Un 31 de diciembre a las siete y doce de la tarde las vidas de un hombre y una mujer se separan. Ella está en la habitación de su hijo recientemente fallecido en un accidente de tráfico. Él, padre del niño, hace las maletas y se marcha para no volver. No se comen las uvas, no brindan por el año nuevo. No se vuelven a ver.
De esta escena parte el guión de Antes te gustaba la lluvia, el debut como director teatral del argentino Miguel Ángel Solá. Una obra que intenta retratar el amor desde el desamor y que rebusca en las emociones más recónditas del ser humano. En lo que no se dijo a tiempo, en lo que no se hizo, en el miedo a olvidar, a sentir, a dejarse llevar. En lo no vivido por culpa del pasado.
Las dos maneras de seguir viviendo
Sergio Otegui hace de "él". Traumatizado también por la muerte accidental de su hijo, se marchó de casa porque no podía soportar estar junto a alguien que se resignaba a sobrevivir y se empeñaba en estar día a día agarrado con fuerza al pasado, como si olvidarlo fuera un insulto contra la memoria de su hijo. Él, a diferencia de ella, ha rehecho su vida y ha aprendido a vivir con –y a pesar de– su desgracia.
Blanca Oteyza, "ella", continúa, doce años después –cuando se reencuentran él y ella en el tanatorio– malgastando su vida y negándose la oportunidad de pasear por el presente disfrutando de lo que puede éste darle. No vive, se limita a caminar por la vida sin participar en ella. Eso de “esto es lo que hay” le parece siempre poco.
Texto valiente y optimista
Las dos interpretaciones se tornan más brillantes conforme va transcurriendo el texto. Más creíbles cuando hablan, gritan y lloran que cuando callan y ríen a carcajadas.
La autora es Lot Vekemans (Holanda, 1965), dramaturga cuyas obras –una veintena– han ganado premios y han sido traducidas a varios idiomas. Por Antes te gustaba la lluvia ganó el Premio Taalunie, otorgado por la Unión de la Lengua, equivalente a la Real Academia Española.
Solá, perfeccionista y con ilusión
La dirección está mimada, es perfeccionista y ambiciosa. Se nota que Solá ya es, por fin, "un joven director de sesenta y...", como él mismo afima. A su favor tiene "las ganas y la ilusión empezar".
El texto, por otra parte, lejos de ser dramático, logra contener un mensaje positivo y hace de vez en cuando reír al público, identificado con los personajes en varias ocasiones.
¿O quién no sufrió una desgracia y llegó a pensar que nunca la vida iba a ser igual?