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Los desfiles de moda de Madrid empiezan con los nuevos talentos

  • Gran nivel en Madrid Fashion Show, enmarcada en la pasarela Off

  • El Museo del Traje acoge la mayoría de los desfiles en la primera jornada

  • Toda la información actualizada en el especial de rtve.es

RAFAEL MUÑOZ
Tiempo de lectura 4 min.

Las distintas plataformas de la moda de Madrid, las de Ifema y el Off con el Madrid Fashion Show, ya están en marcha, y, por desgracia, a veces coinciden. Ayer nos citaron en distinto sitio y a la misma hora Alberto Puras, Yono Taola y Nihil Obstat.

Alberto fue muy amable y nos explicó la colección unas horas antes del desfile que se celebraba en el Museo del Traje. Se titula Trauma, y trauma es lo que arrastra desde su época escolar por no poder meter la tijera a su uniforme. 

Ahora sí que puede y con mano inconformista destroza para reconstruir. Abundan los falsos descosidos, los forros de estampado de lava y las cremalleras que, tras un sencillo gesto, transforman un abrigo en capa y un vestido recto en otro asimétrico. 

Puras, que ha presentado ropa para mujer por primera vez, juega con el efecto trampantojo y las rayas que no encajan para despistar. Además descose clichés y utiliza texturas femeninas para el hombre y tejidos masculinos para la mujer.

Nihil Obstat o el discreto encanto de la costura

En un salón el Westin Palace, elegante y clásico, suena una zarzuela como preludio del desfile de Nihil Obstat. Su colección, Tipismo, se nutre de adornos y referencias al folklore español. Vemos capas, botones charros, una manta zamorana convertida en un abrigo, madroños goyescos (quizá demasiados) y un vestido cuyo cuerpo es un toro.

Su costura es perfecta, todo está en su sitio y su paleta cromática recuerda a los cuadros de Goya. Destacan los vestidos de coctel con volumen en la falda, los abrigos en azul Prusia con aplicaciones de punto artesanal y los diseños de fiesta con faldas que rozan el suelo y acarician la piel con sedas lavadas de aspecto aterciopelado, y otros con tul bordado.

Javi y Armiche, los diseñadores, se han curtido en Sybilla, Jesús del Pozo y Carmen March tres ingredientes que combinados con su propio talento resultan un coctel de lujo.

Yono Taola hace desfilar a una mujer que de día es una malvada institutriz y de noche una diva gótica. Camisas rectas con faldas tubo se mezclan con prendas realizadas con cascadas de piezas geométricas para crear unos looks que esconden el cuerpo y esquivan el deseo.

La noche se viste con mantos florales en negro tiniebla que atacan chalecos, vestidos y abrigos para proyectar sombras negras, a veces tenebrosas.

Las pieles se hacen un lifting

Volvemos al Museo del Traje y en la puerta un grupo protesta por el uso de las pieles. Tienen valor y a pesar del frío que hace en Madrid se mantienen firmes en su propósito, sin alboroto. Mientras, en el interior, la sala llena hasta la bandera espera ansiosa para ver la colección de Santiago del Palacio.

Este joven, segundo relevo generacional de una familia de peleteros de León, consigue rebajar el aire serio y “de señora” de las pieles, rejuveneciendo los abrigos, combinándo pelo largo con punto y lúrex,  y tiñendo visones y astracán en morado, frambuesa o naranja. El visón se rasura hasta hacerlo sedoso, y destacan las prendas con efecto tornasolado, las mezclas de astracán con punto y las combinaciones con cachemir.

La pieza favorita de Santiago es un abrigo de marta cibelina de corte Balenciaga con volumen en la espalda y ceñido en la delantera con un cinturón, muy años 50. En esta edición veremos también creaciones suyas en los desfiles de Duyos y Alvarno.

Mirar al pasado viviendo el presente

Los años 50, los de la gran costura, fueron revolucionarios,  y esa característica es la que adopta Jorge Acuña para su primer desfile. En su colección fusiona tradición y modernidad, buscando un equilibrio entre el ayer y el hoy. Por eso se inspira en los insectos porque, según dice, apenas han evolucionado pero sus formas son muy vanguardistas.

Vemos tejidos recios, que construyen siluetas muy definidas, a veces arquitectónicas. Faldas entubadas contrastan con volúmenes delicadamente exagerados siempre en tonos invernales como grises y verdes profundos.

Destaca el rojo, su color fetiche, y el blanco roto que se hace con la colección de inmediato. El negro, en cambio, destronado se asoma en detalles de encaje, algunos muy elegantes que esconden una gran labor, como una capita con aletas que cae en degradé de flores sobre un vestido blanco.