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Angelhada: sueños y andanzas de una entrañable hada de 70 años

  • Pavlovsky ofrece 'Angelhada' hasta el 28 de agosto en el Teatro Español

  • A sus 70 años, sigue disfrutando del oficio de jugar con las palabras

  • Recibirá este año la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes

JON BANDRÉS
6 min.

Lo primero que sorprende al llegar a la Sala Pequeña del Teatro Español es que, antes de que comience la función, una señorita con chistera y vestido de tul junto al escenario. La sala esta envuelta en neblina, la muchacha anfitriona sonríe al público y repasa unos pequeños artefactos que tiene junto a una mesita. Escuchamos una relajante selección de bandas sonoras.

El ambiente mágico, misterioso está creado. Y es tan sólo el preludio del espectáculo singular que vendrá a continuación. Mientras tanto, las preguntas nacen en las cabezas de los espectadores: ¿Cómo será este espectáculo en el que nos cuentan que Pavlovsky se transforma en hada? ¿Quién será esa la joven de ojos grandes y labios rojos que nos acompaña en esta teatral espera?

Glamour y austeridad

Esas preguntas, a las que se van añadiendo otras se mantienen algunos minutos después. Hace ya unos minutos que Pavlovsky, con un espectacular vestido gris perlado de hada, y un tocado que recuerda a la diminuta arquitectura de la escarcha, ha hecho una entrada estelar recitando pomposamente unos versos.

Ahora nos preguntamos como pueden transcurrir los anunciados próximos 90 minutos de espectáculo. El desconcierto y la duda se mantendrán casi hasta al final porque nunca sabemos que vendrá después. No hay grandes efectos, ni muchos personajes (sólo dos y una, la muchacha no habla), y toda la producción (una banqueta, una varita de todo a cien, algunas cajas de música) nos contará luego el propia Pavlovsky no llega a los 500 euros.

Toda la fuerza y la capacidad entretener se concentra en esa hada que desencantó de ser ángel (había demasiada jerarquía y los arcángeles te miraban por encima del hombro) y descubrió que las hadas eran al menos, más eficientes.

Todo ocurrió por casualidad, cuando un día fue a la carnicería habitual y encontró allí (sólo las elegidas podian verla) una escuela de hadas. Un hada al ordenador le asignó el nombre y otra, muy viejecita, le buscó en sastrería el vestido que porta.

Un vestido que, como prometió la anciana, representa el interior de Angelhada: el vistoso cuello de pedreria es un homenaje a la ópera (La reina de la noche de La Flauta mágica) y el vestido recuerda -como cuenta el propio Angelhada en el escenario- a la delirante Norma Desmond, protagonista de El ocaso de los dioses.

Un hada que dialoga con su público

"El teatro es el único lugar donde lo fantástico puede ser cotidiano", advierte Pavlovsky al poco de aparece en escena. Pero crear esa fantasía cotidiana, tiene muchos caminos. Y el que ha elegido él en Angelhada es el de las narraciones extravagantes, surrealistas y llenas de ternura conectadas con el mundo real...que va desgranando de modo que a veces no sabemos si habla el personaje o el actor, o los dos a la vez.

Todo lo que va contando, parece que improvisando, tiene el encanto parecido al de escuchar a una vieja dama distinguida que ha vivido mucho y nos transmite su sabiduría de la vida con intransferible sentido del humor.

Pero los monólogos están trufados desde el principio de interpelaciones constantes al público a quien va preguntando infinidad de cosas. Este viernes, debido a unos disturbios en Sol, el público no llena la sala. Y parece que que el actor se crece, y que el público quiere suplir con sus aplausos, las ausencias.

Y al principio de la función, el propio Angelhada explica algunas de las dudas que flotaban en el ambiente: él no es un humorista (aunque no le faltan gracia ni fina ironía a sus historias), la producción es - a la vista está- doméstica y la muchacha de la chistera es "su madre" ; anuncio que despierta grandes carcajadas. La adoptó, explica, en un centro para madres abandonadas y está feliz porque ha descubierto que es amorosa: una madre autista y con talento de hada.

Ella, Martina Burlet (en realidad la sobrina de Pavlovsky) va ilustrando espléndidamente con sus gestos todo lo que él nos cuenta, sin abrir la boca, sin emitir un sonido, aunque eso sí ambientando los relatos, con el sonido extraído de pequeñas cajas de música.

El hada se pone cómoda

Tras desprenderse de su aparatoso atuendo de hada, siempre maquillado (verde sobe sus ojos intensamente verdes), en traje dorado, Pavlovsky recibe a RTVE. es, después de la función. Y nos dedica una hora a hablar tranquilamente de sobre su vida, la obra y algunos de sus secretos.

Aquí en el camerino, el tocado de piedras preciosas no brilla tanto. "Un amigo encontró este adorno navideño en la basura, lo guardó pensando que algún día serviría para algo y ahora le ha llegado el turno", nos cuenta Pavlovsky que ha ha hecho con sus manos todo el vestuario.

Además de escribir, "lo mejor que he podido", asegura, los textos que ahora no recita de memoria sino que contando a su manera, cada día de forma distinta. "Angelhada", afirma, "no es un plato recalentado"

Se siente contento de seguir con este espectáculo que estrenó precisamente en Madrid hace un año y que ha llevado ya por muchos lugares. Curiosamente la idea de Angelhada nació de la afición de su sobrina nieta (la hija de Martina) por los cuentos de hadas. "Yo las veo y son pequeñitas", confesó un día la niña a su tío y le regaló la varita (de los chinos) que él muesta en el escenario.

Dice Pavlosky, que se ha encargado de diseñar casi todo que lo más le gusta es "inventar un espectáculo casi de la nada". Que le gusta llegar al teatro dos o tres horas antes para poder solventar cualquier problema que sería inevitable si llegara con el tiempo justo, y que le sobre al meno una hora antes de la función.

"Pasear, por pasear...pues ya no", confiesa. Su vida, a los 70 años que no aparente, está entre la casa y el teatro. Lo que más le gusta es dormir -es capaz de hacerlo durante 14 horas seguidas- y soñar.

Parte de esos sueños, mezclados con recuerdos y vivencias (hoy ha recordado en la función a una maestra fea pero no consciente de su fealdad, que le recomendó mantener su alma de niño/a) es lo que nos regala cada noche en el Teatro Español.

Angelhada, Sala Pequeña del Teatro Español, 21 h. hasta el 28 agostoAngelhada, Sala Pequeña del Teatro Español, 21 h. hasta el 28 agosto

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