnica que utilizaron en las escenas en las que come carne humana y que le han ayudado a encarar un personaje-símbolo del mal inherente a todo ser humano. El personaje más extremo de una carrera en la que abundan los tipos violentos (Grupo 7, Balada triste de trompeta). “En el colegio y en el instituto no solía pelear mucho, tiendo a rehuir el conflicto. De alguna manera si adoptas un yo de caerle bien a todo el mundo -que también es natural, que no es pose- cuando te encuentras con un papel así es una liberación. Yo llego a la conclusión: qué gustazo hacer de hijo de puta”.

El actor se define “ecléctico” en gustos cinematográficos. “No soy un cinéfilo, cinéfilo es Martín Cuenca”. El director reconoce influencias de Buñuel, Hitchcock, el Chabrol de los 60 o Haneke. Con el director austríaco coincide en un cierto distanciamiento hacia la historia, huyendo de la empatía y buscando la reflexión. “Nunca hemos tratado de ser psicologistas, lo que nos interesaba es contar la presencia del mal: El caníbal como una metáfora del mal, que ha cruzado el límite.  Y como Carlos (nombre del personaje de Antonio de la Torre) es uno de los nuestros, no es un alien aberrante, no es una excepción de la naturaleza. Carlos está aquí”.  De hecho, a partir del viernes 11 en los cines de toda España.

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