Era 5 de agosto de 2011. La prima de riesgo española se disparaba en aquel momento a su máximo histórico: los 417,6 puntos. El Banco Central Europeo salía en tromba a comprar bonos españoles e italianos. Un año después, la prima ha llegado a superar los 630 puntos, y Fráncfort todavía no ha salido al auxilio de Madrid y Roma. Alemania no está dispuesta a soltar tan fácil el botesalvavidas.
La intervención del BCE en el verano de 2011 sirvió para aliviar la presión de los mercados sobre la deuda periférica. En aquel momento, la rentabilidad del bono español a diez años escaló hasta el 6,28%, acercándose peligrosamente al 7%, conocido como el punto de no retorno. Un año más tarde, hemos aprendido que esa barrera se puede sobrepasar y llegar incluso al 7,62%.
La compra de bonos no fue gratis. El BCE envió sendas cartas confidenciales a Madrid y Roma expresando la “necesidad de tomar medidas rápidas”. El contenido de la misiva a Silvio Berlusconi sí salió a la luz. Fráncfort pidió a 'Il Cavaliere' la liberalización de los servicios públicos y profesionales, una reforma laboral, intervenir en el sistema de pensiones y recortes del gasto público. En septiembre, el Gobierno italiano aprobó un plan de ajuste de 54.000 millones de euros.
El caso español fue diferente. Aquí no se desvelaron las peticiones, pero una reforma exprés de la Constitución para introducir la austeridad por ley, la denominada regla de oro, aportaba la clave.
Las claves de la carta del BCE
El Defensor del Pueblo europeo ha confirmado esta semana la existencia de la carta, pero ha desmentido que pidiera la modificación de la Carta Magna. Según ha publicado La Vanguardia, ese fue el último favor de José Luis Rodríguez Zapatero al PSOE: reforma constitucional a cambio de no aprobar un doloroso plan de ajuste que, en Italia, le valió el puesto a Berlusconi. En lugar de reducir el déficit al 6%, recortar salarios en el sector público y privado, y modificar la legislación laboral, el Gobierno pactó con la oposición introducir el control del gasto en la Constitución, esto es, un avance de lo que la UE instauraría más adelante con la firma del tratado fiscal.
El plan no cumplía con todas las exigencias del BCE, pero obtuvo el visto bueno de Alemania, fiel defensora de la ortodoxia presupuestaria, y Fráncfort actuó, dejando una vez más en entredicho la independencia del Eurobanco.
Un año después, agosto de 2012, España vuelve a la casilla de salida peor de lo que estaba. Sumida en un profunda recesión, de la que no saldrá según las previsiones hasta 2014, se ha encomendado a unos recortes draconianos que no han servido para calmar a los mercados. Madrid dice que necesita comprar tiempo para que las reformas surtan efecto.
Ese tiempo, “paracetamol” según la Comisión Europea, solo lo tiene el BCE. España, Italia, y Francia han pedido a Fráncfort que aplique su medicina para sofocar los ataques sobre la deuda española e italiana. El presidente del BCE, Mario Draghi, consciente de la presión sobre la zona euro se comprometió la pasada semana a “hacer todo lo que sea necesario para mantener el euro”.
Batalla entre Draghi y Weidmann
El problema es que, como en 2011, no tiene al Bundesbank de su lado. Además, sus declaraciones sorprendieron a los propios miembros del comité ejecutivo del BCE, que no habían sido consultados sobre esa acción conjunta para “salvar” la moneda común, según informa la agencia Reuters.
La batalla entre Mario Draghi y Jens Weidmann (jefe del Banco Central Alemán) se prevé como el segundo asalto de la victoria in extremis de Monti y Rajoy en la cumbre de Bruselas de finales de junio, cuando consiguieron que Berlín cruzara algunas de sus líneas rojas.
Un mes después, el éxito del Consejo Europeo ha quedado empañado por la demora en la ejecución de las decisiones y por las divergencias entre los Estados miembros sobre matices del propio acuerdo. Madrid y Roma deben librar un nuevo combate para garantizarse la estabilidad de su deuda.
Draghi trata de llevar a cabo una operación conjunta de compra de deuda con la eurozona, según Libération. El fondo de rescate europeo, con una licencia bancaria del BCE, actuaría en el mercado primario y el Eurobanco en el secundario. Pero Alemania ya ha expresado sus reticencias a este plan y, sin el visto bueno de Berlín, poco se va a mover en Fráncfort.
Nuevos ajustes a cambio de intervención
Según informa Bloomberg, citando fuentes próximas al Gobierno de Mariano Rajoy, Alemania ha instado al ministro de Economía español, Luis de Guindos, a llevar a cabo nuevos recortes en materia de educación y sanidad a cambio de rebajar su coste de financiación el mercado.
De nuevo, la intervención del BCE no sería gratis. Berlín reconoce que Rajoy ha respetado el mandato de la carta de Jean Claude- Trichet y Miguel Ángel Fernández Ordoñez: su recorte, el mayor de la historia de la democracia española, parece cumplir punto por punto con el contenido de esta misiva. Pero ahora, como entonces, habría que dar un paso más para reactivar la compra de deuda soberana tanto para España como para Italia.
Mario Monti es el mejor embajador para contrarrestar la ofensiva alemana. El tecnócrata italiano inició la pasada semana una gira para asegurarse los apoyos de sus socios europeos al plan. Conversó con Angela Merkel y viajó a París y Helsinki, aliado y enemigo en esta “guerra”. Además, ha recibido la llamada de Barack Obama, quien le ha reiterado su apoyo a "acciones decisivas para resolver la crisis”, y del secretario del Tesoro estadounidenses, Timothy Geithner.
Su última parada será Madrid, donde este jueves recibirá con Rajoy la decisión del BCE, que deberá realizar un esfuerzo para cumplir con las expectativas que ha creado si no quiere un recibir un sonoro castigo de los mercados. Todos tienen en mente aquel desafiante "creánme, será suficiente". Pero, ¿suficiente para quién?