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Dani Pannullo estrena 'Avalanche', una coreografía sobre el paso del tiempo con lenguaje de deporte urbano

  • Este miércoles y jueves en los Teatros del Canal, dentro de 'Madrid en danza'

  • En la obra la cultura libra una batalla contra la mediocridad

  • Incluyes trucos y demostraciones provenientos del footbol free style

JON BANDRÉS
4 min.

Comienza el espectáculo con aires musicales que nos llevan a Oriente y evoluciona luego por caminos insospechados. Pasamos por aires clásicos con la música grabada acompañada por un violoncello en directo. Por escenas grupales y e íntimas entre dos bailarines, en este montaje netamente masculino que intenta hablarnos, como casi todas las coreografías actuales, de relaciones humanas.

La música barroca, el jazz, el piano clásico, la ropa deportiva o un balón tratada de una forma peculiar son algunos elementos que sirven para construir una historia en la que no sobra ni un minuto de lo que vemos o sentimos. Y en la que parece que estemos entre una cancha de entrenamiento de Valdebebas y una academia de baile.

Dos bailarines en el suelo van rodando, pasando levemente uno por encima del otro, en una escena suavemente sensual. En otro momento, un atlético bailarín sujeta con elásticos negros el cuerpo de su compañero, al que luego irá guíando lentamente, en un episodo con tintes de dominación, y casi propio del mundo leather. De la ternura a las relaciones más violentas, tampoco exentas de otra ternura.

Poesía con un balón en la cabeza o entre las piernas

Con el torso desnudo, o con camiseta y pantalón corto deportivo, los actores de la compañía de Danni Pannulo (sus B-boys) nos demuestran que es posible bailar danzas barrocas intercalándolas con el regate de un balón. Y es que hay un mago de las acrobacias con la pelota -que pasa de su cabeza a sus hombros o que hace girar con las piernas en el aire- cuyos movimientos (ya sin balón) va siguiendo el resto del conjunto.

Ese freestyler (el del balón) es Javier Sánz Aguilar.

Y que es posible crear algo poético, con un balón entre las piernas, y música lenta, como si se tratara de un entrenamiento del Real Madrid, en el que un hada ha instaurado un estado transitorio de magia y poesía.

Avalanche es un espectáculo fresco, ameno, ágil y que sorprende constantemente al espectador, pasando de números minimalistas a coreografías que recuerdan el zoom de los números coreógraficos -con luces de fondo incluidas- que Lazarov ideó para la psicodélica televisión de los 60.

Nos lleva a un mundo de confrontaciones dancísticas y nos habla sobre todo del inexorable paso del tiempo. Dani Pannullo se mueve en esta ocasión desde Occidente a Oriente buscando y explorando sobre la escena los puntos de encuentro de un mundo del que esperamos que la tecnología pueda desvelarnos todo, pero que, no obstante, sigue siendo “ese desconocido” en lo que a las relaciones humanas se refiere.

Presenta este espectáculo la belleza “deforme” de nuestro siglo y recoge diferentes momentos en la vida de un director ávido por ver y reconocerse en mundos diversos; que acepta esa diversidad y se centra ante todo en mostrarnos -desde el lenguaje físico- cómo y por qué se mueve la gente: desde los más atávicos rituales de los pueblos a la compleja presencia de la danza en las urbes de millones de habitantes. El simple movimiento de manos o piernas convive con el estudio en profundidad de la coreografía más actual.

La danza urbana sublimada

Avalanche significa la derrota en escena de la tácita aceptación de lo hortera e incluso de lo inhumano que, en nuestros días, campa sin pudor en medio de la ignorancia y el desconocimiento de lo otro. Y, como un “vale tudo” (esa lucha brasileña donde puedes utilizar todas las partes del cuerpo), utiliza el cuerpo de la cultura a través de la danza y el teatro para librar su batalla contra la mediocridad y demostrar -en lo puramente artístico- que nuestra "modernidad" sigue bebiendo en las fuentes de nuestra "antigüedad".

Como un hecho natural dentro del ideal de esta compañía, Pannullo, interesado en las nuevas formas de deporte urbano que florece hoy en las ciudades, incluye en Avalanche, aparte del elenco de bailarines habitual en sus espectáculos, una novísima modalidad que se sitúa entre el control, la práctica del deporte y cierto virtuosismo; trucos, creatividad y estilo convertidos en el escenario en poesía.

Esa "forma más de danza", según su director, que es el football free-style. Como ya hiciese anteriormente con b-boys, skaters, parkour, traceurs, beat boxers, la compañía intenta elevar estos lenguajes a los escenarios cultos buscando la aceptación de nuevas audiencias que observen cómo los bailarines persiguen como autómatas con un objeto inanimado -el balón- los upper , sit , lower del propio freestyler creando así dos visiones del movimiento en escena, como si descifraran ciertos códigos corporales que regalan belleza en cualquiera de sus formas.

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